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sábado, 11 de junio de 2011

LA ARGUCIA. UNA PIRUETA DEMASIADO FRECUENTE

Argucia: “Sutileza, sofisma, argumento falso presentado con agudeza”. Es decir, argumento falso presentado con habilidad e ingenio para hacerlo pasar por verdadero, o lo que es lo mismo, una treta.

Según el DRAE: “Treta significa; medio que se emplea con astucia y habilidad, para conseguir una cosa y en el que hay oculto un engaño o una trampa”.

“Hablando se entiende la gente”, frase muy común pero bastante errática, las personas evidenciamos una gran dificultad para entendernos hablando, en especial si la conversación se torna en discusión, (Discusión: Contienda o batería de alegaciones y razones más o menos fundamentadas, muchas veces menos que más, pero siempre en contra de la opinión de otros). ¡Discutimos hasta hablando del tiempo! Y la discusión puede que nos lleve a conocer más a los demás, pero no a nosotros mismos, mientras que son los demás los que descubren facetas nuestras.

Y es que lo que se busca en las discusiones no es aclarar las distintas interpretaciones en disputa, sino acallar al otro, lo que yo digo es más cierto, interesante y profundo. Siempre existen personas que, manipulando falsas muletillas argumentativas, se dedican a inutilizar las intervenciones ajenas, independientemente de lo que digan y cómo lo digan. Esta gente no sólo no dice algo significativo, sino que impide que los demás lo hagan.

Quien utiliza estas argucias suele evidenciar: primero, que siempre discrepa de lo que diga el otro y cómo lo diga; segundo, que considera que recurriendo a ciertas muletillas muestra equilibrio, objetividad y racionalidad a raudales cuando no posee ninguna de estas cualidades; tercero, que aparenta ser más sabio que nadie cuando en realidad no lo es, pues de los temas de los que se habla, muy probablemente, es la primera vez que oye hablar de ellos.

Hay cinco tipos de argucias argumentativas, muy utilizadas, que se anteponen al argumento propio para darle fuerza o incluso ante la ausencia de argumento alguno, a la vez que se pretende debilitar las afirmaciones de su interlocutor, esas argucias son:
  • "Eso son generalizaciones".
  • “Eso es simplificar demasiado".
  • "Eso es muy superficial".
  • "La cosa es más compleja".
  • "Ésa es tu opinión".
Algunos, quizás, consideren que estas falsas muletillas argumentativas desaparecerían, si nos expresáramos con más exactitud. Yo lo dudo. Somos tan sensibles al gusto de dominar al otro que por conseguirlo no reparamos en utilizar lo que haga falta: falacias, demagogias, falsas imputaciones y toda clase de razonamientos.

De alguna manera la argucia requiere sutileza porque aunque argumenta algo falso lo presenta con agudeza y cuando ésta no se domina se corre el riesgo de refugiarse en la mentira, que sigue siendo un argumento falso pero en el que se ha sustituido la sutiliza por la vileza y la agudeza por la futilidad.

Y es que la mentira es quimera, esa bestia que vomita llamas y de la que no se sabe si es león, cabra o dragón. La mentira es un intento de inducir a error o de aparentar, en definitiva la mentira pretende hacer que el otro crea algo que en realidad es falso, es solo farsa e invención de algo que verdaderamente nunca sucedió o existió.

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