No voy a negar que
una palabra con la que en la actualidad tropiezo frecuentemente es “crisis”,
pero hay otra más intemporal y de presencia demasiado habitual, me refiero a
“crispación”.
Si echo mano del
DRAE como hago tantas veces, compruebo que el significado de crispación es la
“acción y efecto de crispar”, es decir: “irritar, exasperar” por lo tanto es
una expresión dirigida a la acción y no al resultado, sin embargo, el uso
frecuente que encontramos responde al modo “estoy crispado”, “está crispado”,
etc., que según los ortodoxos gramaticales es una perífrasis que conjuga un
verbo en forma impersonal con otro en forma personal dando forma a la expresión
“estar crispado”.
No obstante, mi
opinión es que la crispación, al margen de su formulación gramatical, es un
estado emocional negativo y pernicioso, por un lado porque obnubila a quién la
padece y por otro lado porque es altamente contagiosa, la crispación incita a
la crispación, pero además, su toxicidad se generaliza en la persona y el
“crispado” acaba mostrándose como alguien enfadado con el mundo, nada le parece
bien, todo lo discute, incluso más allá de aquello que la originó.
En definitiva,
concibo la crispación como un estado irracional desencadenante de pasiones
incontrolables, inhibidora de la inteligencia y que deja a la persona a merced
de sus instintos más primitivos. Desde luego no estoy en contra del ardor y
apasionamiento en la defensa de aquello en lo que creemos, ni de una prudente
rivalidad en las ideas, pero es precisa la existencia del único antídoto
eficaz, cultivar un cierto grado de objetividad, racionalidad y respeto ante
las opiniones ajenas, sin olvidar la posibilidad del error propio y las
limitaciones personales.
Si te consideras
libre y con derecho a pensar y sentir, como piensas y sientes, ¿Qué te faculta
para cuestionar de manera “crispada” como piensan y sienten otros? El único
remedio que yo concibo se basa en la humildad, como la capacidad para reconocer
que tu propia verdad está tan cerca de la auténtica como pueden estar la de los
demás aunque sean diferentes a la tuya.
Pero hay otra
dimensión de la crispación que me preocupa, se trata de la que trasciende a la
individualidad, que sobrepasa a la persona, se trata de la ejercida por
determinados grupos de presión con intereses generalmente ocultos o cuando
menos no siempre explícitos, y que manejan o tratan de manejar la opinión
pública y los comportamientos colectivos, mediante consignas populistas o
inflamas partidistas, ya sea en el deporte, la política o cualquier otro ámbito.
Tanto para la
crispación personal como para la colectiva, creo que solo hay una medicación:
Piensa y siente con absoluta libertad, sin olvidar el derecho de los demás a
que piensen y sientan también libremente. Es la diversidad y el contraste lo
que provoca el crecimiento.
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