RICOBLOG

RICOBLOG

viernes, 18 de marzo de 2011

VALORES - IV (AUTENTICIDAD)

Autenticidad es ser realmente uno mismo en cualquier situación. Esta podría ser una definición precisa e inequívoca de autenticidad, pero… ¿Qué significa realmente “ser uno mismo”?

Ser uno mismo es sencillez, porque es lo que surge después de que se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido. La autenticidad es expresión genuina de la liber­tad interior, libertad que está reñida con todo condicionamiento. Esta libertad interior se traduce en “disponibilidad”. Disponibilidad que significa que la persona no está encerrada dentro de una estructura prefijada, que no tiene que hacer un esfuerzo para salir de esa estruc­tura y poder alcanzar otra. La autenticidad es ser y estar en el “centro”, es decir, en el punto óptimo para encaminarse en cualquier dirección. La autenticidad es, al mismo tiempo, una expe­riencia constante de satisfacción, de gozo, de felicidad, porque se está viviendo ese contenido profundo, ese contenido de plenitud.

Desde luego no es autenticidad “el automatismo”. El automatismo, sea el que sea, es por definición opuesto a la autenticidad. Automatismo quiere decir que se está actuando en virtud de un principio de funcionamiento en circuito cerrado, es decir, que se trata de algo adquirido, algo ajeno a uno mismo, aunque esté incorporado a nosotros. Por lo tanto, queda fuera de la noción de autenticidad, aunque no quisiera que esto se entendiese como una descalificación del automatismo, para mí necesario en los “hábitos” de los que soy un incuestionable defensor.

Tampoco es autenticidad “la impulsividad”, aunque a veces se suele con­fundir. Y es que la impulsividad es simplemente la expresión de algo que llevamos dentro, pero no es lo esencial. El impulso tiene una finalidad propia, pero es una finalidad que satisface exclusivamente algún aspecto de la personalidad.

Ni siquiera “la sinceridad” es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al expresarse, no en­gaña, que habla de acuerdo con lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta para que la persona sea auténtica.
Lo que creo es que el marco social que nos ha tocado vivir ha convertido la autenticidad en un valor en desuso, hasta dudo si es un valor deseable en un mundo conformado por “normas”, probablemente necesarias. En ningún momento de nuestra educación se nos ha impulsado a conocernos a nosotros mismos, sencillamente se nos enseña a compararnos.

Hemos aprendido que nuestro valor no está en nosotros mismos sino en el valor de nuestras actividades, de nuestro rendimiento, pero siempre haciéndolo en términos comparativos: mejor qué…, peor qué…, más qué…, menos qué…, lo que nos lleva a estar pendientes de los esquemas de valoración social, no en vano, algún día, alguien nos dijo “una persona vale lo que es capaz de hacer”, en esos momentos nos colocó a merced de nuestra “cotización social” y solo nos hará sentirnos satisfechos, no el ser auténticos, sino ser aceptados y reconocidos por los demás. Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada vez más de nues­tra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante nosotros mismos.

Nosotros, en nuestra esencia más profunda, no somos lo que viene del exterior: datos, hechos, modos de conducta, etc., somos la fuerza y el potencial del “Yo”, es del “Yo” de donde surge toda nuestra capacidad energética. La vida no es un proceso de incorporación de fuera hacia dentro, es un desdoblamiento de dentro hacia fuera, por ello cuanto más constriñamos nuestra autenticidad, más limitaremos nuestra carga de energía.

Creemos que la felicidad nos vendrá del éxito, de la correspondencia en el amor, de la obtención de un cargo determinado, de lo que sea, pero siempre del exterior. No obstante, es muy claro que toda nuestra capacidad de goce surge solamente cuando algo dentro de nosotros contesta a algo externo. Es nuestra respuesta interior la que produce el goce; el exterior lo provoca, lo despierta, lo estimula, pero no lo produce. Sin embargo en esto solemos confundirnos y luchamos por obtener beneficios exteriores y nos sentimos desgraciados cuando esos beneficios se frustran ante nosotros.

Cuando me creo “ser esto o lo otro”, no soy “Yo”, estoy filtrando a través de mi mente, estoy juzgando, interpretando en función de mis deseos y de mis temores, pero reconozco haber necesitado “salir” del tipo de vida habitual de los últimos años y contar con días “especiales”, serenos, para reflexionar y desarrollarme en la práctica de no “necesitar ser” sino  “ser”; estoy aun en el camino pero reconozco que la simple idea de poder estar recorriéndole me hace sentir muy bien.

2 comentarios:

  1. Como buscar la autenticidad de las generaciones jóvenes en este mundo globalizado y diverso, donde las mentiras y los engaños vienen de las más altas jerarquias sociales , donde el ejemplo moral es difícil encontrara en nuestros líderes. ¿Que hacer?

    ResponderEliminar
  2. Como buscar la autenticidad de las generaciones jóvenes en este mundo globalizado y diverso, donde las mentiras y los engaños vienen de las más altas jerarquias sociales , donde el ejemplo moral es difícil encontrara en nuestros líderes. ¿Que hacer?

    ResponderEliminar