RICOBLOG

RICOBLOG

jueves, 23 de junio de 2011

MIS QUIMERAS. "Un matiz"

El bandolerismo como fenómeno, no se puede reducir a una determinada época histórica, ni ubicarlo en ciertas zonas geográficas, por norma general va ligado, en su versión más romántica, a la opresión y al descontento social. Coincidiendo con el nacimiento de la novela picaresca, el bandolero se transforma en pícaro, con la habilidad mental y física que le caracteriza. Ya de esta época se nos traslada a la concepción más clásica del bandolero, en ocasiones cruel y violento y en otras luchador y activo por las causas más desfavorecidas.

Se puede definir el espíritu de los bandoleros como generoso y caritativo del que con frecuencia hicieron gala para con los mas necesitados. Roban sin piedad a unos para, a veces, ceder generosamente a otros el producto de lo robado. Realizan un acto vil y a continuación son capaces de un insólito rasgo de nobleza. Matan con saña y a poco protegen la vida de quién, desvalido, a ellos se confían. Viven enfrentados a la ley y a mucho de sus actos les anima un alto estilo de justicia.
Con esas premisas, yo, nacido en el barrio de Lavapiés, no fui realmente un bandolero, sino un ladrón urbano y desde luego la sierra no era mi territorio. Lo mío era callejear por Madrid y frecuentar tabernas. Puestos a elegir seguro prefería el chotis a la jota. Las cabalgadas y grandes caminatas tampoco eran de mi agrado, mi preferencia era más de coger un "simón" (coche de caballos al punto).

Si es cierto que me convertí en el bandido madrileño más castizo y famoso, y que se ha elaborado todo un proceso de idealización propio de la clásica imagen positiva del bandolero y, son varias las informaciones y leyendas que hablan de una cierta relación con la sierra del Guadarrama y su entorno, donde escondí algunos botines. Desde luego me parece difícil que alguien llegue a pensar que llegara tan lejos, a un terreno desconocido para esconder algo. Y más conociendo los dedos largos de algunos merodeadores de esta zona. Aunque bien pensado, ahora se me ocurre que con lo enrevesado que resulta la Pedriza no es de descartar que alguno escondiera algo y no lo volviera a encontrar...

No es de extrañar que ya a los 19 años, moreno, bien parecido, dientes blancos, con patilla ancha y flequillo bajo mi pañuelo, bien afeitado, faja roja, capa negra, calzón de pana y calzado de “mucho tirar”, se me tildara de “Don Juan” dedicado a conquistar mujeres y vivir a costa de ellas, pero tan solo hubo tres mujeres que marcaron mi vida, en carnavales de 1827 me casé con Manuela, viuda de 23 años, pero en la luna de miel fuimos conscientes de nuestra incompatibilidad, por lo que nos abandonamos en las Navidades de ese mismo año, Luego tuve como amante a Lola La Naranjera, mujer con amigos muy importantes y amante favorita del mismísimo rey Fernando VII y que conseguía sacarme de la cárcel tan pronto entraba en ella, mi último amorío serio fue Clara de clase media y familia modesta.

Si me dediqué al latrocinio fue porque consideraba que la fortuna estaba mal repartida y yo necesitaba parte de ella para vivir holgadamente, pero nunca maté a nadie en ninguna de mis acciones, eran más ingeniosas que violentas. ¡Ah! Nunca fui a Las Cuevas de Luis Candelas junto al Arco de Cuchilleros, eso es para turistas, con mi cuadrilla me reunía en la Taberna del Cuclillo, en La Taberna de Jerónimo Morco, en la calle Mesón de Paredes; La Taberna de la Paloma, en la calle Preciados; la de Traganiños, en la calle de los Leones junto a Jacometrezo y en la Taberna del Tío Macaco, en la calle de Lavapiés. En todas ellas encontrábamos el mejor servicio, buen vino, buenas “cantaoras” y buen escondite.

Estando ya la Primera Guerra Carlista en auge y los liberales en el gobierno, cometí el error de abordar dos operaciones importantes: asaltar a la modista de la reina en su taller y al embajador de Francia y su señora en una diligencia, lo que acentuó la persecución, por parte de la justicia, de que era objeto. Traté de huir hacia Inglaterra con Clara, pero al llegar a Gijón ella desistió de tal idea y en nuestro regreso hacia Madrid fui apresado.

El 5 de noviembre de 1837 fui ajusticiado con garrote vil. La lista de de mis delitos era amplia…

En el periódico la Estafeta de 7 de noviembre de 1837, se pudo leer lo siguiente:

“Ayer sufrió la última pena a que ha sido condenado por la audiencia territorial, el famoso ladrón Luis Candelas al salir de la cárcel mostró un valor extraordinario, que no le abandonó en toda la carrera, en el momento en el que subió al patíbulo. Cuando se le puso la argolla suplicó al verdugo que suspendiese la ejecución, y dirigiéndose al público con voz firme, dijo: He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con sangre de mis semejantes; digo esto porque lo oye el que va a recibirme en sus brazos. Adiós patria mía, sé feliz”

Personalmente estoy muy satisfecho de encontrarme habitualmente incluido en la historia de los bandoleros españoles, pero me parecía una deuda con la historia no hacer algunas precisiones, ha sido la instalación de Wi-Fi, aquí en el Purgatorio, la que me ha dado la oportunidad de hacerlo. Los relatos de bandoleros son apasionantes pero está visto que el marketing no es el fuerte de los españoles: a Robin Hood le conocen hasta los chinos, pero ¿quién ha oído hablar allende nuestras fronteras, de "los 7 niños de Écija", “El Pernales”, “Pasos Largos”, “José María el Tempranillo” o “Diego Corrientes”?

No hay comentarios:

Publicar un comentario