…Y que no me digan en la esquina.El venao, el venao…”
De rumores y la conveniencia de no hacerles caso va la canción de “Havana Club”.
Y es que como dice Jesús García en su obra “La Comunicación Interna”, el rumor aparece cuando los canales de comunicación formal no proporcionan la información suficiente sobre el desarrollo de los sucesos, buscándose entonces a través de los canales informales. Aparecen entonces frases tan típicas como “se dice que dijo”, “se rumorea”, “me lo ha dicho alguien de confianza”, etc. Los grandes valedores del rumor son sentencias del tipo “si lo han dicho, por algo será” o “cuando el rio suena, agua lleva” como dando a entender que todo rumor o habladuría tiene algún fundamento; pero nunca olvides que el agua puede arrastrar ramas y otros elementos, que sin duda también harán ruido, quizá lo más sensato sería decir “cuando el rio suena, mira a ver qué agua lleva”.
Un rumor es una afirmación general difundida mediante el “boca a boca” (sin desestimar hoy en día Internet y las redes sociales) y que contiene información no verificable sobre una determinada situación que afecta, o puede afectar, a un determinado número de personas; un rumor no ha de ser necesariamente falso y de hecho, casi siempre un rumor es, al menos, parcialmente cierto, aunque el problema siempre será el mismo y ese problema no será otro que la incertidumbre sobre la veracidad del rumor, no obstante, el rumor es poderoso y tiene fortaleza suficiente para ser poco contestado socialmente.
Pero lo admitamos o no, el rumor es la piedra angular de la desinformación y se torna especialmente nocivo cuando las personas aprovechan los espacios informales para generarlos con un claro interés en su difusión; en estos casos, el rumor es portador de “opiniones” que pueden contener información errónea e incluso verdades disfrazadas con fines desorientadores o engañosos, el rumor se convierte así en una técnica de manipulación, suponiendo una ocasión de oro para los oportunistas.
En otras ocasiones, el rumor puede servir de vehículo para la expresión de sentimientos personales, sin que sea preciso evidenciar tales sentimientos. Es decir, que quién genera o propaga un rumor puede transmitir dentro de éste sus sentimientos sin necesidad de explicitarlos.
La técnica, consciente o inconsciente, en la generación de un rumor pasa en primer lugar por omitir determinados detalles que impidan entender completamente lo que se propaga, se acompaña de una enfatización de aquello que se pretende resaltar para facilitar la interpretación deseada, y procurando, por último, vincular el rumor con experiencias pasadas o situaciones presentes que lo acentúen.
Otro elemento a tener en cuenta ante los rumores es la existencia de un elemento potenciador de los mismos, éste no es otro que la “autoridad” de quién lo lanza. Si algo ha sido dicho por un “experto” o por una persona a quién se le reconoce un “testimonio incuestionable”, se produce una tendencia a considerarlo como una verdad universal, cuando en un elevado número de ocasiones no pasa de ser una simple opinión personal.
Pero no todos los rumores circulan o se expanden a la misma velocidad, curiosamente los rumores con contenido tóxico y previsibles consecuencias dañinas lo hacen con fuerza y a gran velocidad, sin embargo, si el contenido del rumor, aunque no sea lo habitual, pudiésemos calificarlo de beneficioso, se va desinflando y perdiendo velocidad, incluso algunos en un intento de desmitificarlos los calificarán de “leyenda urbana”.
En fin, contra los rumores solo hay un antídoto, pero no mucha gente dispuesta a administrarlo y es combatirlos con hechos que los desmientan.
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