No son pocas las ocasiones en las que, a lo largo de mi carrera profesional, he asistido a Seminarios y Conferencias en los que se nos proponía algún ejemplo deportivo, como patrón de conducta, para el crecimiento personal y colectivo. Y es que no parece cuestionable que cualquier campeonato continental, mundial, o, como no, unos Juegos Olímpicos nos muestran como el talento, el entrenamiento, la determinación, la superación, la técnica, la táctica, la tradición, la innovación, la grandiosidad y la humildad, son factores indispensables para una actuación de éxito.
Son precisamente estos fundamentos los que provocan la diferencia de “la diferencia” y si son imprescindibles en el deporte y competición individual, en el colectivo o deporte de equipo se requiere de su armonización, como algo adicional, para que dichos fundamentos den forma a una cultura y conducta de grupo. Lo que sucede es que esa armonización es especialmente exigente con una “adecuada comunicación”, asignatura aun pendiente en un elevado número de todo tipo de organizaciones en general y de las empresas en particular.
¡CÍRCULOS DE CONTROL DE CALIDAD, TRABAJO EN EQUIPO, ESTÍMULOS MOTIVACIONALES, ETC.!, éstas y múltiples denominaciones más son el fiel exponente de la continua búsqueda de la mejora y del famoso “performance” en organizaciones y empresas, sin embargo, es frecuente observar una acusada carencia de los fundamentos citados y especialmente en su armonización.
Pues bien, de los diferentes patrones de deporte colectivo hay uno que a mí me llama especialmente la atención y que creo que es el que mejor refleja lo hasta aquí dicho. Se trata del Voleibol; en un encuentro o partido de “volei” la meta es la victoria, no cabe el empate y si convenimos que los movimientos realizados en conjunto por los jugadores de un equipo, para superar a otros, son las llamadas tácticas, en él encontramos su máxima expresión, en la que el equipo técnico realiza un auténtico análisis y control del proceso, como recursos para corregir errores del equipo y explotar los puntos débiles del oponente; la base real no es otra que la evaluación del desempeño individual y colectivo momento a momento, es decir, de forma continua, sin demorar decisiones que tomadas con retraso no aportan nada más que confusión.
En el “volei” la mayoría de los tantos son el resultado de la táctica de los “tres pases”, logística en la que la solidaridad se hace patente e imprescindible. Conocimiento compartido, disciplina, flexibilidad, rapidez de reflejos, superación, concentración, equilibrio emocional, armonía, capacidad para superar las condiciones adversas, son algunos de los factores de aprendizaje colectivo.
Hoy, en las organizaciones y empresas, aunque a un ritmo más lento de lo deseable, estamos asistiendo a un adelgazamiento o disminución en los niveles jerárquicos, lo que precisa fomentar una mayor delegación en los procesos decisorios, para ello es indispensable entrenar de forma exhaustiva a todos los miembros o empleados, para que sepan tomar las decisiones correctas y en el tiempo preciso.
De forma particular, enriquecer la gestión de la empresa con la filosofía del “volei” significa agregar un valor muy especial en la incesante búsqueda de la satisfacción total de los cuatro protagonistas del mundo de los negocios: Los accionistas, los empleados, los clientes y los proveedores.
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