Ayer era el día en que adelantábamos los relojes, pero también se nos pedía, a millones de personas de todo el mundo, que apagásemos a las 20:30 hs., las luces, durante una hora, para mostrar nuestro compromiso con la lucha contra el cambio climático. Pero… ¿Para qué sirven este tipo de iniciativas? ¿Son eficaces para concienciar a la población? ¿Qué avances se han logrado desde que hace cinco años se puso en marcha esta iniciativa? El director de Comunicación de WWF España, Miguel Ángel Valladares, la defiende y asegura que el objetivo de este acto simbólico es exigir soluciones y fomentar la implicación de la sociedad civil durante todo el año. Por su parte, El catedrático de Física de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Ruiz de Elvira duda de la utilidad de este tipo de actos, ya que considera que sólo sirven para limpiar la conciencia: "Hay que trabajar los 365 días del año", asegura.
Vivimos en la era de los Guinness. Cosas que no tienen la menor importancia se publicitan como cuestiones básicas. Nos enteramos de quien es el más rico del mundo y no queremos saber que entre los más ricos están los capos de la droga y de la venta de armas. Nos enteramos de que “fulanita” compra en los almacenes “menganito”, como si eso nos pudiese interesar.
De la misma manera lavamos nuestras conciencias montando en bicicleta o apagando las luces unos minutos al año, pero… es que es “el día de…”.
Hemos substituido la romería, la procesión, el rezo a las cien mil vírgenes, el poner una vela a Dios y otra al diablo, por apagar las luces un sábado, pero coger un AVE el domingo desde Madrid a Valencia para comer allí y volver a Madrid a cenar.
Nos lavamos la conciencia asistiendo a la “mani” de la Puerta de Alcalá, y luego nos vamos a gastar energía y a emitir CO2.
¡Vamos a ver!: Queremos vivir muy bien (además olvidando que hay quien vive muy mal) pero olvidamos que en este mundo no hay comida gratis, y que vivir bien implica gastar mucha energía. Nos hemos acostumbrado a que la energía cueste lo que cueste, y no queremos pensar en lo que hacemos cuando quemamos carbono para conseguir energía.
Queremos no solo vivir bien, sino vivir bien sin aceptar las consecuencias de ello. Somos como quienes admiran una rosa sin pensar que se ha arrancado del rosal. La educación en España se ha centrado, desde hace años, en los derechos de las personas, y se han dejado de lado las obligaciones y las responsabilidades.
La situación en la que se encuentra el planeta y la civilización no es halagüeña. Pero esa situación no se resuelve con un día de expiación. En las culturas tribales era costumbre desplazarse al centro litúrgico llevando una paloma o un cordero y sacrificarlo allí, con lo cual se limpiaban los pecados. La cosa era muy fácil, y no exigía casi esfuerzo. Uno podía ensuciarse todo lo que quisiera, que luego se lavaba y se olvidaba la suciedad.
En el planeta tenemos problemas, y aunque queremos esconder la cabeza y mirar para otro lado, los problemas aparecen una y otra vez. Los dos problemas más acuciantes son el cambio climático y la creciente escasez de energía fósil. El primero está produciendo ya escasez de agua en varias regiones del planeta, en particular en el Oriente Medio y en “la zona del Sahel”, escasez que está provocando tensiones de guerra y presión intensa para la emigración.
La disminución en la capacidad de suministro de energía del carbono fósil, y el aumento de su uso por las clases medias de los países emergentes, cuyos miembros se cuentan por centenares de millones, está creando ya problemas serios.
Si a esto le añadimos la realidad (no por ocultada con cuidado es menos realidad) de que la nuclear no es una solución para el problema de la energía, puesto que los reactores fallan y provocan catástrofes atómicas y, adicionalmente, no es posible instalar muchos de ellos, vemos que aunque las del presente sean grises, las del horizonte son negras nubes de tormenta.
Nos tenemos que dejar de sacrificios anuales en el altar de los nuevos dioses, de poner velitas a las nuevas vírgenes, y empezar a ser humanos de verdad. Es decir, a atarnos los machos y coger al toro por los cuernos.
De la misma manera se ha acabado el tiempo “del día de…”. Hay que trabajar 365 días al año por lo que uno cree, hay que dejarse de subvenciones, de seguridad en el trabajo aun cuando la productividad individual sea ínfima, y hay que volver a aceptar que uno solo cobra si produce, que uno solo aprueba si estudia, que uno solo come si trabaja duro.
¿Volvemos a la realidad o celebramos el día de algo? Yo ayer, ante la discrepancia de criterio entre los supuestos “entendidos” y dado que tenía encendida dos luces, apagué una de ellas, pero confieso que no estoy satisfecho. Si la medida es inútil no hice nada que mereciera la pena, sin embargo, si la medida fuese positiva, ¡Yo me quedé a medias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario