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sábado, 26 de marzo de 2011

VALORES - VII (COMPASIÓN)

Podríamos considerar la compasión como la capacidad de sentirnos cercanos al dolor de los demás con la predisposición de proporcionar alivio. Una proximidad no física, ni emocional pues debe de tratarse de una cercanía proveniente del sentimiento de compromiso, de responsabilidad y de preocupación por quien sufre. La dificultad reside en que no siempre es fácil aplicar o llevar a la práctica aquello que nos proponemos por lo que determinadas acciones no van más allá de quedarse en “buenas intenciones”.
Diariamente ocurren a nuestro alrededor todo tipo de desgracias, más o menos cercanas a nosotros: Desastres naturales, accidentes, guerras, etc. Compadecer es una forma de compartir y participar en las desgracias y adversidades de los demás, por tanto, compadecer no es sentir lástima, a veces contemplamos una desgracia como algo sin remedio y nos produce escalofríos la simple idea de que nos pudiese pasar a nosotros, lo que nos lleva a pronunciar alguna frase de condolencia como ¡Ha sido horrible!, pero muchas veces no hacemos nada más.
Los grandes desastres nos mueven a realizar campañas, colectas o prestar apoyo en labores de ayuda humanitaria, pero el tiempo pasa y va haciendo más distantes los contratiempos de los demás, ese desinterés creciente que nos conduce al olvido o a la indiferencia nos convierte en indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio bienestar y acabamos olvidando, el hambre, la opresión, las epidemias y en definitiva las miserias de los demás. Pero la compasión no está absolutamente ausente en nuestros comportamientos, algo nos recuerda que son los que están a nuestro alrededor los que precisan de nuestra compasión, transformada en actitud de servicio. Este concepto de compasión suele estar en nuestro día a día a través de pequeños actos que realizamos, pero el ser pequeños no impide que cada uno de ellos contribuya a mejorar nuestra calidad humana, si realmente los acometemos de forma sincera y desinteresada, como: La participación en actividades de asistencia social en colectivos marginados, o, visitar a un pariente o amigo que padece una enfermedad o ha sufrido un accidente, interesados en su recuperación y procurando aportar alivio.
En el texto por el que anunciaba una serie dedicada a los valores éticos y morales, mencionaba la transversalidad de muchos de ellos y este es un claro exponente de ello y es que con la compasión se reafirman y perfeccionan otros valores: Generosidad, servicio, sencillez, solidaridad, etc., ya que compasión implica poner recursos y tiempo propios a disposición de los demás sin distinción alguna por la condición de los destinatarios, para hacer propios los problemas ajenos.
Aunque la compasión nace como una profunda convicción de procurar el bien, debemos encaminar nuestros esfuerzos a cultivar este valor lleno de oportunidades para nuestro crecimiento personal:
  • Esforzándonos en comprender que muchas veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las personas cometan errores: No permitamos que los demás “se las arreglen como puedan” y hagamos lo necesario para ayudarles.
  • Observemos quienes a nuestro alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos, y decidamos, sin discriminación, como podemos ayudar.
  • Rechacemos la tentación de hacer notar nuestra participación o esperar cualquier forma de retribución o recompensa, en ese caso sería soberbia e interés.
En definitiva, la compasión va más allá de los acontecimientos y de las circunstancias, se centra en las personas, sus necesidades y sus sufrimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia. La compasión desactiva sentimientos como la lástima, la indolencia o el egoísmo.

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