Si nos referimos a “La Caligrafía” como concepto,
deberíamos admitir al menos dos acepciones, la que describe el conjunto de rasgos
que caracterizan la escritura de una persona y el arte de escribir empleando
bellos signos, es decir utilizando una escritura artística y correctamente
formada; la primera pasa desapercibida en el día a día y la segunda se
encuentra en peligro de extinción.
Tengo la impresión que en la actualidad tan solo la
cultura china sigue concediendo una gran importancia a la caligrafía; una
caligrafía fundamentada en la belleza estética y visual de sus “ideogramas” así
como sus técnicas de realización y basada en preceptos metafísicos de su
cultura tradicional, al menos esa impresión tuve durante mi estancia en tan
inacabable país.
La caligrafía occidental potenciada en la Edad Media
mediante los escritos que sobre pergamino, fundamentalmente en alfabeto latino,
realizaban los monjes copistas, inicia su declive hacia 1450 cuando Johannes
Gutenberg inventa la imprenta consiguiendo que la tipografía adquiera
predominancia sobre la caligrafía facilitando la difusión de libros y
documentos.
El siguiente enemigo de la caligrafía, aunque el
menos lesivo de todos ellos, fue la aparición del bolígrafo y aunque es cierto
que no la impedía, la velocidad de escritura que permitía y su comodidad de uso
fue desplazando la escritura reposada de la pluma, ya fuera estilográfica o de
plumín y palillero, favoreciendo la transición de un desfile de letras legibles
y cuidadas en un desfile de garabatos como procesión de patas de hormigas mal
avenidas que a veces los hacía ilegibles.
Un paso que resuelve el problema de esas escrituras
descuidadas y difícilmente legibles, pero definitivos enemigos de la
caligrafía, vienen de la mano de la aparición, en primer lugar de la máquina de
escribir y posteriormente del ordenador, también aparecen los llamados
teléfonos inteligentes los que salvan la caligrafía sacrificando la ortografía
y que nos proporcionan modelos en los que ni siquiera es necesario utilizar el
teclado ante la posibilidad de dictar y dar órdenes de viva voz. Es cierto que
estos medios mecánicos nos ofrecen una amplia variedad de “fuentes” entre las
que elegir, que puede apuntar a ciertos aspectos de nuestra personalidad por
vía de lo que nos gusta más, pero para mí no deja de ser una “caligrafía de
bote” un formato enlatado que nos presenta a todos de la misma forma, Tu
“arial” y mi “arial” son iguales.
Hoy me gustaría ensalzar la caligrafía personal, una
caligrafía íntima y cotidiana, esa tipología de letras que es exclusivamente
nuestra, la que utilizamos para tomar una nota, unos apuntes de clase, las
cosas que deberé meter en mi maleta para las vacaciones o la lista de la compra.
Esa caligrafía dice algo auténtico de nosotros, evidencia si la he cuidado y me
he esforzado en su grafismo, no digo solo en el ámbito artístico, sino sobre
todo en cuanto a si mi escritura es
clara y comprensible para los demás.
La realidad es que hay estudios que determinan que
la escritura es básica para fomentar la coordinación y las habilidades manuales
y que dicho ejercicio periódico es fundamental para una adecuada actividad
cerebral. El propio Freud definió la caligrafía como expresión del
“preconsciente”, algo situado entre el subconsciente y la consciencia, terreno
propio del grafólogo que no analiza el contenido de un escrito, sino la
expresividad del rasgo ya que según ellos: “El trazo muestra las generosidades
o inhibiciones que esconde cada línea”.
Confieso que me siento orgulloso de mi caligrafía,
pues he recibido un gran número de reconocimientos hacia su claridad y
estética, pero recuerdo la pesadilla de los antiguos cuadernos de caligrafía
“Rubio” que tuve que completar y la sentencia de mi padre, que con estas u
otras palabras similares me decía: “Si tus profesores inciden en que cuides tu
letra es con razón: La letra es como el aliño de una persona y una persona
desaliñada incomoda”.
Lo cierto es que esta lección la apliqué a muchos
otros órdenes de mi vida al entender que el esfuerzo, el sacrificio y el
compromiso te acercan a los objetivos que persigues.
Enconces tu como ya sabes, eres una persona muy bien aliñada. Todos hicimos en aquel tiempo caligrafías Rubio, pero no tenemos esa bonita y clara letra como la tuya.
ResponderEliminarGracias por tus elogios; ya sospechaba que los cuadernos de caligrafía Rubio tenían algunos cliente más que yo para mantenerse en el mercado. Jajaja...
ResponderEliminarde todas formas lo que si sé es que fueron cientos, por no esagerar, los cuadernos que me hicieron cumplimentar y aunque renegué de ello, hoy me alegro.
Un largo abrazo.