Lejos de toda tentación poética pero con precisión académica y etimológica hemos de decir que AMOR es un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Bonitas palabras que componen una fea y fría definición de algo que cuando menos debiera presentar ternura.
El amor es un concepto universal pero a la vez es un concepto amplio que abarca una gran cantidad de sentimientos diferentes que van desde el deseo pasional y de intimidad que podríamos llamar amor romántico, hasta la profunda unidad o devoción del amor religioso, pasando por el sentimiento de proximidad emocional asexual del amor familiar o del amor platónico.
Las emociones asociadas al amor son intensas y poderosas, llegan incluso a manifestarse como irresistibles. Sin ninguna duda, el amor en sus distintas manifestaciones es un poderoso motor de las relaciones interpersonales, es un elemento psicológicamente fundamental en las personas y evidencia clara de ello es el protagonismo del amor en todo tipo de artes creativas (literatura, pintura, escultura, música, etc.).
En la vida humana hay diferentes formas de ver las cosas. Un poeta ve un bosque de una manera, un maderero de otra; ambos piensan y razonan con rigor, siguiendo la pauta que les marca su propósito final. Esa pauta tiene una peculiar coherencia, una lógica específica y especial en el amor, una lógica que no está sometida al cálculo, ni a la previsión de ventajas, ni al logro de eficacia; por eso se dice que “el amor es ciego”.
La grandeza del amor auténtico radica en que su meta es la persona amada, no la posible recompensa a obtener. Amor condicionado no es amor, es interés, el amor verdadero realza al ser amado, lo considera como algo digno de ser estimado de forma incondicional, absoluta, desligada de todo.
El amor personal significa una forma de encuentro, a través del encuentro nos realizamos como personas, el amor meramente erótico, que prescinde de la creación de amistad para reducirse a pasión, nos lanza por la pendiente del vértigo que conduce a la soledad y asfixia a la persona. El amor cuando se entiende como mera pasión tiene un carácter posesivo. “¡La poseí!”, decían los galanes en nuestras comedias clásicas para indicar que habían tenido una relación erótica: es un grave error confundir amor con posesión, porque el que posee a un apersona no puede encontrarse con ella.
Sinceramente creo que padecemos un cierto analfabetismo sentimental o emocional lo que dificulta la práctica del amor inteligente, un amor que se expresa con efectividad madura, que expone abiertamente los sentimientos y la razón, pero sin desprenderse de la ternura ni la espontaneidad. Parece que los avances científicos y tecnológicos deben racionalizarnos cada vez más estrangulando o empobreciendo nuestra preparación y desarrollo emocional, fundamentalmente en valores reconocidos como positivos.
Amor, pasión, entrega, todo ello se viene representando a través de la simbología que desde tiempos inmemoriales ha ido acuñando todo lo relacionado con el amor, por citar tal vez los más significativos recordemos los corazones, las flores, los bombones y como no a Cupido con su arco y sus flechas cargadas con la pócima del enamoramiento.
Y los ingredientes para una receta de amor duradero:
- Entregarse al otro, buscando lo mejor para él.
- Lo importante es lo pequeño, el amor no se llena de grandes obras.
- Evitar ser excesivamente susceptible, puede llegar a imposibilitar una convivencia razonable.
- Capacidad de reacción, para evitar tensiones y periodos prolongados de falta de diálogo, gestos negativos, etc.
- Mejorar las habilidades comunicativas, cuidando el lenguaje verbal o corporal y sabiendo escuchar.
- Evitar sacar la lista de agravios. Si la palabra es plata, aquí el silencio es oro.
- Don de la oportunidad, evitando momentos de cansancio o tensión para plantear cuestiones conflictivas.
- Cuidar la sexualidad, de forma inteligente, tierna y atendiendo a las necesidades mutuas.
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