Era una tarde tranquila y soleada, yo me encontraba leyendo un libro cuándo me pareció que alguien llamaba a mi puerta, aunque sin utilizar el timbre, sino gopeando suavemente los nudillos sobre ella.
- Toc – toc.
- ¿Sí? ¿Quién es?
- Soy un personaje muy popular, aunque no siempre resulto cómodo para mis anfitriones.
- ¿Eres ese vecino pesado y sabiondo que todos tenemos en nuestra comunidad?
- ¡No, no! Lo cierto es que se han publicado cantidad de libros de “autoayuda” en los que soy uno de los principales protagonistas. Se echa mano de mí para atender a situaciones de autoestima, desarrollo personal y de autorrealización.
- Entonces tú eres el esfuerzo.
- ¡No, no! Ese va habitualmente conmigo pero no soy yo; te daré una última pista: a pesar de lo utilizado que soy, tanto de forma oral como escrita, no soy un término reconocido por la Real Academia Española.
- ¡Ya! Serás un término anglosajón.
- Está bien, te diré quién soy, soy el “autoconocimiento”.
- ¡Ah, vale! O sea, el conocimiento de uno mismo.
- En efecto, pero parece que no me das mucha importancia, sin embargo, conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente vuestra racionalidad, pero también vuestros miedos y vuestras pasiones.
- Bueno, pero uno mismo sabe bastante de cómo es ¿No?
- Te diré que dicen que en cada persona se pueden encontrar a tres:
- La que creéis que sois = autoconcepto.
- La que los otros creen que sois = diferente para cada observador.
- La que realmente sois = que precisa del autoconocimiento. Ya que, sin duda, el autoconocimiento es necesario para tener o mejorar nuestras relaciones interpersonales, con los amigos, en el trabajo, con la familia…
- Y ¿Tienes alguna recomendación para mí?
- Mira, el autoconocimiento es la primera aptitud de la Inteligencia Emocional, si uno no logra conocerse bien a sí mismo, si uno no es consciente de sus debilidades y de sus fortalezas, si no es capaz de identificar sus estados de ánimo, de escuchar la información de sus emociones y las consecuencias que unos y otras pueden tener en sus conductas, difícilmente podrá controlar sus reacciones y utilizarlas de manera productiva.
- Entonces…
- Verás, ahora no puedo seguir con nuestra conversación, pero te propongo volver otro día y hablamos de cómo la “ventana de Johari” y mi gran amigo el “feedback” pueden ser mis dos grandes aliados.
- De acuerdo te espero con impaciencia.
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