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martes, 29 de marzo de 2011

VALORES - VIII (COMPRENSIÓN)

Sin duda, cuando uno se siente comprendido, cuando uno encuentra a alguien que le escucha y comparte, en un momento determinado, los sentimientos, ideas o circunstancias, uno siente una paz interior, se siente en un estado de tranquilidad, de alivio. Pero… ¿Nosotros somos capaces de hacer que otros se sientan de la misma manera?, es decir, ¿Somos capaces de comprender a los demás? ¿Somos capaces de dar algo más que un simple: “sí, te comprendo”?
La comprensión es la actitud de tolerancia que nos permite considerar justificados los sentimientos o actos de otros. La comprensión va más allá de “entender” los motivos que rodean un hecho, hay que dar o poner algo de nosotros mismos, la comprensión debe llevarnos a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado o problema por el que pudiesen estar pasando.
Podemos ver como alguien parece cometer un error y comprenderlo y aceptarlo desde la tolerancia, ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiese pasado, la tolerancia debe traducirse en confianza en los demás sobre su capacidad para superar sus propios obstáculos.
En numerosas ocasiones los sentimientos se convierten en destacados protagonistas de nuestra vida. La exaltación, la tristeza, la ira, reducen nuestra capacidad de reflexión propiciando que podamos hacer o decir cosas que realmente uno ni piensa ni siente. Si aprendemos a ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, tendremos clara nuestra fragilidad y la convicción de que podemos caer en la misma situación, de cometer los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de nuestros sentimientos.
El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual”, pues está fuera del terreno emocional, la comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “de ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas; son muchas las oportunidades que a diario nos brinda la posibilidad de vivir y hacer vivir el valor de la comprensión: “No encontramos limpia la camisa que nos íbamos a poner”, “Los compañeros no terminaron su parte del trabajo en equipo”, “Los hijos no colaboran activamente en el orden y tareas de la casa”, etc.
Si queremos convertir nuestra actitud de comprensión en un acto consciente y voluntario, deberíamos reflexionar sobre algunos aspectos básicos, como:
  • ¿Se escuchar y hacer lo posible por no dejarme llevar por el primer impulso (ira, tristeza, desesperación etc.)?
  • ¿No me precipito a la hora de hacer juicios, intentando conocer todos los aspectos que puedan influir o afectar a cada situación?
  • ¿Pienso en cual sería mi reacción si me viese afectado por una situación similar?
  • ¿Asumo la comprensión de forma activa, buscando posibles soluciones, no limitándome a escuchar?
  • ¿Intento proponer estrategias y facilitar los medios que ayuden a los demás?
Y es que la comprensión es algo muy importante, es un acto lleno de generosidad porque nos permite aprender a disculpar, a tener confianza en los demás y que los demás nos vean como alguien a quién puedan recurrir en cualquier circunstancia. La comprensión no es algo para ejercitar en situaciones extremas, se vive con naturalidad, día a día y en cada momento de nuestra vida, con todas las personas, en los detalles más pequeños y en apariencia insignificantes.

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