Noté como empezaba a despertar mi cuerpo, pero de pronto me sentí raro, temeroso, no me atrevía a abrir los ojos. Me notaba empapado en sudor, con la boca reseca y como si la cama se balancease, confieso que sentí miedo. ¿Dónde estaba? ¿Qué me estaba sucediendo? Tras un gran esfuerzo empecé a recuperar algún recuerdo de la noche anterior: empezó normal, continuó divertida, se fue animando y creo que se tornó turbulenta, o me lo pareció.
¿Tal vez una copa de más? ¿Tal vez algún cigarrillo de más? ¿Tal vez ambas cosas?, o ¿Tal vez algo de menos? Era inútil, no podía pensar, algo abrasaba mi cuerpo, notaba como mi piel se estiraba dolorosamente, como necesitando rasgarse; no sabía cómo hacerlo pero necesitaba abrir mis ojos, era preciso tratar de descubrir donde estaba y que me sucedía ¿Quiénes y qué estaban haciendo conmigo?
Los párpados me pesaban como nunca antes, las sienes me golpeaban repetidamente con un “tun, tun, tun…” continuo y cada vez más próximo, como si algo estuviese acercándose hacia mí; logré tras un esfuerzo que nunca pensé que fuera capaz de hacer, vencer el dolor que sentía y separar mis párpados, lo que me permitió empezar a percibir una neblina luminosa que me cegaba; todo era borroso. Me esforcé una vez más, parpadeando y guiñando repetidamente mis ojos, logrando, ahora sí, que los abstractos contornos iniciales fuesen tomando forma y dibujando el entorno; de repente me pareció plácido y mi mente empezó a enviarme mensajes mucho más coherentes, es cierto que la noche anterior me había “pasado” un poco, por eso por la mañana había decidido ir a relajarme al estanque a remar un poco y ahí estaba toda la explicación.
Me había quedado dormido en la barca y la resaca y el sol eran los únicos demonios protagonistas de mi malestar, ese malestar que había creado en mi somnolienta mente tanta desazón e incluso temor, no era mi cama la que se balanceaba, sino esa minúscula barca a la que inexplicablemente había decidido subirme. Mientras recuperaba mi tranquilidad y percibía cómo iba relajándome al ritmo de una condescendiente autocrítica de “pero mira que eres tonto”, algo volvió a acelerar mis sistemas de alarma, ¡Dios mío, el tun, tun, tun…!, estaba más cerca, se me echaba encima a toda velocidad.
Conseguí abrir los ojos del todo, esta vez “como platos” y entonces lo vi y comprendí lo que sucedía, el “tun, tun, tun…” era el motor de la barcaza colectiva y se me estaba echando encima, cada vez me parecía más grande; me espabilé como pude, me aferré a los remos y traté de separarme de ese monstruo que se me abalanzaba, pero mi lentitud de movimientos y mi poca soltura con los remos hicieron lo demás ¡CRAAAAAASSSSHHHHH!
De nuevo la total oscuridad, pero el golpe terminó por despertarme del todo, acababa de caerme de la cama y comprender que todo había sido un sueño; sentí un gran alivio pero aun seguía sudando y tenía la boca seca, me levanté y bebí un poco de agua fresca, ya más sereno decidí regresar a la cama pues solo eran las 04,00 hs., convencido que ahora podría descansar tranquilo, pero ya no pude dormir, me daba miedo volver a la barca o a lo que quedara de ella.
Pero algo me pedía un esfuerzo adicional, un esfuerzo ni mucho menos placentero, pero ese algo me decía, ¡Vuelve a dormir y no temas volver a la barca o ésta te seguirá permanentemente!
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