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miércoles, 27 de abril de 2011

LOS "SIN TECHO"

Hace algunos días el alcalde de Madrid hacia una  propuesta para que el Estado promoviese una ley que permitiera “echar” a los “sin techo” de la calle, sin pretender juzgar la iniciativa, opino que los trileros de las palabras aparecieron de nuevo en escena para obviar de la frase su segunda parte que decía “siempre que existan recursos suficientes para una atención y acogimiento dignos”; pero también es innegable que el empleo del verbo “echar”, a mi al menos me parece bastante desafortunado y censurable, a la vez que tengo la sensación que es una propuesta precedida de un móvil más estético que social.

El debate político y social desencadenado por esta propuesta, me ha llevado a reflexionar sobre esta situación y buscar algunos datos; lo cierto es que estadísticas hay pocas y desfasadas, pero según los estudios del sociólogo Pedro Cabrera, hay unas 6.200 personas sin hogar que duermen en la calle, 33.500 personas sin vivienda que tienen un lugar temporal donde dormir en albergues e instituciones y casi millón y medio de personas con vivienda inadecuada.
Quizás el que sea un mundo de anónimos en el que viven los que no quieren ser vistos y a los que no se quiere mirar, nos ha llevado a tener un dibujo borroso en el que se mezclan situaciones, deseos y propósitos diferentes, pero que el resto de la sociedad metemos en el “mismo saco”.

Dentro del mundo de la mendicidad creo que coexisten dos grupos perfectamente diferenciados; los que la practican por indigencia ante una falta de medios para alimentarse, para vestirse, etc., y los que han hecho de ella una forma de vida, practicando una mendicidad engañosa y a veces intimidante. Y además puede pertenecerse a uno u otro grupo por distintas razones como: no tener hogar, no tener empleo, no tener papeles o pertenecer a un grupo de estafadores, aunque estos últimos solo pueden pertenecer al de la falsa mendicidad.

En cuanto al colectivo que practica la falsa mendicidad, yo estoy de acuerdo con el verbo “echar” pues no solo están cometiendo un delito apelando a la caridad o lástima de la sociedad mediante engaños, sino que perjudican e intoxican la imagen de los que han de practicar la mendicidad por indigencia, es decir, por necesidad y que realmente están viviendo situaciones dramáticas.
Mi reflexión realmente se centra en los practicantes de la mendicidad indigente que aunque inicialmente agruparé en un solo colectivo “el de los sin techo” por carecer de vivienda, ser esta temporal o inadecuada, más adelante realizaré alguna acotación. He de decir que no he sido capaz de encontrar un perfil basado en información estadística por lo que inicialmente los trataré conjuntamente y terminaré dividiéndolos en dos grupos, siempre conforme a mi opinión. Y empezaré con una pregunta ¿Los “sin techo” nacen o se hacen?:

Personalmente pienso que nadie nace siendo un “sin techo” sino que es el resultado de un deterioro de la situación personal, sí invirtiéramos la pirámide de jerarquías de Maslow diríamos que son las personas que tienen dificultades con su último nivel que, al estar invertida, sería el de las necesidades básicas. Al parecer hay estudios que aseguran que mientras la mayoría de las personas sufren, en toda su vida, 3 o 4 sucesos traumáticos, los “sin techo” han vivido una media de 7 u 8 sucesos encadenados como: la muerte de una persona querida, una separación sentimental, la pérdida del trabajo…
¿Pero por qué cuesta tanto salir? Aquí viene la acotación anunciada, creo que existen dos grupos, los que no pueden y los que no quieren, en ambos casos operan elementos como la soledad, la desconexión social o la marginación, junto a una clara insuficiencia de recursos y profesionales con preparación suficiente para tratar y atender a los “sin techo”. Pero en el grupo de los “que no quieren” aparecen otras dinámicas que lo dificultan como el alcoholismo y otras adicciones y en un elevado número de ellos, el padecimiento de alguna enfermedad mental, carentes del tratamiento adecuado.
Pero en ambos casos hay un motivo más y este nos involucra al resto de la sociedad y es la tendencia a rechazar y mostrar indiferencia hacia los “sin techo”, incidiendo así en uno de los aspectos más vulnerables, “la autoestima”. Existen innumerables prejuicios sociales que impiden ver la dureza de sus vidas.

Confieso que he asistido atónito al debate, fundamentalmente político, generado ante la propuesta del alcalde de Madrid y básicamente centrado en si se podía “echar” o no a la calle a alguien que no quiere salir de ella, estando en su derecho de vivir como quiera, lo que me lleva a una opinión y a una pregunta, el cinismo cívico con el que nos comportamos y ¿Hasta dónde llegan los derechos y libertades de una persona? Y es que en mi opinión ambos elementos, la opinión y la pregunta, han formado un cuerpo único en un elevado número de personas, periodistas algunos y políticos la mayoría, que han pretendido acotar el debate al ámbito de los derechos, aferrándose a la desafortunada expresión de “echar”.

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