RICOBLOG

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jueves, 31 de marzo de 2011

VALORES - IX (FIDELIDAD)

Fidelidad es lealtad. Una persona fiel o leal es aquella que se mantiene constante en sus afectos o en el cumplimento de sus obligaciones. Fiel es aquél que no defrauda la confianza que se deposita en él. La fidelidad limita con la gratitud, la persona leal ha recibido un bien de otro y no olvida. Es la virtud de la memoria o la memoria como virtud. Afortunado aquél que puede dar sin recordar y recibir sin olvidar.
La fidelidad precisa de la memoria pero también de la voluntad, porque la fidelidad es también virtud de permanencia, de constancia. En un mundo donde todo cambia, donde todo fluye, donde nunca el mismo hombre se baña en el mismo río, sólo es posible mantenerse en lo mismo gracias a la memoria voluntaria que es la fidelidad.
Conviene recordar que los valores pueden dividirse en dos grupos: unos son aquellos valores que son buscados y queridos por sí mismos, no por algo distinto de ellos, como por ejemplo: la amistad o el amor. Otros valores, en cambio, sólo son medios o instrumentos para obtener valores más importantes. En este segundo grupo se encuentran por ejemplo: el sacrificio o la superación.
¿Dónde se coloca la fidelidad? ¿En qué grupo podemos situarla? La fidelidad no es un valor que se mire a sí misma, que se quiera porque sí, sin más: es un valor instrumental.
Se es fiel a un amigo, a la pareja, a la empresa donde se trabaja, a su país, a la humanidad, a una mascota, etc. Pero la fidelidad acompaña a otros valores que definen al hombre en su núcleo central, para el bien o para el mal. Porque también hay personas que son “fieles” a un jefe mafioso, al chantajista que propone negocios deshonestos, a la cita puntual para vender droga, etc.
En estos casos la “fidelidad” queda deformada, dramáticamente, hacia vicios y males que son capaces de dañar a los demás y de destruirnos, poco a poco, a nosotros mismos. Por tanto, existen dos fidelidades. O, mejor, una fidelidad auténtica, al servicio del bien, y una caricatura de la fidelidad, siempre deformada por la mentira, la avaricia, el robo o el crimen.
Si uno ama de verdad a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo, sabrá ser fiel a sus compromisos. No quiere ser fiel porque sí. Quiere ser fiel para dar “la respuesta” a aquellos a los que debe algo, a los que quiere ayudar, a los que aprecia en lo más profundo de su corazón. Y es que conforme más débil es el amor, menor es la fidelidad. Las traiciones matrimoniales responden de un modo bastante exacto a esta ecuación.
La fidelidad en el ámbito de la pareja se une a exclusividad. No es así en otros ámbitos como en la amistad, donde ser fiel a un amigo no significa tener un solo amigo; o en el de las ideas dónde ser fiel a una idea no es afortunadamente tener una sola. Pero, ¿qué es ser fiel a la pareja? Espero que nadie exija la ausencia de deseo por cualquier otro hombre o mujer. Ya hablaremos un día de los sueños inconfesables, y es que no creo posible eso de “hasta en sueños te he sido fiel”. Una pareja no es pareja sólo porque mantengan relaciones sexuales o porque vivan juntas. La pareja es algo muy valioso y por eso no puede fundamentarse en la pasión, eso sería confiarla a algo demasiado efímero y que casi siempre declina. En el amor no se trata de encontrar a alguien con quien vivir, sino de encontrar a alguien con quien no se puede dejar de vivir.
Pero la verdadera fidelidad está en crisis porque quizá hemos dejado de vivir a fondo el amor. Parece que ser fieles es cosa de tontos o de débiles. Parece que ser constantes en los valores verdaderos es señal de fracaso y de falta de realismo.
Mientras unos siguen viviendo “felices” con sus trucos, sus engaños y sus placeres de ocasión; otros, los que son fieles, los que aman, dejan una huella que no nos puede dejar indiferentes.
Pero desde luego, una de las peores consecuencias de la falta de fidelidad o lealtad se puede ver en el rostro de los que luego se arrepienten y ya nada pueden hacer. Los rostros de los infieles y de los engañados llevan una marca de amargura muy difícil de borrar, por ello, creo que es preferible vivir en completa integridad.

miércoles, 30 de marzo de 2011

PLEONASMOS, DATISMOS Y OXÍMORONES

Cuando uno escucha una expresión del tipo “accidente fortuito” solemos decir que es una redundancia ya que, intrínsecamente, los accidentes son fortuitos, de otra manera y desprovistos de su esencia no serían accidentes; y decimos redundancia cuando gramaticalmente lo que estamos es haciendo uso de una figura como el PLEONASMO, pero parece que este es un término alejado de la forma de expresarse que pudiésemos calificar como de “corriente” o “familiar” y presumiblemente nos etiquetarían de “repipis”.
Pero la realidad es que el uso del pleonasmo es bastante frecuente, incluso espontáneo utilizándolo sin darnos cuenta, y como prueba veamos el que nos ofrece la propia RAE cuando en la cuarta acepción de “victima” da la definición de “persona que muere por culpa ajena o por accidente fortuito”.
Sin embargo, redundancia y pleonasmo se diferencian por un pequeño matiz; mientras que redundancia podríamos decir que consiste simplemente en la repetición o uso excesivo de una palabra o concepto, mediante el pleonasmo la pretensión reside en la intención de utilizar uno o más vocablos, innecesarios, para añadir expresividad a lo que se dice, y esto, a veces lo hacemos incluso desde la inconsciencia. Algunos ejemplos, por habituales, que me vienen a la cabeza son:
“Actualmente en vigor”: Es evidente que algo que está en vigor, “rige, es válido, en ese momento”.
“Aterido por el frío”: Aterido es “entumecido por el frío”.
“Beber líquido”: Beber significa “ingerir líquido”.
“Buena ortografía”: Ortografía quiere decir “correcta escritura”.
Y como estos, un sinfín de ellos de nuestro lenguaje cotidiano, en el que mediante el pleonasmo buscamos la fuerza, la expresividad, incluso facilitar la visualización del concepto que esgrimimos.
Pero esa búsqueda de la contundencia lingüística, de ese deseo de representar nuestras ideas y mensajes nos puede llevar a caer en otro fenómeno lingüístico como es el DATISMO. El datismo se produce cuando el pleonasmo reincide, cuando insiste de forma repetida cayendo en la reiteración por utilización exagerada, o cuando menos excesiva, de términos con interpretación semejante, “este acto lingüístico se denomina, nombra, declara, designa o llama datismo”, esto ya debería ser suficiente como ejemplo pero citemos otro nada improbable de escuchar, incluso de pronunciar: “¿Por qué causa, motivo, razón o circunstancia digo todo esto?”.
El tercer fenómeno lingüístico que quiero abordar es el oxímoron (mi tendencia ha sido siempre la de acentuarla como una palabra aguda, pero he constatado en el DRAE que, contra mi tendencia, se trata de una palabra esdrújula, me cueste el esfuerzo que me cueste). El oxímoron es lo contrario del pleonasmo. Consiste en armonizar dos conceptos opuestos en una sola expresión, formando así un tercer concepto, pero dado que el sentido literal de un oxímoron es absurdo, la pretensión de su uso es la de provocar en el interlocutor la búsqueda de un sentido metafórico.
En definitiva, un oxímoron es una figura retórica que consiste en asociar dos palabras de sentido contrario, buscando, quizá, un buen sentido, provocar ciertas emociones, lo cierto es que dejan un amplio margen a la diversidad de percepción, y es que no tienen que significar lo mismo, para todo el mundo, expresiones como:
“Vista ciega”, “luz oscura”, “gloria triste”, “vida muerta”, “hielo abrasador”, “fuego helado”, “silencio atronador”, instante eterno”, delicias amargas”, “bajos subidones”, “inteligencia militar”, confieso que el que más me llega, incluso a provocar una curiosa sonrisa, es el último de los ejemplos.

martes, 29 de marzo de 2011

VALORES - VIII (COMPRENSIÓN)

Sin duda, cuando uno se siente comprendido, cuando uno encuentra a alguien que le escucha y comparte, en un momento determinado, los sentimientos, ideas o circunstancias, uno siente una paz interior, se siente en un estado de tranquilidad, de alivio. Pero… ¿Nosotros somos capaces de hacer que otros se sientan de la misma manera?, es decir, ¿Somos capaces de comprender a los demás? ¿Somos capaces de dar algo más que un simple: “sí, te comprendo”?
La comprensión es la actitud de tolerancia que nos permite considerar justificados los sentimientos o actos de otros. La comprensión va más allá de “entender” los motivos que rodean un hecho, hay que dar o poner algo de nosotros mismos, la comprensión debe llevarnos a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado o problema por el que pudiesen estar pasando.
Podemos ver como alguien parece cometer un error y comprenderlo y aceptarlo desde la tolerancia, ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiese pasado, la tolerancia debe traducirse en confianza en los demás sobre su capacidad para superar sus propios obstáculos.
En numerosas ocasiones los sentimientos se convierten en destacados protagonistas de nuestra vida. La exaltación, la tristeza, la ira, reducen nuestra capacidad de reflexión propiciando que podamos hacer o decir cosas que realmente uno ni piensa ni siente. Si aprendemos a ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, tendremos clara nuestra fragilidad y la convicción de que podemos caer en la misma situación, de cometer los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de nuestros sentimientos.
El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual”, pues está fuera del terreno emocional, la comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “de ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas; son muchas las oportunidades que a diario nos brinda la posibilidad de vivir y hacer vivir el valor de la comprensión: “No encontramos limpia la camisa que nos íbamos a poner”, “Los compañeros no terminaron su parte del trabajo en equipo”, “Los hijos no colaboran activamente en el orden y tareas de la casa”, etc.
Si queremos convertir nuestra actitud de comprensión en un acto consciente y voluntario, deberíamos reflexionar sobre algunos aspectos básicos, como:
  • ¿Se escuchar y hacer lo posible por no dejarme llevar por el primer impulso (ira, tristeza, desesperación etc.)?
  • ¿No me precipito a la hora de hacer juicios, intentando conocer todos los aspectos que puedan influir o afectar a cada situación?
  • ¿Pienso en cual sería mi reacción si me viese afectado por una situación similar?
  • ¿Asumo la comprensión de forma activa, buscando posibles soluciones, no limitándome a escuchar?
  • ¿Intento proponer estrategias y facilitar los medios que ayuden a los demás?
Y es que la comprensión es algo muy importante, es un acto lleno de generosidad porque nos permite aprender a disculpar, a tener confianza en los demás y que los demás nos vean como alguien a quién puedan recurrir en cualquier circunstancia. La comprensión no es algo para ejercitar en situaciones extremas, se vive con naturalidad, día a día y en cada momento de nuestra vida, con todas las personas, en los detalles más pequeños y en apariencia insignificantes.

domingo, 27 de marzo de 2011

LA HORA DEL PLANETA

Ayer era el día en que adelantábamos los relojes, pero también se nos pedía, a millones de personas de todo el mundo, que apagásemos a las 20:30 hs., las luces, durante una hora, para mostrar nuestro compromiso con la lucha contra el cambio climático. Pero… ¿Para qué sirven este tipo de iniciativas? ¿Son eficaces para concienciar a la población? ¿Qué avances se han logrado desde que hace cinco años se puso en marcha esta iniciativa? El director de Comunicación de WWF España, Miguel Ángel Valladares, la defiende y asegura que el objetivo de este acto simbólico es exigir soluciones y fomentar la implicación de la sociedad civil durante todo el año. Por su parte, El catedrático de Física de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Ruiz de Elvira duda de la utilidad de este tipo de actos, ya que considera que sólo sirven para limpiar la conciencia: "Hay que trabajar los 365 días del año", asegura.
Vivimos en la era de los Guinness. Cosas que no tienen la menor importancia se publicitan como cuestiones básicas. Nos enteramos de quien es el más rico del mundo y no queremos saber que entre los más ricos están los capos de la droga y de la venta de armas. Nos enteramos de que “fulanita” compra en los almacenes “menganito”, como si eso nos pudiese interesar.
De la misma manera lavamos nuestras conciencias montando en bicicleta o apagando las luces unos minutos al año, pero… es que es “el día de…”.
Hemos substituido la romería, la procesión, el rezo a las cien mil vírgenes, el poner una vela a Dios y otra al diablo, por apagar las luces un sábado, pero coger un AVE el domingo desde Madrid a Valencia para comer allí y volver a Madrid a cenar.
Nos lavamos la conciencia asistiendo a la “mani” de la Puerta de Alcalá, y luego nos vamos a gastar energía y a emitir CO2.
¡Vamos a ver!: Queremos vivir muy bien (además olvidando que hay quien vive muy mal) pero olvidamos que en este mundo no hay comida gratis, y que vivir bien implica gastar mucha energía. Nos hemos acostumbrado a que la energía cueste lo que cueste, y no queremos pensar en lo que hacemos cuando quemamos carbono para conseguir energía.
Queremos no solo vivir bien, sino vivir bien sin aceptar las consecuencias de ello. Somos como quienes admiran una rosa sin pensar que se ha arrancado del rosal. La educación en España se ha centrado, desde hace años, en los derechos de las personas, y se han dejado de lado las obligaciones y las responsabilidades.
La situación en la que se encuentra el planeta y la civilización no es halagüeña. Pero esa situación no se resuelve con un día de expiación. En las culturas tribales era costumbre desplazarse al centro litúrgico llevando una paloma o un cordero y sacrificarlo allí, con lo cual se limpiaban los pecados. La cosa era muy fácil, y no exigía casi esfuerzo. Uno podía ensuciarse todo lo que quisiera, que luego se lavaba y se olvidaba la suciedad.
En el planeta tenemos problemas, y aunque queremos esconder la cabeza y mirar para otro lado, los problemas aparecen una y otra vez. Los dos problemas más acuciantes son el cambio climático y la creciente escasez de energía fósil. El primero está produciendo ya escasez de agua en varias regiones del planeta, en particular en el Oriente Medio y en “la zona del Sahel”, escasez que está provocando tensiones de guerra y presión intensa para la emigración.
La disminución en la capacidad de suministro de energía del carbono fósil, y el aumento de su uso por las clases medias de los países emergentes, cuyos miembros se cuentan por centenares de millones, está creando ya problemas serios.
Si a esto le añadimos la realidad (no por ocultada con cuidado es menos realidad) de que la nuclear no es una solución para el problema de la energía, puesto que los reactores fallan y provocan catástrofes atómicas y, adicionalmente, no es posible instalar muchos de ellos, vemos que aunque las del presente sean grises, las del horizonte son negras nubes de tormenta.
Nos tenemos que dejar de sacrificios anuales en el altar de los nuevos dioses, de poner velitas a las nuevas vírgenes, y empezar a ser humanos de verdad. Es decir, a atarnos los machos y coger al toro por los cuernos.
De la misma manera se ha acabado el tiempo “del día de…”. Hay que trabajar 365 días al año por lo que uno cree, hay que dejarse de subvenciones, de seguridad en el trabajo aun cuando la productividad individual sea ínfima, y hay que volver a aceptar que uno solo cobra si produce, que uno solo aprueba si estudia, que uno solo come si trabaja duro.
¿Volvemos a la realidad o celebramos el día de algo? Yo ayer, ante la discrepancia de criterio entre los supuestos “entendidos” y dado que tenía encendida dos luces, apagué una de ellas, pero confieso que no estoy satisfecho. Si la medida es inútil no hice nada que mereciera la pena, sin embargo, si la medida fuese positiva, ¡Yo me quedé a medias!

sábado, 26 de marzo de 2011

VALORES - VII (COMPASIÓN)

Podríamos considerar la compasión como la capacidad de sentirnos cercanos al dolor de los demás con la predisposición de proporcionar alivio. Una proximidad no física, ni emocional pues debe de tratarse de una cercanía proveniente del sentimiento de compromiso, de responsabilidad y de preocupación por quien sufre. La dificultad reside en que no siempre es fácil aplicar o llevar a la práctica aquello que nos proponemos por lo que determinadas acciones no van más allá de quedarse en “buenas intenciones”.
Diariamente ocurren a nuestro alrededor todo tipo de desgracias, más o menos cercanas a nosotros: Desastres naturales, accidentes, guerras, etc. Compadecer es una forma de compartir y participar en las desgracias y adversidades de los demás, por tanto, compadecer no es sentir lástima, a veces contemplamos una desgracia como algo sin remedio y nos produce escalofríos la simple idea de que nos pudiese pasar a nosotros, lo que nos lleva a pronunciar alguna frase de condolencia como ¡Ha sido horrible!, pero muchas veces no hacemos nada más.
Los grandes desastres nos mueven a realizar campañas, colectas o prestar apoyo en labores de ayuda humanitaria, pero el tiempo pasa y va haciendo más distantes los contratiempos de los demás, ese desinterés creciente que nos conduce al olvido o a la indiferencia nos convierte en indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio bienestar y acabamos olvidando, el hambre, la opresión, las epidemias y en definitiva las miserias de los demás. Pero la compasión no está absolutamente ausente en nuestros comportamientos, algo nos recuerda que son los que están a nuestro alrededor los que precisan de nuestra compasión, transformada en actitud de servicio. Este concepto de compasión suele estar en nuestro día a día a través de pequeños actos que realizamos, pero el ser pequeños no impide que cada uno de ellos contribuya a mejorar nuestra calidad humana, si realmente los acometemos de forma sincera y desinteresada, como: La participación en actividades de asistencia social en colectivos marginados, o, visitar a un pariente o amigo que padece una enfermedad o ha sufrido un accidente, interesados en su recuperación y procurando aportar alivio.
En el texto por el que anunciaba una serie dedicada a los valores éticos y morales, mencionaba la transversalidad de muchos de ellos y este es un claro exponente de ello y es que con la compasión se reafirman y perfeccionan otros valores: Generosidad, servicio, sencillez, solidaridad, etc., ya que compasión implica poner recursos y tiempo propios a disposición de los demás sin distinción alguna por la condición de los destinatarios, para hacer propios los problemas ajenos.
Aunque la compasión nace como una profunda convicción de procurar el bien, debemos encaminar nuestros esfuerzos a cultivar este valor lleno de oportunidades para nuestro crecimiento personal:
  • Esforzándonos en comprender que muchas veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las personas cometan errores: No permitamos que los demás “se las arreglen como puedan” y hagamos lo necesario para ayudarles.
  • Observemos quienes a nuestro alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos, y decidamos, sin discriminación, como podemos ayudar.
  • Rechacemos la tentación de hacer notar nuestra participación o esperar cualquier forma de retribución o recompensa, en ese caso sería soberbia e interés.
En definitiva, la compasión va más allá de los acontecimientos y de las circunstancias, se centra en las personas, sus necesidades y sus sufrimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia. La compasión desactiva sentimientos como la lástima, la indolencia o el egoísmo.

viernes, 25 de marzo de 2011

NO TE COMAS "LA COMA"

Es bastante habitual valorar aquello que es grande, ampuloso monumental, grandioso… y dejamos de prestar importancia a las “pequeñas cosas” y en lenguaje escrito, salvo el punto, no hay nada más pequeño que la coma.
A veces dudamos en donde colocar la coma, a veces hacemos un uso prolijo de ella y a veces, simplemente, la omitimos, pero… la ausencia o presencia descuidada de la coma puede cambiar el significado de un texto. Julio Cortazar decía que “la coma era la puerta giratoria del pensamiento” ¡Y es cierto!, precisamente por esa trascendencia que tiene en el significado del texto en función del lugar donde se la coloque, y si no veámoslo:
Si yo escribo: “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene, la mujer andaría a cuatro patas en su busca”, es decir, el hombre sería perseguido por la mujer, pero si cambiamos la coma de lugar, manteniendo la literalidad de la frase y escribimos: “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer, andaría a cuatro patas en su busca”, tendríamos que los papeles se han intercambiado y ahora sería la mujer la perseguida por el hombre, para ello solo ha bastado poner la coma detrás de “tiene” o detrás de “mujer”.
Veamos algún ejemplo más:
“No es broma”, estoy diciendo que lo que sea no tiene nada de gracioso y deberemos tomárnoslo en serio, sin embargo, si escribimos “No, es broma”, podemos tranquilamente esbozar una sonrisa porque estamos ante algo a lo que no debemos conceder trascendencia alguna.
En la antigua Gracia, las pitonisas del Oráculo de Delfos, siempre adivinaban la suerte que correría el soldado en la guerra. Sus profecías se cumplían siempre, pues a la pregunta del guerrero ¿Volveré?, le respondían: “Irás volverás no morirás en el campo de batalla”. De esta manera, si aparecía algún familiar de un guerrero muerto en combate, pidiendo explicaciones, la pitonisa solo tenía que matizar. “Efectivamente yo dije: Irás, volverás NO, morirás en el campo de batalla” por el contrario todo aquel que regresaba vivo pensaba que le habían presagiado correctamente su “fatum” (en la mitología romana era la personalización del destino), y seguía recordando el “Irás, volverás, no morirás en el campo de batalla”.
Y como último ejemplo de la importancia de la coma citemos aquel bazar que en su escaparate exhibía tres anuncios a los cuales les faltaba una coma:
  • “Hay pelotas para niños de goma”, (¿niños de goma?).
  • “Se venden guantes para niños de lana”, (¿niños de lana?).
  • “Línea de cremas para piernas de uso diario”, (¿Hay piernas que no sean de uso diario?).
Sí, en efecto deberían haberse escrito con una estratégica coma en cada una de esas frases que dirían:
  • “Hay pelotas para niños, de goma”.
  • “Se venden guantes para niños, de lana”.
  • “Línea de cremas para piernas, de uso diario”.
Si tomamos ésta última frase, podemos reconocer en ella el mensaje de que la línea de crema, no las piernas, son susceptibles de usarse a diario, como los puntos y las comas que también deberían ser “de uso diario” y no una cosa tan ocasional como resulta ser en la práctica actual.
Soy consciente de que las reglas gramaticales pueden resultar farragosas y/o extensas, al menos a veces, pero me resisto a no dejar algunos apuntes sobre su uso, por si pueden resultar útiles para alguien.
En definitiva, la coma (,) es un signo de puntuación que señala una breve pausa dentro del enunciado. Se emplea para separar los términos o conceptos de una enumeración, salvo los que vengan precedidos por alguna de las conjunciones y, e, o, u o ni. Por ejemplo: “Tengo perros, gatos, conejos y ratones” o “Mi casa no tiene persianas, toldos ni parasoles”.
Hay tendencias que admiten su uso para separar dos términos independientes de una oración, haya o no conjunción entre ellos, siempre y cuando sean realmente independientes; pues, si no, estaríamos en el caso anterior: “Los payasos saludaban, la gente aplaudía y los niños no paraban de reír”.
También se utiliza para delimitar una aclaración o inciso: “Julio, mi socio, acaba de editar su primer libro”.
Las locuciones conjuntivas o adverbiales, sea cual sea su posición, van precedidas y seguidas de coma, tales como: en efecto, es decir, en fin, por consiguiente, no obstante, sin embargo, y otras de la misma clase.
Pues ya sabes, “La coma no se come, así que, no te comas la coma”. Vuelve a la imagen del principio y decide que defiende: "LIBROS, NO BOMBAS" o "LIBROS NO, BOMBAS", lo cierto es que una simple coma lo hubiese resuelto.

jueves, 24 de marzo de 2011

VALORES - VI (BONDAD)

No tengo intención de referirme a la noción de bondad cómo fórmula de cortesía, para refrendar o expresar la amabilidad que esperamos de otros cuando hacemos una petición cómo: “¿Tendría usted la bondad de acercarme eso?” o “Ten la bondad de venir”. Realmente quiero referirme a la bondad cómo cualidad de bueno, es decir, a ese valor de las personas que les confiere una inclinación natural a hacer el bien.
Pero el concepto “bien” es un concepto tautológico, ya que está bien solo aquello que es bueno, por eso su definición puede resultar un tanto redundante. Por otro lado, la bondad como capacidad para hacer el bien necesita siempre del acto opuesto, es decir, algo está bien si lo opuesto está mal, por ejemplo “donar ropa, en buen estado, que ya no utilizas está bien”, porque está mal tirarla cuando otros no tienen con que vestirse.
Probablemente la bondad sea uno de los valores éticos que más apreciamos en los demás y a su vez se produce la paradoja de que en no pocas ocasiones se confunde con “debilidad”. A nadie le agrada ser el “bueno” del que todo el mundo se aprovecha, ese al que llaman “tonto de bueno”, la bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus impulsos para convertirlos en afabilidad.
Cómo todas las virtudes humanas, su manifestación tiene lugar a través del cómo se actúa, por ejemplo hay ausencia de bondad cuando ante el error que comete alguien y casi saboreando las palabras, nuestro ego nos empuja a sentenciar “no quiero decir que te advertí, pero… te lo dije”, nos empeñamos en poner “el dedo en la llaga” demostrando lo sabio que son nuestros consejos, pues bien, eso no es bondad, bastante tiene el que cometió y admitió el error y que incluso más que probablemente esté pagando las consecuencias. Tampoco es bondad cuando bajo la sentencia “¡Es por tu bien, lo hago porque te quiero!” podemos llegar a cometer una verdadera barbaridad, si estamos actuando conforme a nuestra realidad, con ausencia absoluta de respeto hacia la libertad del otro.
La bondad se manifiesta desde el pensamiento, las emociones y los actos, una persona bondadosa emana alegría, seguridad y confianza, una persona bondadosa no actúa conforme al ¿Tú o yo?, sino conforme al “nosotros” y es que la bondad es como un motor interno que impulsa a la persona a buscar a su alrededor y de manera constante.
No me imagino la bondad de la que hablo sin humildad, sencillez y respeto hacia la dignidad de los demás. La bondad no es prepotencia ni paternalismo, ni la arrogancia del “hacedor y conocedor del bien”. La bondad parece tener mucho más que ver con la paciencia. Una buena persona es paciente y concede a los demás la libertad y margen de error que todos necesitamos en la vida, una buena persona muestra una sonrisa fácil, afable y unida a la ternura, y desde la empatía y la generosidad trata de generar alegría alrededor.
Pero una persona en el ánimo de "exaltar" su bondad, puede subrayar "lo bueno que ha sido", "todo lo que ha hecho por su familia", "cuánto se ha preocupado por los demás" y eso por supuesto no es bondad. La bondad es generosa y no espera nada a cambio. No necesitamos hacer propaganda de la bondad, porque entonces pierde su valor y su esencia. El hacernos pasar por incomprendidos a costa de mostrar lo malos e injustos que son los demás, denota un gran egoísmo. La bondad no tiene medida, es desinteresada, por lo que jamás espera retribución. Podemos añadir que nuestro actuar debe ir acompañado de un verdadero deseo de servir, evitando hacer las cosas para quedar bien... para que se hable bien de nosotros.
Creo que cualquiera sabe cuando está actuando con bondad, con independencia de su objetivo, porque la bondad no nos aleja de nuestros propósitos, al contrario, puede elevar nuestro nivel de entendimiento y superarlos.
Elegimos ser buenos cuando dejamos de creer que los demás son culpables de nuestros males.

martes, 22 de marzo de 2011

ACTITUD INNOVADORA

Acabo de leer el libro “La actitud innovadora”, un libro de Antonio Flores, CEO de Loop Business Innovation, a quién muchos apuntan como uno de los mayores expertos europeos en innovación y que en el citado libro afirma: “La actitud innovadora” que las personas y organizaciones que desean hacer de la innovación una forma de gestión de su vida profesional o su negocio deben tener los siguientes 5 rasgos: habituarse a vivir en la incomodidad; tener siempre una actitud de punto de salida; los innovadores actúan como filtro de conocimiento; son aplicadores de conocimiento y necesitan colaborar con otras empresas y personas.
“Si es cierto que nos encaminamos hacia una economía cada vez más de oportunidades y menos de estructura, empresas y profesionales deberán habituarse a vivir en la incomodidad, a gestionar la incertidumbre y aceptar continuamente el reto que representa explorar ideas de negocio realmente nuevas”, afirma. En su opinión, no saber gestionar la incertidumbre llegará a convertirse en un problema “grave porque vivimos en un mundo en el que las oportunidades serán rápidas, y tendremos que estar preparados para montar y desmontar organizaciones y currículos individuales a fin de aprovechar las ocasiones que se nos presenten”. Señala que se impone un cambio en la forma que hoy tenemos de entender la comodidad, y que “es necesario que aprendamos a ser más elásticos”.
El segundo principio para generar un nueva forma de gestión, es tener siempre una actitud de punto de salida, “tomar una y otra vez la salida exige que seamos capaces de montar y desmontar rápida y sucesivamente nuestra infraestructura para adaptarla a cada nueva oportunidad que detectemos y queramos explotar”. Afirma también que el pasado no sirve para justificar el futuro, “el pasado sirve para traernos hasta el lugar que hoy ocupamos y conferirnos la visión que tenemos en estos momentos, pero hemos de estar siempre preparados para tomar nuevamente la salida hacia nuevas fronteras e introducirnos otra vez en espacios de incomodidad”.
Añade también que los sujetos y las organizaciones innovadoras son un filtro personal e irrepetible, capaz de producir nuevo conocimiento a partir del conocimiento recibido. “El innovador (añade) es la persona que posee un buen conocimiento transversal, adquirido a través de la experiencia laboral, de la vida cotidiana, de sus aficiones, de sus conocidos, y de cualquier otra fuente, y lo aplica en cada momento a la consecución de un objetivo particular”.
En quinto lugar, habla de la necesidad de colaborar con otras empresas o personas.”Todos estamos más capacitados para iniciar o para ejecutar, y por lo tanto, necesitamos relacionarnos con quien está más dotado para la actividad complementaria”. En su opinión, el valor de las personas y empresas innovadoras no radica en explotar una idea, sino en generar constantemente nuevas ideas.
Concluye afirmando que la economía futura girará en torno a cómo se presentan las oportunidades y cuál es la mejor forma de aprovecharlas. “Dado que las oportunidades muestran una tendencia a ser cada vez más efímeras, será necesario explotarlas con mucha mayor rapidez y con estructuras que sean también lo bastante efímeras para poderlas montar y desmontar en poco tiempo. Si mi valor como persona o como empresa consiste en generar ideas, lo que debería hacer es poner en marcha la producción e ir a por la siguiente”.
Para Antonio Flores, existe en torno a la innovación una maraña de confusiones e indefiniciones “que están próximas a convertir el término en lo que el lingüista Samuel I. Hayakawa denominó purr-words o palabrasronroneo: términos cuya sobreutilización los rinde vacíos de significado literal y acaban por comunicar únicamente una alabanza poco definida…”
“La innovación empresarial necesariamente debe ser una actividad proactiva, alineada con el plan estratégico de la empresa, grupal y multidisciplinar, que coordina en base a las necesidades la acción desde el interior de la empresa (acciones de mejora continua y de explotación del valor existente) con las realizadas desde el exterior (acciones de ruptura o de nuevos escenarios de oportunidad). Siempre debe estar orientada al corto plazo, con objetivos claros y bien definidos y orientada a la aplicación del conocimiento ya existente en la organización o en el exterior de la misma”.
Aspectos, en mi opinión aplicables en el plano personal, siendo mi plan estratégico mi “visión”, aquello que deseo sea mi vida en el futuro.

domingo, 20 de marzo de 2011

VALORES - V (AUTODOMINIO)

Sócrates exigía a sus alumnos solo una virtud: la “enkrateia”, es decir, “ser dueños de uno mismo” o “autodominio”. El “autodominio” es el valor que nos ayuda a superar los vaivenes de los estados de ánimo, o nuestros gustos del momento.
Una persona dueña de sí misma muestra serenidad, sobriedad y trato fácil y sencillo, sabe escuchar y estar pendiente de los demás con los que exhibe grandes dosis de paciencia, el autodominio es un valor recomendable para toda persona con responsabilidades sociales, por ejemplo cargos públicos, o referentes de otros como sería el caso de un facilitador (técnico en formación).
Hacer siempre “lo que te da la gana” no es libertad sino falta de autodominio, pues no estás haciendo lo que quieres sino lo que “la gana te da”. Para hacer  “lo que quiero hacer” hace falta vencer a la “gana”, y tener dominio sobre uno mismo. La falta de autodominio nos hace creernos el ombligo del mundo, acaparar las conversaciones, presumir de los logros, despreciar todo lo que no viene de uno mismo.
Por tanto, autodominio es el valor que nos ayuda a controlar los impulsos de nuestro carácter y la tendencia a la comodidad mediante la voluntad. Nos estimula a afrontar con serenidad los contratiempos y a tener paciencia y comprensión en las relaciones personales.
En ausencia del autodominio se llegan a realizar acciones poco adecuadas, sin autodominio estamos expuestos a caer en excesos. Algunas corrientes opinan que la fuente para lograr el autodominio provienen de correctas técnicas de relajación y no seré yo quien niegue que puedan resultar favorables pero me inclino más por la tesis de que los valores se forjan a través del ejercicio diario, y con el esfuerzo preciso para reconocer y asumir aquellos rasgos menos favorables de nuestra personalidad.
El autodominio reconoce como combustibles preferidos para propiciar el rendimiento más alto posible: al conocimiento profundo de uno mismo, la humildad para reconocer los propios defectos y la voluntad y firmeza para vencer o modificar hábitos no deseables, recordemos que la condición de hábito no confiere la cualidad de idóneo pues si yo mecanizo hacer mal algo, requeriré de autodominio (autoconocimiento, humildad y voluntad) para desterrar o modificar dicho hábito.
El autodominio también es aprender a tolerar, a pasar por alto pequeñas fricciones cotidianas, no es desentenderse sino dar muestras de serenidad, comprensión y cariño, muy recomendable tanto para las relaciones familiares como con amigos o compañeros de trabajo; te ayuda a estar pendiente de las necesidades de los demás y atenderlas, frente a la tendencia cómoda de esperar ser atendido.
El autodominio o autocontrol es una de las prácticas más difíciles de aprender. Muchas veces nos encontramos enfrascadas en discusiones en las que cada parte quiere resaltar sus razones y en nuestro empeño de hacerlo perdemos el control del tono, volumen y formas de hacernos entender. Y además en un momento de ira o cólera podemos llegar a decir cosas que ni tan siquiera sentimos.
Mi abuelo me decía: “antes de reaccionar cuenta hasta diez” y tenía toda la razón, el sentido común nos dicta que cuando se está enojado o dolido por alguna acción en contra de nosotros, es imposible llegar a un acuerdo y entonces descubrimos que sí, que es mejor contar hasta diez y de ser posible contar hasta cien, para darnos la oportunidad y dársela a nuestro interlocutor de llegar a la calma.

sábado, 19 de marzo de 2011

¿TE APUNTAS?

Vengo de un periodo de tiempo de nervios, aceleración y una persecución permanente de una u otra cosa; sin descanso y con la sensación de correr detrás de una zanahoria, sin llegar a donde pretendía, pero con una clara recompensa ¡Insatisfacción! Por eso creo que ha sido una suerte la ocurrencia de escribir una serie dedicada a los “Valores”, valores morales que yo denominaba buenos, porque sin darme cuenta me he visto inmerso en un proceso de reflexión sobre aspectos nada materiales.
¿Mi locura? Simplemente pretender avanzar tan rápido como el mundo, la velocidad del desarrollo tecnológico y los avances en medicina, nos proporcionan cada minuto una “mejor” vida, y es que, en general, damos por sentado que en la actualidad tenemos mejor vida, sin ser conscientes que el vertiginoso desarrollo tecnológico nos lleva a descuidar nuestro desarrollo espiritual, nuestro crecimiento personal.
Esa loca carrera por el día a día nos proporciona algunos trofeos como insatisfacciones, frustraciones y a veces tristeza, confundimos la felicidad con la posesión por lo que dedicamos nuestros esfuerzos a “tener” y en plena era de la comunicación con telefonía móvil e Internet, se nos ha olvidado decir “te quiero” a hijos, padres y amigos, y lejos de comunicarnos eficientemente, apenas palabreamos, faltan conversaciones y eso hace las relaciones personales más distantes; el trabajo lleva muchas horas cada día a los padres y los hijos pasan más tiempo delante del ordenador que con sus padres o amigos.
La violencia, el rencor, el odio, la injusticia, la frustración, la tristeza son los ingredientes de una receta para un guiso desalentador, hemos convertido el mundo en una olla a presión repleta de desigualdades, inclemencias y guerras, hay millones de personas que sufren y pasan hambre, proclamamos que nos sobrecoge pero nuestra locura, nuestra carrera, nuestra guerra particular nos impide intentar cosas para que algo cambie y por ello, aunque digamos lo contrario, las consecuencias son idénticas a que el dolor de los demás no nos importe o que cerremos los ojos ante lo que les pasa al resto.
Muy pocas personas, si es que hay alguna, necesitarían pensar antes de responder con un rotundo SI a ciertas preguntas, preguntas del tipo: ¿Te gustaría un mundo sin guerras? ¿Querrías un mundo donde nadie pasase hambre? ¿Harías desaparecer la desigualdad y la discriminación?, etc., la respuesta sería siempre contundente y afirmativa pero hay una pregunta bastante más difícil de responder, al menos hacerlo con absoluta sinceridad ¿Y qué haces para ello?
Cambiar el mundo suena a utopía, yo desde luego no lo pienso ni intentar, pero cambiar cosas en uno mismo parece bastante más asequible, aunque no sea fácil, y eso si me lo he propuesto, voy a trabajar para "moldear" mis valores, mi forma de juzgar a los demás, como potenciar una escucha empática, etc., y si algo cambia en mí, algo cambia en el mundo, por insignificante que sea; y si llegásemos a ser muchos los que lo hiciésemos seguramente estaríamos realizando una gran contribución a la humanidad, restituyendo lo que nosotros mismos hemos sustraído.
Para mí va a ser como el regalo del “amigo invisible” ¿Te apuntas?

viernes, 18 de marzo de 2011

VALORES - IV (AUTENTICIDAD)

Autenticidad es ser realmente uno mismo en cualquier situación. Esta podría ser una definición precisa e inequívoca de autenticidad, pero… ¿Qué significa realmente “ser uno mismo”?

Ser uno mismo es sencillez, porque es lo que surge después de que se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido. La autenticidad es expresión genuina de la liber­tad interior, libertad que está reñida con todo condicionamiento. Esta libertad interior se traduce en “disponibilidad”. Disponibilidad que significa que la persona no está encerrada dentro de una estructura prefijada, que no tiene que hacer un esfuerzo para salir de esa estruc­tura y poder alcanzar otra. La autenticidad es ser y estar en el “centro”, es decir, en el punto óptimo para encaminarse en cualquier dirección. La autenticidad es, al mismo tiempo, una expe­riencia constante de satisfacción, de gozo, de felicidad, porque se está viviendo ese contenido profundo, ese contenido de plenitud.

Desde luego no es autenticidad “el automatismo”. El automatismo, sea el que sea, es por definición opuesto a la autenticidad. Automatismo quiere decir que se está actuando en virtud de un principio de funcionamiento en circuito cerrado, es decir, que se trata de algo adquirido, algo ajeno a uno mismo, aunque esté incorporado a nosotros. Por lo tanto, queda fuera de la noción de autenticidad, aunque no quisiera que esto se entendiese como una descalificación del automatismo, para mí necesario en los “hábitos” de los que soy un incuestionable defensor.

Tampoco es autenticidad “la impulsividad”, aunque a veces se suele con­fundir. Y es que la impulsividad es simplemente la expresión de algo que llevamos dentro, pero no es lo esencial. El impulso tiene una finalidad propia, pero es una finalidad que satisface exclusivamente algún aspecto de la personalidad.

Ni siquiera “la sinceridad” es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al expresarse, no en­gaña, que habla de acuerdo con lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta para que la persona sea auténtica.
Lo que creo es que el marco social que nos ha tocado vivir ha convertido la autenticidad en un valor en desuso, hasta dudo si es un valor deseable en un mundo conformado por “normas”, probablemente necesarias. En ningún momento de nuestra educación se nos ha impulsado a conocernos a nosotros mismos, sencillamente se nos enseña a compararnos.

Hemos aprendido que nuestro valor no está en nosotros mismos sino en el valor de nuestras actividades, de nuestro rendimiento, pero siempre haciéndolo en términos comparativos: mejor qué…, peor qué…, más qué…, menos qué…, lo que nos lleva a estar pendientes de los esquemas de valoración social, no en vano, algún día, alguien nos dijo “una persona vale lo que es capaz de hacer”, en esos momentos nos colocó a merced de nuestra “cotización social” y solo nos hará sentirnos satisfechos, no el ser auténticos, sino ser aceptados y reconocidos por los demás. Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada vez más de nues­tra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante nosotros mismos.

Nosotros, en nuestra esencia más profunda, no somos lo que viene del exterior: datos, hechos, modos de conducta, etc., somos la fuerza y el potencial del “Yo”, es del “Yo” de donde surge toda nuestra capacidad energética. La vida no es un proceso de incorporación de fuera hacia dentro, es un desdoblamiento de dentro hacia fuera, por ello cuanto más constriñamos nuestra autenticidad, más limitaremos nuestra carga de energía.

Creemos que la felicidad nos vendrá del éxito, de la correspondencia en el amor, de la obtención de un cargo determinado, de lo que sea, pero siempre del exterior. No obstante, es muy claro que toda nuestra capacidad de goce surge solamente cuando algo dentro de nosotros contesta a algo externo. Es nuestra respuesta interior la que produce el goce; el exterior lo provoca, lo despierta, lo estimula, pero no lo produce. Sin embargo en esto solemos confundirnos y luchamos por obtener beneficios exteriores y nos sentimos desgraciados cuando esos beneficios se frustran ante nosotros.

Cuando me creo “ser esto o lo otro”, no soy “Yo”, estoy filtrando a través de mi mente, estoy juzgando, interpretando en función de mis deseos y de mis temores, pero reconozco haber necesitado “salir” del tipo de vida habitual de los últimos años y contar con días “especiales”, serenos, para reflexionar y desarrollarme en la práctica de no “necesitar ser” sino  “ser”; estoy aun en el camino pero reconozco que la simple idea de poder estar recorriéndole me hace sentir muy bien.

¿SE VAN "LAS CAJAS"?

Sin duda alguna existen voces que proclaman que asistimos a una operación de derribo de “Las Cajas”; desde luego puede ser que sí pero puede ser que no, y también pudiese resultar ser la consecuencia de cómo y por qué nacieron, de cómo evolucionaron y de lo hoy representan, por si así fuera, me voy a limitar a tratar de biografiar el devenir de “Las Cajas”.
El origen de las cajas de ahorro está atado históricamente a las instituciones de tipo benéfico, especialmente a los “montes de piedad”. Instituciones ya presentes en el S. XV, con inspiración fuertemente religiosa. La finalidad del “Monte de Piedad”, como institución benéfico-social, era atender las demandas de las clases sociales más necesitadas de protección, a través de la concesión de préstamos gratuitos, es decir, libres de intereses, garantizados fundamentalmente con alhajas y ropas. En 1836 se plantea por primera vez el cobro de un interés en los préstamos concedidos, para cubrir los gastos de administración que generaba la actividad del Monte y para asegurar el futuro económico del mismo.
Algunos años después por “Real Orden” empiezan a fundarse las Cajas de Ahorro, con base en los “Monte de Piedad”, con una finalidad: Apoyar a colectivos poco atrayentes para la gran banca, como pequeños ahorradores, pequeñas empresas, pensionistas, comercios, jóvenes, etc. En definitiva y hasta bien entrado el S. XX, “Las Cajas” seguían siendo entidades meramente de ahorro y, a través de los “Monte de Piedad” constituían una parte fundamental del sistema financiero, dando cobertura a quienes no tenían más opción que empeñar sus bienes.
Enrique Fuentes Quintana (a quién debo mi inclinación por los temas fiscales ya que fue mi profesor de “Hacienda Pública” y me hizo entender la importancia y trascendencia de la fiscalidad), mediante lo que se conoce como “su reforma de 1977”, colocó a las Cajas en el mismo escalón de funcionamiento que los bancos, posibilitando así su rápido desarrollo con acceso a la distribución de productos y servicios vedados hasta entonces. Pero al mismo tiempo, pienso que lamentablemente, esa reforma vino a suponer la toma del control de las Cajas por parte de los partidos políticos, quienes, a través de los diversos organismos de la Administración Pública, introdujeron sus representantes en las Asambleas y Consejos de Administración.
Posteriormente, la llamada LORCA (ley 31/1985) dio presencia a las comunidades autónomas en los órganos de gobierno de estas entidades. Así, el gobierno de las cajas de ahorro pasó a estar controlado en parte por gobiernos autonómicos y “agentes sociales” como los sindicatos.  Eso, junto a que “Las Cajas” tienen un estatus jurídico indefinido, permite que se conviertan en una especie de “bancos de desarrollo” al servicio de caprichos políticos (por ejemplo, el quebrado aeropuerto de Ciudad Real).
Saltando a los momentos actuales, la nueva legislación para el reforzamiento del sistema financiero, aprobada el pasado 18 de febrero (Real Decreto-Ley 2/2011), podría no ser suficiente para que las entidades logren mayores recursos propios, ya que pone el acento en la ratio de capital en lugar de en la transparencia en la valoración de los activos, mayoritariamente inmobiliarios en el caso de “Las Cajas”.
No es baladí reflexionar sobre la bondad del imperativo de elevar el ratio de recursos propios por encima del umbral marcado por Basilea III, lo que supone, además de un reconocimiento implícito de la falta de credibilidad del sistema en su conjunto, una desventaja para las entidades españolas frente a sus competidores internacionales.
Esta reforma legislativa viene a modificar la todavía muy cercana de julio de 2010, es una especie de “donde dije digo, digo diego”, y a pocos meses de haberlo dicho, lo que desde luego no transmite ni confianza ni credibilidad y donde uno de los, aparentemente, primeros objetivos de despolitización de estas entidades financieras aun no esté nada claro.
Muchas dudas y una gran sorpresa al informarme en torno a este tema; la sorpresa no ha sido otra que la de constatar la insospechada vigencia que en la actualidad mantienen los “Monte de Piedad”, a los que sigue acudiendo en pleno S. XXI un sorprendente número de personas en busca de dinero “contante y sonante” con el que “ir tirando” cuando los gastos superan los ingresos. Las oficinas del Monte de Piedad (como otros comercios de compraventa de oro y joyas) están en pleno auge, de hecho el Monte de Piedad se ha modernizado y cuando entras a sus oficinas, como en las del INEM, lo primero que has de hacer es coger número en función de la operación a realizar, en este caso “depositar, recoger o renovar”, y esperar a que en el luminoso aparezca tu numerito, que puede tardar más de una hora, y exponerte al mayor o menor grado de vergüenza que te pueda generar lo que allí vayas a hacer.
Creo que no es precisa la aclaración pero la expresión “depositar, recoger o renovar” implica acudir a dichas oficinas buscando dinero depositando a cambio una “prenda”, acudir dispuesto a reintegrar el dinero junto a sus intereses para recoger la “prenda” o renovar el acuerdo tratando de obtener un nuevo periodo y evitar la subasta pública que implicaría la pérdida de la “prenda”.
En definitiva, mi sensación personal, que no tiene porque ser correcta, es que todos estos movimientos normativos abren expectativas pero no cierran ninguna: se permite la privatización, pero no se exige; se permiten que muchas cosas cambien pero prácticamente desde la permisividad de que no cambie nada. Creo que asistimos a una falta de dirección y definición que puede llegar a perjudicar la reestructuración del espacio financiero español. Por ello y desde mi atalaya creo que asistimos a una ley deficiente para un modelo deficiente.

jueves, 17 de marzo de 2011

¡UN PARENTESIS!

No, no, no voy a dejar de escribir sobre VALORES, seguiré escribiendo sobre todos y cada uno de los que enumeré, y alguno más si me llega alguna sugerencia o petición, que hasta el momento no se ha producido, lo que pasa es que he decidido hacer un paréntesis, dar una tregua, para ni aburriros ni aburrirme, pero seguiré escribiendo sobre dichos VALORES. Este “Kit Kat” viene motivado porque necesito opinar de cosas diferentes, por revelarme contra mí mismo, y mi programa, un guiño al “método pero con respiración asistida”. Jajaja…

miércoles, 16 de marzo de 2011

VALORES - III (AMOR)

Lejos de toda tentación poética pero con precisión académica y etimológica hemos de decir que AMOR es un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Bonitas palabras que componen una fea y fría definición de algo que cuando menos debiera presentar ternura.
El amor es un concepto universal pero a la vez es un concepto amplio que abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes que van desde el deseo pasional y de intimidad que podríamos llamar amor romántico, hasta la profunda unidad o devoción del amor religioso, pasando por el sentimiento de proximidad emocional asexual del amor familiar o del amor platónico.
Las emociones asociadas al amor son intensas y poderosas, llegan incluso a manifestarse como irresistibles. Sin ninguna duda, el amor en sus distintas manifestaciones es un poderoso motor de las relaciones interpersonales, es un elemento psicológicamente fundamental en las personas y evidencia clara de ello es el protagonismo del amor en todo tipo de artes creativas (literatura, pintura, escultura, música, etc.).
En la vida humana hay diferentes formas de ver las cosas. Un poeta ve un bosque de una manera, un maderero de otra; ambos piensan y razonan con rigor, siguiendo la pauta que les marca su propósito final. Esa pauta tiene una peculiar coherencia, una lógica específica y especial en el amor, una lógica que no está sometida al cálculo, ni a la previsión de ventajas, ni al logro de eficacia; por eso se dice que “el amor es ciego”.
La grandeza del amor auténtico radica en que su meta es la persona amada, no la posible recompensa a obtener. Amor condicionado no es amor, es interés, el amor verdadero realza al ser amado, lo considera como algo digno de ser estimado de forma incondicional, absoluta, desligada de todo.
El amor personal significa una forma de encuentro, a través del encuentro nos realizamos como personas, el amor meramente erótico, que prescinde de la creación de amistad para reducirse a pasión, nos lanza por la pendiente del vértigo que conduce a la soledad y asfixia a la persona. El amor cuando se entiende como mera pasión tiene un carácter posesivo. “¡La poseí!”, decían los galanes en nuestras comedias clásicas para indicar que habían tenido una relación erótica: es un grave error confundir amor con posesión, porque el que posee a un apersona no puede encontrarse con ella.
Sinceramente creo que padecemos un cierto analfabetismo sentimental o emocional lo que dificulta la práctica del amor inteligente, un amor que se expresa con efectividad madura, que expone abiertamente los sentimientos y la razón, pero sin desprenderse de la ternura ni la espontaneidad. Parece que los avances científicos y tecnológicos deben racionalizarnos cada vez más estrangulando o empobreciendo nuestra preparación y desarrollo emocional, fundamentalmente en valores reconocidos como positivos.
Amor, pasión, entrega, todo ello se viene representando a través de la simbología que desde tiempos inmemoriales ha ido acuñando todo lo relacionado con el amor, por citar tal vez los más significativos recordemos los corazones, las flores, los bombones y como no a Cupido con su arco y sus flechas cargadas con la pócima del enamoramiento.
Y los ingredientes para una receta de amor duradero:
  • Entregarse al otro, buscando lo mejor para él.
  • Lo importante es lo pequeño, el amor no se llena de grandes obras.
  • Evitar ser excesivamente susceptible, puede llegar a imposibilitar una convivencia razonable.
  • Capacidad de reacción, para evitar tensiones y periodos prolongados de falta de diálogo, gestos negativos, etc.
  • Mejorar las habilidades comunicativas, cuidando el lenguaje verbal o corporal y sabiendo escuchar.
  • Evitar sacar la lista de agravios. Si la palabra es plata, aquí el silencio es oro.
  • Don de la oportunidad, evitando momentos de cansancio o tensión para plantear cuestiones conflictivas.
  • Cuidar la sexualidad, de forma inteligente, tierna y atendiendo a las necesidades mutuas.