RICOBLOG

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jueves, 30 de junio de 2011

DESTERRANDO LA FRUSTRACIÓN

Generalmente cuanto más fuerte es el deseo de la meta, tanto más intensa es la frustración cuando no se alcanza el objetivo. Por tanto, cuanto mayor sea la motivación por alcanzar una meta o la trascendencia de satisfacer una necesidad y nos veamos imposibilitados de alcanzarlo, mayor será la frustración que experimentaremos pues sentiremos que hemos fracasado en lo que nos habíamos propuesto y también será más difícil el reponernos del suceso o salir del estado de frustración. Es muy probable que esta idea sea poco contestada, pero en mi opinión, la frustración, como el dolor o el desengaño no son castigos y aunque puedan ser tóxicos o nocivos para el desarrollo personal, también pueden  ser desde su lado positivo, verdaderas lecciones de aprendizaje si se tratan con la perspectiva adecuada.

El termino frustración lo aplicamos a las circunstancias que dan como resultado la falta de satisfacción de una necesidad o un objetivo. De acuerdo con esta concepción podemos decir que se puede llegar a presentar en cada una de las etapas de nuestra vida, por ejemplo cuando éramos pequeños y había un juguete que deseábamos con gran anhelo y que se nos negaba la posibilidad de tenerlo, o cuando ya adultos y en nuestra vida profesional vemos impedida la posibilidad de ascender dentro de una empresa u obtener el aumento que tanto se desea. Ambas situaciones son totalmente distintas y de adultos pueda ser que consideremos la primera como una cosa superflua y sin importancia, pero las dos necesidades en su momento las consideramos muy importantes para nosotros, por lo que el mero hecho de no ser satisfechas o alcanzadas nos generan algún nivel de frustración.
Con esto no pretendo decir que la mejor receta ante la frustración sea el tiempo, porque si bien es cierto que el tiempo cicatriza las heridas, no es menos cierto que durante ese proceso de cicatrización las heridas duelen. La frustración se produce cuando las expectativas de la persona no coinciden con los hechos reales. Lo que frustra no es tanto la adversidad como el hecho de que los acontecimientos no se produzcan como uno esperaba. El inmaduro espera que los acontecimientos se sucedan siempre del modo que más le conviene. Cuando esto no es así, le resulta difícil aceptar que sus previsiones eran incorrectas y que había concebido unas expectativas infundadas. Lo común en estos casos es buscar un culpable, porque resulta más fácil que aceptar el propio error. La persona de experiencia, por el contrario, analiza objetivamente todas las posibilidades. Piensa en el resultado final y no se inquieta por los pequeños reveses que ha previsto ya como inevitables.
La frustración en la mayoría de los casos tiende a ser acumulativa, por lo tanto, una persona al vivir una serie de situaciones frustrantes de pequeña importancia, pero que vayan sumándose, puede que al final logren desequilibrar su vida y que llegue a sentirse frustrada, aun cuando cada una de estas situaciones, individualmente gestionadas, no le causarían frustración en absoluto, pero el intervalo en que ocurren y la susceptibilidad de la persona en ese momento es un factor importante para que estas le puedan generar un estado de frustración.
Por lo general, la inmadurez de una óptica miope hacia la vida en la que lo importante es lo inmediato, hace que la frustración sea moneda corriente en nuestra sociedad, compuesta en su mayoría por personas emocionales e inmaduras que confundimos nuestros sueños e imaginaciones con la realidad. Pero esta realidad no existe para la persona de experiencia que tiene su vista puesta en el horizonte y sabe que cada traspié, al fin y al cabo, le acerca más rápidamente a su objetivo.
La forma en que reaccionaremos y los efectos que nos conllevará cuando veamos insatisfecho un objetivo, dependerá en gran medida del entorno en que nos hallamos desarrollado y también del ambiente en que nos desenvolvamos, por otro lado, no todas las personas sentirán en mismo grado de frustración que otras ante las mismas situaciones u objetivos incumplidos. Las situaciones frustrantes se presentaran siempre a lo largo de nuestra vida, ya que no existirá una vida perfecta, pero, el deber es de la persona de no dejarse derrotar ante estas y aprender de ellas para poder seguir adelante y luchar por las nuevas situaciones que se nos presentaran en el desarrollo de nuestras actividades.
En la vida es muy importante ponerle ilusión a las cosas, pero cuidado… ¡Vive de ilusiones y cosecharás desencantos!

sábado, 25 de junio de 2011

LA TÁCTICA DE "LOS TRES PASES"

No son pocas las ocasiones en las que, a lo largo de mi carrera profesional, he asistido a Seminarios y Conferencias en los que se nos proponía algún ejemplo deportivo, como patrón de conducta, para el crecimiento personal y colectivo. Y es que no parece cuestionable que cualquier campeonato continental, mundial, o, como no, unos Juegos Olímpicos nos muestran como el talento, el entrenamiento, la determinación, la superación, la técnica, la táctica, la tradición, la innovación, la grandiosidad y la humildad, son factores indispensables para una actuación de éxito.

Son precisamente estos fundamentos los que provocan la diferencia de “la diferencia” y si son imprescindibles en el deporte y competición individual, en el colectivo o deporte de equipo se requiere de su armonización, como algo adicional, para que dichos fundamentos den forma a una cultura y conducta de grupo. Lo que sucede es que esa armonización es especialmente exigente con una “adecuada comunicación”, asignatura aun pendiente en un elevado número de todo tipo de organizaciones en general y de las empresas en particular.
¡CÍRCULOS DE CONTROL DE CALIDAD, TRABAJO EN EQUIPO, ESTÍMULOS MOTIVACIONALES, ETC.!, éstas y múltiples denominaciones más son el fiel exponente de la continua búsqueda de la mejora y del famoso “performance” en organizaciones y empresas, sin embargo, es frecuente observar una acusada carencia de los fundamentos citados y especialmente en su armonización.
Pues bien, de los diferentes patrones de deporte colectivo hay uno que a mí me llama especialmente la atención y que creo que es el que mejor refleja lo hasta aquí dicho. Se trata del Voleibol; en un encuentro o partido de “volei” la meta es la victoria, no cabe el empate y si convenimos que los movimientos realizados en conjunto por los jugadores de un equipo, para superar a otros, son las llamadas tácticas, en él encontramos su máxima expresión, en la que el equipo técnico realiza un auténtico análisis y control del proceso, como recursos para corregir errores del equipo y explotar los puntos débiles del oponente; la base real no es otra que la evaluación del desempeño individual y colectivo momento a momento, es decir, de forma continua, sin demorar decisiones que tomadas con retraso no aportan nada más que confusión.
En el “volei” la mayoría de los tantos son el resultado de la táctica de los “tres pases”, logística en la que la solidaridad se hace patente e imprescindible. Conocimiento compartido, disciplina, flexibilidad, rapidez de reflejos, superación, concentración, equilibrio emocional, armonía, capacidad para superar las condiciones adversas, son algunos de los factores de aprendizaje colectivo.
Hoy, en las organizaciones y empresas, aunque a un ritmo más lento de lo deseable, estamos asistiendo a un adelgazamiento o disminución en los niveles jerárquicos, lo que precisa fomentar una mayor delegación en los procesos decisorios, para ello es indispensable entrenar de forma exhaustiva a todos los miembros o empleados, para que sepan tomar las decisiones correctas y en el tiempo preciso.
De forma particular, enriquecer la gestión de la empresa con la filosofía del “volei” significa agregar un valor muy especial en la incesante búsqueda de la satisfacción total de los cuatro protagonistas del mundo de los negocios: Los accionistas, los empleados, los clientes y los proveedores.

jueves, 23 de junio de 2011

MIS QUIMERAS. "Un matiz"

El bandolerismo como fenómeno, no se puede reducir a una determinada época histórica, ni ubicarlo en ciertas zonas geográficas, por norma general va ligado, en su versión más romántica, a la opresión y al descontento social. Coincidiendo con el nacimiento de la novela picaresca, el bandolero se transforma en pícaro, con la habilidad mental y física que le caracteriza. Ya de esta época se nos traslada a la concepción más clásica del bandolero, en ocasiones cruel y violento y en otras luchador y activo por las causas más desfavorecidas.

Se puede definir el espíritu de los bandoleros como generoso y caritativo del que con frecuencia hicieron gala para con los mas necesitados. Roban sin piedad a unos para, a veces, ceder generosamente a otros el producto de lo robado. Realizan un acto vil y a continuación son capaces de un insólito rasgo de nobleza. Matan con saña y a poco protegen la vida de quién, desvalido, a ellos se confían. Viven enfrentados a la ley y a mucho de sus actos les anima un alto estilo de justicia.
Con esas premisas, yo, nacido en el barrio de Lavapiés, no fui realmente un bandolero, sino un ladrón urbano y desde luego la sierra no era mi territorio. Lo mío era callejear por Madrid y frecuentar tabernas. Puestos a elegir seguro prefería el chotis a la jota. Las cabalgadas y grandes caminatas tampoco eran de mi agrado, mi preferencia era más de coger un "simón" (coche de caballos al punto).

Si es cierto que me convertí en el bandido madrileño más castizo y famoso, y que se ha elaborado todo un proceso de idealización propio de la clásica imagen positiva del bandolero y, son varias las informaciones y leyendas que hablan de una cierta relación con la sierra del Guadarrama y su entorno, donde escondí algunos botines. Desde luego me parece difícil que alguien llegue a pensar que llegara tan lejos, a un terreno desconocido para esconder algo. Y más conociendo los dedos largos de algunos merodeadores de esta zona. Aunque bien pensado, ahora se me ocurre que con lo enrevesado que resulta la Pedriza no es de descartar que alguno escondiera algo y no lo volviera a encontrar...

No es de extrañar que ya a los 19 años, moreno, bien parecido, dientes blancos, con patilla ancha y flequillo bajo mi pañuelo, bien afeitado, faja roja, capa negra, calzón de pana y calzado de “mucho tirar”, se me tildara de “Don Juan” dedicado a conquistar mujeres y vivir a costa de ellas, pero tan solo hubo tres mujeres que marcaron mi vida, en carnavales de 1827 me casé con Manuela, viuda de 23 años, pero en la luna de miel fuimos conscientes de nuestra incompatibilidad, por lo que nos abandonamos en las Navidades de ese mismo año, Luego tuve como amante a Lola La Naranjera, mujer con amigos muy importantes y amante favorita del mismísimo rey Fernando VII y que conseguía sacarme de la cárcel tan pronto entraba en ella, mi último amorío serio fue Clara de clase media y familia modesta.

Si me dediqué al latrocinio fue porque consideraba que la fortuna estaba mal repartida y yo necesitaba parte de ella para vivir holgadamente, pero nunca maté a nadie en ninguna de mis acciones, eran más ingeniosas que violentas. ¡Ah! Nunca fui a Las Cuevas de Luis Candelas junto al Arco de Cuchilleros, eso es para turistas, con mi cuadrilla me reunía en la Taberna del Cuclillo, en La Taberna de Jerónimo Morco, en la calle Mesón de Paredes; La Taberna de la Paloma, en la calle Preciados; la de Traganiños, en la calle de los Leones junto a Jacometrezo y en la Taberna del Tío Macaco, en la calle de Lavapiés. En todas ellas encontrábamos el mejor servicio, buen vino, buenas “cantaoras” y buen escondite.

Estando ya la Primera Guerra Carlista en auge y los liberales en el gobierno, cometí el error de abordar dos operaciones importantes: asaltar a la modista de la reina en su taller y al embajador de Francia y su señora en una diligencia, lo que acentuó la persecución, por parte de la justicia, de que era objeto. Traté de huir hacia Inglaterra con Clara, pero al llegar a Gijón ella desistió de tal idea y en nuestro regreso hacia Madrid fui apresado.

El 5 de noviembre de 1837 fui ajusticiado con garrote vil. La lista de de mis delitos era amplia…

En el periódico la Estafeta de 7 de noviembre de 1837, se pudo leer lo siguiente:

“Ayer sufrió la última pena a que ha sido condenado por la audiencia territorial, el famoso ladrón Luis Candelas al salir de la cárcel mostró un valor extraordinario, que no le abandonó en toda la carrera, en el momento en el que subió al patíbulo. Cuando se le puso la argolla suplicó al verdugo que suspendiese la ejecución, y dirigiéndose al público con voz firme, dijo: He sido pecador como hombre, pero nunca se mancharon mis manos con sangre de mis semejantes; digo esto porque lo oye el que va a recibirme en sus brazos. Adiós patria mía, sé feliz”

Personalmente estoy muy satisfecho de encontrarme habitualmente incluido en la historia de los bandoleros españoles, pero me parecía una deuda con la historia no hacer algunas precisiones, ha sido la instalación de Wi-Fi, aquí en el Purgatorio, la que me ha dado la oportunidad de hacerlo. Los relatos de bandoleros son apasionantes pero está visto que el marketing no es el fuerte de los españoles: a Robin Hood le conocen hasta los chinos, pero ¿quién ha oído hablar allende nuestras fronteras, de "los 7 niños de Écija", “El Pernales”, “Pasos Largos”, “José María el Tempranillo” o “Diego Corrientes”?

lunes, 20 de junio de 2011

LA FUERZA DEL PODER PERSONAL

No soy religioso, filósofo o psicólogo, tampoco practico Zen, ni yoga, soy simplemente un proyecto permanente de hombre que desde hace años busca transitar por el camino del éxito, siendo consciente que la base está en el crecimiento y poder personal.

El poder personal es el que nos va a permitir moldear nuestra propia vida, representa nuestra capacidad ante la posibilidad de elegir y asumir la responsabilidad de las decisiones que tomemos; pero el poder personal generalmente se encuentra disperso entre nuestras conductas limitantes, si logramos concentrarlo recuperamos ese poder personal que hemos entregado a esas conductas que nos limitan, el poder que hemos entregado al pasado, al futuro, a las circunstancias, incluso que hemos entregado a otras personas que condicionan nuestras decisiones.
Para transitar por el camino del poder personal no existen planos ni mapas que nos marquen el itinerario, es más, elegir el camino deseado “de corazón” nos obliga a veces a desdeñar sendas que parecen más seguras, más transitadas, sendas que nos muestran resultados probables de éxito pero que no están en la onda de nuestro corazón; este tipo de sendas nos pueden llevar, por ejemplo, a elegir una carrera o profesión que nos presenta un más que posible bienestar económico pero que, como precio, exige renunciar a nuestra vocación.
Mediante el poder personal es factible abandonar el patrón de víctima-dependiente que nos hace depender de los demás y de las circunstancias (el llamado destino) y es que la mayoría de las personas solemos responder y reaccionar de manera automática (inconscientemente) según nuestros mapas mentales (valores, creencias, prejuicios, etc.). El verdadero poder personal procede del hecho de saber que puedes elegir como quieres reaccionar y responder a todo lo externo. No es necesario cambiar a los demás, lo necesario es cambiar nuestra forma de reaccionar ante ellos.
Platón dijo: “El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas; y los sentimientos los caballos”. Es decir, para tomar las riendas de nuestra vida tenemos que tomar el control de nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos dan dirección al cauce de nuestro camino; nuestros sentimientos prueban el agarre en las riendas del pensamiento y en un momento de descuido las soltamos. Cuando ocurra esto, nuestro carruaje dará vueltas sin dirección y sin destino; el tomar control nuevamente de las riendas del pensamiento es difícil; mientras tanto los caballos del sentimiento corren sin restricción; y dado que nuestras emociones pueden ser rebeldes y compulsivas, para que no se descontrolen hay que mantener las riendas del pensamiento.
También es frecuente que, aun con nuestra “asignatura pendiente”, queremos mostrar a otros cual es el “camino correcto” y nos ponemos a dar consejos o presionamos a nuestros hijos para que hagan una cosa o dejen de hacer otra; esos consejos suelen estar bien si el objetivo es la obtención y acumulación de objetos materiales y signos externos de poder, pero no para vivir con intensidad y plenitud, desplegando todo nuestro potencial para ser mejores personas.
El camino con “corazón” es el camino del desarrollo del poder personal, es un compromiso con la autenticidad con nosotros mismos. Es hacer aquello que nos hace sentir plenos y en lo que creemos desde lo más íntimo de nuestro ser. No existe, a priori, una forma de ser o de actuar que sea la indicada, solo escuchando nuestra voz interior sabremos cual es nuestro camino, ya que será el que nos posibilite ser lo que realmente queremos ser.
Como decía el Principito: “Es con el corazón como vemos correctamente; lo esencial es invisible a los ojos”.

sábado, 18 de junio de 2011

EL COMPROMISO DE COMPROMETERSE

Todos consideramos que es algo importante cuando hablamos del compromiso, sin embargo, el número de seguidores incondicionales se reduce considerablemente a la hora de actuar conforme a sus exigencias.

Una persona comprometida es aquella que no solo cumple sus obligaciones sino que llega a sorprendernos y es que no basta con cumplir con lo previsto o estipulado, todo compromiso tiene muchas implicaciones, un compromiso es como una brújula que orienta nuestras acciones; hacia donde nuestras acciones apuntan, apunta nuestro compromiso. No debiéramos olvidar nunca que nuestro compromiso genera expectativas en los demás y en función de ellas tomarán decisiones sobre lo que van a hacer a futuro.

El compromiso, sin duda, reside en nuestro lenguaje, está en nuestra manera de hablar y escuchar, está directamente relacionado con nuestra manera de “estar” en el mundo y de “ser” en él; con la manera de relacionarnos con nuestros valores o principios fundamentales y con la integridad con que vivimos.

La persona comprometida es generosa, busca como dar más afecto, cariño, esfuerzo, bienestar, etc., en definitiva, va más allá de lo que supone el deber contraído. Es feliz con lo que hace, lo que le permite no ver el compromiso como una carga, sino como un medio idóneo para crecer como persona mediante el servicio a los demás. Para ello, transforma promesas en realidades, sus acciones hablan más alto que sus palabras, saca tiempo cuando no lo hay y en definitiva impone el triunfo de la integridad sobre el escepticismo.

La persona comprometida proclama con valentía sus intenciones, sabe que son la base para provocar cualquier tipo de cambio, de crear algo que hasta entonces no existía y está abierta a admitir maneras de pensar distintas y aplicar nuevas y diferentes maneras de hacer. No podemos comprometernos solo con aquello que que nuestro sentido común nos dicte como posible o conocido, el compromiso tiene que jugar en el terreno del “riesgo”, ante lo que no es posible todavía, si no nos comprometemos, o lo hacemos de forma condicional, seguiremos generando más de lo mismo.

Las exigencias de un incondicional compromiso se encuentran en función del ámbito en que éste se dé, entre los más importantes podríamos citar:

Como amigos: La amistad no es utilitaria, hay que cultivarla manteniendo el contacto por alguno de los miles de medios de los que hoy disponemos y pendientes siempre de su bienestar.

Como hijos: No solo es cuestión de sinceridad, obediencia, ayuda en casa y esfuerzo en los estudios, alcanza a detalles de cariño y pequeños servicios que los padres nunca demandan pero agradecen mucho si los reciben, pues siempre los anhelan.

Como esposos: Por supuesto y más allá de la fidelidad, elemento indispensable, es preciso avivar permanentemente el amor y la comprensión como antes de casarse, solo es preciso recordar las conductas que nos permitieron alcanzar el matrimonio (bueno, o la vida en pareja que parece más acorde con los tiempos que vivimos).

Como trabajadores: No es suficiente con cumplir escrupulosamente con el horario y las tareas encomendadas, el compromiso alcanza a las conductas que favorecen un buen ambiente y a la actualización de conocimientos para el perfeccionamiento profesional.

Como ciudadanos: Hemos de ir más allá de la sensación de que poco podemos hacer, como si viviéramos aislados, así que lo hagan los que puedan, un ejemplo tonto: reciclar correctamente la basura mejora la sociedad.

Esto solo son algunos ejemplos de hasta dónde puede y debe llegar el compromiso, siempre un poco más allá, tampoco debemos olvidar preservar la imagen y nombre de los demás, para mí es especialmente triste oír a alguien hablar de forma descalificadora de algún amigo, un hijo, un padre, la pareja, su empresa o país, pues nos muestra una persona sin compromiso.

Ortega y Gasset dijo: “Yo soy yo y mis circunstancias”, yo os propongo un pequeño cambio en la frase y abracemos una que diga: “Yo soy yo y mis compromisos”.

jueves, 16 de junio de 2011

MIS QUIMERAS. "Quería hacerlo"

La verdad es que el concepto que tengo de mi, después de tantos años de acompañarme a mí mismo, es que soy una persona bastante tranquila, que nunca ha traspasado el marco de lo socialmente correcto y con unos modales coherentes con la tipología descrita, sin embargo, aquel día no sé lo que pudo sucederme pero lo cierto es que en mi cotidiano paseo vespertino, que tampoco se por qué había decidido darlo por el centro de Madrid, en lugar de las proximidades de mi domicilio, como era lo habitual, se produjo esa especie de metamorfosis.

Tras observar conductas claramente ilegales, que realizaban unos y otros, al margen de la ley, buscando claramente lucrarse con ello, se despertó mi alma de proscrito, desterrado de la norma. ¡Sí yo también quería hacerlo! Decidí ganar dinero al margen de la ley, correr un cierto peligro y desafiar el orden y autoridad establecidos. Esa noche deseaba comportarme como un delincuente.
¿Por dónde empiezo? ¿Cómo se hace? Evidentemente carecía de entrenamiento, ni siquiera tenía conocimiento del método, solo me quedaba mi capacidad de observación. Ver lo que hacían y como lo hacían. Enseguida identifiqué conductas que me parecieron claves: La mercancía en ramplonas bolsas de plástico y la ubicación en zonas de fácil evasión ante una eventual presencia policial, por ejemplo junto a entradas de bocas de Metro.
Tenía las claves y tenía la decisión, solo tenía que pasar a la acción, pensé que sería una buena idea iniciarme con una operación no excesivamente ambiciosa para desarrollar mis primeras prácticas, por lo que me dirigí a un pequeño comercio de la zona y adquirí un pack de seis latas de cerveza que junto a la ramplona bolsa que me proporcionaron me costó algo menos de tres euros y medio, por lo que si vendía cada lata a un euro ganaría dos euros y medio, se que puede no parecer mucho pero eran mis primeros pasos en la venta ilegal y esto me estimulaba.
Decidí entonces acometer el delito y obtener mis primeros y “pingües” beneficios; elegí la boca del metro, decidí por qué calles correría si fuera necesario, mientras sujetaba las cervezas dentro de la bolsa, con una cada vez más sudorosa mano. Noté como mi cuerpo se debatía entre la euforia y la parálisis, hice mis primeros movimientos y cada vez que me disponía a ofrecer una cerveza acababa pidiendo la hora.
Aquello no tenía ningún sentido, o hacía algo o terminaría inmerso en la más profunda de las frustraciones ante la cada vez más próxima rendición de mi épica e ilegal aventura. Saqué dos latas de la bolsa y me acerqué a una pareja a quienes se las ofrecí por un euro cada una, antes de que me diera cuenta el había cogido ambas latas entregándome los dos euros.
¡Ufffhhhh! Qué subidón de adrenalina, oía mi propio corazón que parecía querer salir del pecho, por fin lo había hecho, había iniciado mi clandestino negocio; me sentía tan eufórico que no percibí que una pareja de policías se me acercaba mientras uno de ellos me preguntaba por lo que llevaba en la bolsa, aun no sé cómo, pues estaba “cagao” pero conseguí balbucear que llevaba unas cervezas que acababa de comprar porque unos amigos vendrían a casa, tal vez mi cara de pardillo le llevó a decirme: disculpe, pero es que por aquí hay demasiado “trapicheo”, continúe con su camino.
Llegué a casa e hice balance, las cervezas me habían costado tres euros y medio, había recuperado dos euros en mi triunfal venta y el taxi que cogí al querer desaparecer de la escena del crimen, lo más deprisa posible, me había costado 11 euros.
Me bebí las cuatro cervezas que me habían sobrado prácticamente de un trago; no estaba mal del todo, por tan solo doce euros y medio había cogido un “pedo de cuidado” y un severo dolor de cabeza para el día siguiente.

martes, 14 de junio de 2011

LO BUENO DEL BUEN HUMOR

La risa es la mejor medicina que existe y la más barata. Estar de buen humor fortalece el sistema inmunológico, puesto que la risa ahuyenta las enfermedades y prolonga la vida mientras que la tristeza y la depresión atraen enfermedades. Al estar de buen humor el cuerpo segrega endorfinas, lo que hace que cuando nuestro organismo está lleno de ellas se da el fenómeno de placidez total y no tenemos la sensación de dolor.

Junto con esto, se asegura que la risa contribuye a la creación de linfocitos naturales, como el caso del NK, que son células cuya misión es la de terminar con células virales o cancerígenas, de ahí el fortalecimiento del sistema inmunológico.

Reírse todos los días un poco debe alargar la vida. Y es que las personas que demuestran tener buen humor saben hacer frente mejor a la vida. Saben sacar de todo algo positivo, y han encontrado la forma de remontar los momentos duros. Es síntoma de buena salud anímica, de un cierto equilibrio interno, de una especial madurez humana. Y esa armonía interior se trasluce hacia fuera.

Tener buen humor no es lo mismo que “ser gracioso”. Hay gente que se pasa el día contando chistes y llegan a resultar “cargantes”. Saber arrancar una sonrisa a una persona que lo está pasando mal, es otra cosa, es un gran don. Pero no todos hemos nacido para el noble trabajo de “payaso”. Sin embargo, a nadie le debería faltar el buen humor.

Por ejemplo, cantar solo alguna vez no es estar loco. El ser humano no vive sólo de trabajar y ganar dinero. Dicen los italianos que “Cuando el cuerpo está bien, el alma baila”. Y es verdad: en la vida hace falta cantar y bailar. No todos somos Plácido Domingo, pero aunque no sepamos entonar, y seamos patosos (con perdón de los patos), silbar o tararear lo primero que nos pasa por la cabeza, o mover de vez en cuando el esqueleto, es síntoma de buena salud anímica, y al mismo tiempo ayuda a vivir.

El buen humor no tiene nada que ver con el “cinismo”, esa actitud ante  la vida de quien “está de vuelta de todo”, mira al mundo por encima del hombro, y se burla de todo. Tampoco tiene que ver con la ironía hiriente, con la burla y el ridículo. El buen humor es eso, “bueno”; nace de una persona buena, y hace bien.

Tendemos a tomarnos, a nosotros mismos, demasiado en serio: “¡De mí no se ríe nadie!”, decimos a veces levantando la voz. Y, ¿Cómo que no? ¿Es que somos tan especiales? La verdad es que hacemos tantas burradas (con perdón de los burros), y decimos tantas tonterías en la vida, que, la verdad, no es para ponerse así. Perder el sentido del ridículo y saber reírse de uno mismo es buena señal.

El sentido del humor es una fortaleza que nos puede ayudar a vencer obstáculos que encontramos a lo largo de nuestra vida. Hay diversas formas de humor, de ellas la mejor es reírse de uno mismo. ¿Por qué? Pues todos poseemos algún tipo de complejo mayor o menor y éste nos puede causar mucho daño, desde sentir vergüenza en algún momento hasta encerrarnos en nosotros mismos alejándonos del resto del mundo. Vivimos en un mundo demasiado serio, pero lo podemos cambiar con el sentido del humor, restando un poco de seriedad a los asuntos. Si otros se ríen de nosotros, nos podemos sentir heridos, pero no es así si somos nosotros mismos quienes nos reímos de nuestros defectos.

Para algunas personas que poseen mucho sentido de humor, la práctica de reírse de sí mismo es muy sencilla. Pero no es así para otros. No obstante, mediante una práctica diaria es algo que se puede aprender. Intentemos vernos desde fuera, como si estuviéramos entre el público observándonos. Si aprendemos reírnos de nosotros con más ímpetu que los demás, seremos vencedores. Otra práctica sería si apuntamos en una hoja nuestro(s) defecto(s) que creemos tener y comenzamos a anotar comparaciones divertidas o algunos disparates para restarle importancia a nuestros complejos. Con humor, la vida se ve desde otro ángulo, más positivo.

Alguien dijo con acierto: ”Una persona sin sentido del humor es como un vehículo sin amortiguadores, se ve sacudido por todos los baches del camino”. ¡Alisemos el camino de nuestra vida con sentido del humor!

sábado, 11 de junio de 2011

LA ARGUCIA. UNA PIRUETA DEMASIADO FRECUENTE

Argucia: “Sutileza, sofisma, argumento falso presentado con agudeza”. Es decir, argumento falso presentado con habilidad e ingenio para hacerlo pasar por verdadero, o lo que es lo mismo, una treta.

Según el DRAE: “Treta significa; medio que se emplea con astucia y habilidad, para conseguir una cosa y en el que hay oculto un engaño o una trampa”.

“Hablando se entiende la gente”, frase muy común pero bastante errática, las personas evidenciamos una gran dificultad para entendernos hablando, en especial si la conversación se torna en discusión, (Discusión: Contienda o batería de alegaciones y razones más o menos fundamentadas, muchas veces menos que más, pero siempre en contra de la opinión de otros). ¡Discutimos hasta hablando del tiempo! Y la discusión puede que nos lleve a conocer más a los demás, pero no a nosotros mismos, mientras que son los demás los que descubren facetas nuestras.

Y es que lo que se busca en las discusiones no es aclarar las distintas interpretaciones en disputa, sino acallar al otro, lo que yo digo es más cierto, interesante y profundo. Siempre existen personas que, manipulando falsas muletillas argumentativas, se dedican a inutilizar las intervenciones ajenas, independientemente de lo que digan y cómo lo digan. Esta gente no sólo no dice algo significativo, sino que impide que los demás lo hagan.

Quien utiliza estas argucias suele evidenciar: primero, que siempre discrepa de lo que diga el otro y cómo lo diga; segundo, que considera que recurriendo a ciertas muletillas muestra equilibrio, objetividad y racionalidad a raudales cuando no posee ninguna de estas cualidades; tercero, que aparenta ser más sabio que nadie cuando en realidad no lo es, pues de los temas de los que se habla, muy probablemente, es la primera vez que oye hablar de ellos.

Hay cinco tipos de argucias argumentativas, muy utilizadas, que se anteponen al argumento propio para darle fuerza o incluso ante la ausencia de argumento alguno, a la vez que se pretende debilitar las afirmaciones de su interlocutor, esas argucias son:
  • "Eso son generalizaciones".
  • “Eso es simplificar demasiado".
  • "Eso es muy superficial".
  • "La cosa es más compleja".
  • "Ésa es tu opinión".
Algunos, quizás, consideren que estas falsas muletillas argumentativas desaparecerían, si nos expresáramos con más exactitud. Yo lo dudo. Somos tan sensibles al gusto de dominar al otro que por conseguirlo no reparamos en utilizar lo que haga falta: falacias, demagogias, falsas imputaciones y toda clase de razonamientos.

De alguna manera la argucia requiere sutileza porque aunque argumenta algo falso lo presenta con agudeza y cuando ésta no se domina se corre el riesgo de refugiarse en la mentira, que sigue siendo un argumento falso pero en el que se ha sustituido la sutiliza por la vileza y la agudeza por la futilidad.

Y es que la mentira es quimera, esa bestia que vomita llamas y de la que no se sabe si es león, cabra o dragón. La mentira es un intento de inducir a error o de aparentar, en definitiva la mentira pretende hacer que el otro crea algo que en realidad es falso, es solo farsa e invención de algo que verdaderamente nunca sucedió o existió.

jueves, 9 de junio de 2011

MIS QUIMERAS. "En el aeropuerto"

Estaba en el aeropuerto de Barajas, concretamente en la T4, dispuesto a tomar mi vuelo con destino a Viena, hacía tiempo que deseaba hacer ese viaje y ahora tenía mucho tiempo ocioso, por lo que decidí que podría ser un buen momento para hacerlo; en ese instante comprobé en las pantallas de información que el vuelo IB3575, ese era el mío, retrasaba su salida 50 minutos; ante tal demora decidí comprarme un libro para pasar el rato leyendo tranquilamente en la sala de embarque, al salir de la tienda de prensa con mi libro “Anécdotas del viejo Madrid” se me antojó un paquete de galletas que vi en la tienda de al lado.

Una vez instalado cómodamente, es un decir pues las sillas adosadas de los aeropuertos no me parecen nada cómodas, me dispuse a la lectura y a degustar mis antojadas galletas; a dos sillas de la mía se sentó una señora bastante bien vestida, con una revista en sus manos que empezó a ojear, entre ella y yo se encontraba el paquete de galletas, sobre la silla que quedaba vacía.

De pronto sucedió algo que me dejó perplejo y es que cuando cogí mi primera galleta noté como me miraba, por el rabillo del ojo, mientras ella tomaba otra; iba a increparla cuando algo me paralizó impidiéndome reaccionar ante lo que acaba de suceder, tal vez por temor a organizar un pequeño espectáculo o por la vergüenza ajena que me producía, por lo que decidí fingir no haberlo notado y continúe con mi lectura.

Pero a partir de ese momento, cada vez que yo cogía una galleta, ella repetía el gesto aprovisionándose de otra; era tal el grado de indignación y estupefacción que aquello me estaba causando que no lograba ni concentrarme ni reaccionar.

Cuando observé que tan solo quedaba una galleta en el paquete me pregunté a mi mismo ¿Qué hará ahora esta “tía” con tanto morro? Y la respuesta volvió a llegarme en forma de sorpresa; con tranquilidad, soltura y desparpajo, en cantidades que nunca antes había visto, cogió la galleta, la partió en dos y me dejó la mitad para mí; eso ya me pareció demasiado y como además estaban anunciando el embarque de mi vuelo, me levanté indignado y sin decir nada ni coger la media galleta que había dejado para mí, me alejé de aquella señora.

Cuando ya estaba acomodado en el asiento del avión, me di cuenta que dentro de mi pequeña mochila tenía mi paquete de galletas intacto y sin abrir. ¡Tierra trágame! Sentí una indescriptible vergüenza, olvidé que las galletas las había guardado en mi mochila. ¡La mujer había compartido sus galletas conmigo!, ni se puso nerviosa, ni se alteró, la cara que ahora recordaba me parecía de inmensa generosidad y no de “cara dura” como había pensado.

Recorrí todo el avión por si se encontraba en el mismo vuelo, pero mi búsqueda fue infructuosa, lamentablemente ya era tarde, ya no podía disculparme ni darle las gracias por su acto de generosidad e infrecuente comprensión, ¡Qué egoísta, grosero y no sé cuantas cosas más debí parecerle!, y entonces pensé: ¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos conclusiones sin la debida cautela? ¿Cuántas veces las personas no son exactamente lo que pensamos de ellas? Y recordé cuatro cosas que en la vida son irrecuperables:
  • Una piedra después de lanzarla.
  • Una palabra después de decirla.
  • Una oportunidad después de perderla.
  • El tiempo, después de gastarlo.
Mi propósito, después de ese día, es lograr no volver a lanzar piedra alguna.

martes, 7 de junio de 2011

EL VUELO DE "LA CODORNIZ"

Tal día como mañana, pero hace 70 años, es decir el 8 de junio de 1941, veía la luz el mítico semanario “La Codorniz” bajo la dirección de Miguel Miura, considerado como el padre del humor contemporáneo, ésta revista acabaría, sin duda, creando escuela con su humor surrealista, absurdo, irónico y desconcertante, su eslogan: “La revista más audaz para el lector más inteligente”.

En dicho semanario se fraguaron grandes comentaristas gráficos, dándose cita, entre otros, periodistas y dibujantes de la talla de Mingote, Chumy Chúmez, Gila, Perich, Ops o Forges. En marzo de 1944 tomó las riendas de la dirección Álvaro de la Iglesia, quién a base de talento, ingenio y esfuerzo supo mantenerla durante más de 30 años.

Ahora en esta 70 efeméride de La Codorniz, Melquiades Prieto y Julián Moreiro publican “La Codorniz. 70 aniversario: 1941 – 2011” editado por Edaf. Para ello se han revisado los más de 1.800 números que llegaron a publicarse hasta su cierre en diciembre de 1978 y sentencian. “Se trata de una manera distinta de ver la historia de España, pues este rotativo, hito del periodismo de humor español, la supo reflejar como nadie”.

En ese devenir histórico se ve la evolución de la España pobre y mísera de los años 40 y como se aligera levemente la vida en los años 50, con la denostada figura del pobre guardia urbano, que era lo máximo “tolerable” como crítica a la autoridad existente.

También se refleja de manera soberbia la década de los 60 en la que los españoles empiezan a soñar con Europa, unos por que se tienen que ir y otros porque veían venir a las extranjeras, esta época coincide con una aparente libertad de prensa del régimen, en la que no había censura previa, pero después secuestraban la tirada y te cerraban. Al parecer, en uno de sus regresos, tras un cierre temporal, en portada aparecía la famosa frase de “Bombín es a Bombón, como cojín es a X y a mí me importa tres X que me cierren la edición”, lo que evidentemente supuso un nuevo secuestro y cierre.

Todo apunta a que la década de los 60 fue la más apasionante de la revista, hasta surgen leyendas urbanas sobre chistes que se le atribuían a La Codorniz sin ser cierto, hay quienes aseguraban haber visto un famoso número del semanario, lanzado por los “Santos Inocentes”, en que todas sus páginas estaban en negro salvo la portada, en la que se veía un tren entrando en un túnel, y la contraportada, por la que salía. Pero Melquiades Prieto afirma que dicha edición no existió nunca.

Llegada la década de los 70 se inicia la lenta pero imparable caída del semanario, en parte por la competencia con la aparición de un elevado número de publicaciones similares, como “Hermano Lobo” o “El Jueves” (que aparecía los miércoles) y en parte por el creciente “frenesí” que experimenta la prensa en esa época, con mayor libertad de expresión.

La paradoja es clara: “La Codorniz, que con mucha inteligencia burló la censura, acabó muriendo en manos de la propia libertad de expresión”.
En definitiva, esta obra conmemorativa viene prologada por Mingote quién dice que fue, “Un acontecimiento celebrado en su momento por unos pocos, insuficientemente alabado después por historiadores y sociólogos y todavía a falta de la clamorosa ovación”. El epílogo es de Chumy Chumez que sentencia: “Tardará en extinguirse la influencia codornicesca”. La obra incluye las portadas más representativas, incluida la que abre su cubierta, firmada por Gila, con un famoso chiste:

“No le des más puñaladas, hombre”, le dice un personaje a otro que está cosiendo a navajazos a un tercero, y el interpelado le responde: “Pues que deje de llamarme asesino”.

domingo, 5 de junio de 2011

EL MIEDO, ESA EMOCIÓN DOLOROSA

El miedo es una emoción dolorosa, motivada por la proximidad de un peligro, un peligro que puede ser real o imaginario; el miedo es un instinto común a todas las personas del que nadie está totalmente libre y viene acompañado del deseo de evitarlo para escapar de la amenaza. Estos temores que brotan de nuestro interior van a condicionar nuestras actitudes ante la vida, yendo desde la simple timidez hasta el pánico exacerbado, pasando por la alarma, el miedo y el terror.

No obstante hay un miedo que podríamos denominar cuerdo, armónico o ponderado porque está asociado a la prudencia, éste miedo nos permite identificar situaciones que podrían poner en peligro nuestra integridad, pero cuando este miedo se prolonga en el tiempo y sin justificación aparente, se convierte en un miedo tóxico. En esos casos el miedo es para la mente lo que la parálisis para el cuerpo.

El miedo empezamos a conocerlo desde nuestra infancia, cuando se nos educa con una escala entre la recompensa o el castigo, y si no, se nos amenaza con el “coco” o “el hombre del saco”. Después vienen los suspensos en los estudios, las reprimendas del “jefe” en el trabajo y durante todo ese tiempo, los “mandamientos” religiosos y el máximo exponente del castigo ¡La condenación del alma! A medida que vamos tomando conciencia de las heridas que vamos coleccionando vamos creando una barrera alrededor de nosotros, es la barrera del miedo.

También desarrollamos miedos a medida que vamos obteniendo bienes, fama, poder o cualquier otra cosa, pues vienen acompañados del temor de perderlo y la preocupación permanente de velar por su salvaguardia. Nos convertimos, entonces, en víctimas de nuestra ansia y ambición. Quien posee teme, y este es un defecto común, en diferentes grados, de casi toda la humanidad.

Para comprender la raíz del miedo hemos de entender la dimensión del tiempo, el tiempo tiene un ayer, un hoy y un mañana, las experiencias del ayer condicionan mis conductas de hoy ante los previsibles resultados o acontecimientos de mañana. Por ello disiento de quienes defienden que un cierto grado de temor es un estimulo para el progreso personal, pues el miedo no es sino coacción, el miedo nos aparta de la realidad ubicándonos en un mundo subjetivo y a veces paralizante. Pero como podemos conseguir que el miedo no nos paralice:

En primer lugar deberemos aceptar que tenemos miedo. Si sabemos que todos lo padecemos no debe ser un síntoma de debilidad reconocerlo.

A continuación debemos identificar cuál es nuestro miedo; dado que a veces no es fácil reconocerlo, nos puede ayudar a ello el pensar en cuál es nuestra motivación. En función de lo que nos motive estará el miedo a no lograrlo o a perderlo.

Por último hemos de afrontar el miedo haciéndolo concreto. Nuestro peor enemigo reside en nuestra cabeza y somos capaces de imaginar cosas mucho peores que la realidad, lo que nos genera miedo por muchas cosas o situaciones que nunca sucederán.
Y es que como decía Nelson Mandela: “No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo”.

jueves, 2 de junio de 2011

RUMOR. "LA VOZ DE ALTA VELOCIDAD"

“…No hagas caso, esa jugada, son rumores, son rumores…
…Y que no me digan en la esquina.El venao, el venao…”
De rumores y la conveniencia de no hacerles caso va la canción de “Havana Club”.

Y es que como dice Jesús García en su obra “La Comunicación Interna”, el rumor aparece cuando los canales de comunicación formal no proporcionan la información suficiente sobre el desarrollo de los sucesos, buscándose entonces a través de los canales informales. Aparecen entonces frases tan típicas como “se dice que dijo”, “se rumorea”, “me lo ha dicho alguien de confianza”, etc. Los grandes valedores del rumor son sentencias del tipo “si lo han dicho, por algo será” o “cuando el rio suena, agua lleva” como dando a entender que todo rumor o habladuría tiene algún fundamento; pero nunca olvides que el agua puede arrastrar ramas y otros elementos, que sin duda también harán ruido, quizá lo más sensato sería decir “cuando el rio suena, mira a ver qué agua lleva”.
Un rumor es una afirmación general difundida mediante el “boca a boca” (sin desestimar hoy en día Internet y las redes sociales) y que contiene información no verificable sobre una determinada situación que afecta, o puede afectar, a un determinado número de personas; un rumor no ha de ser necesariamente falso y de hecho, casi siempre un rumor es, al menos, parcialmente cierto, aunque el problema siempre será el mismo y ese problema no será otro que la incertidumbre sobre la veracidad del rumor, no obstante, el rumor es poderoso y tiene fortaleza suficiente para ser poco contestado socialmente.
Pero lo admitamos o no, el rumor es la piedra angular de la desinformación y se torna especialmente nocivo cuando las personas aprovechan los espacios informales para generarlos con un claro interés en su difusión; en estos casos, el rumor es portador de “opiniones” que pueden contener información errónea e incluso verdades disfrazadas con fines desorientadores o engañosos, el rumor se convierte así en una técnica de manipulación, suponiendo una ocasión de oro para los oportunistas.
En otras ocasiones, el rumor puede servir de vehículo para la expresión de sentimientos personales, sin que sea preciso evidenciar tales sentimientos. Es decir, que quién genera o propaga un rumor puede transmitir dentro de éste sus sentimientos sin necesidad de explicitarlos.
La técnica, consciente o inconsciente, en la generación de un rumor pasa en primer lugar por omitir determinados detalles que impidan entender completamente lo que se propaga, se acompaña de una enfatización de aquello que se pretende resaltar para facilitar la interpretación deseada, y procurando, por último, vincular el rumor con experiencias pasadas o situaciones presentes que lo acentúen.
Otro elemento a tener en cuenta ante los rumores es la existencia de un elemento potenciador de los mismos, éste no es otro que la “autoridad” de quién lo lanza. Si algo ha sido dicho por un “experto” o por una persona a quién se le reconoce un “testimonio incuestionable”, se produce una tendencia a considerarlo como una verdad universal, cuando en un elevado número de ocasiones no pasa de ser una simple opinión personal.
Pero no todos los rumores circulan o se expanden a la misma velocidad, curiosamente los rumores con contenido tóxico y previsibles consecuencias dañinas lo hacen con fuerza y a gran velocidad, sin embargo, si el contenido del rumor, aunque no sea lo habitual, pudiésemos calificarlo de beneficioso, se va desinflando y perdiendo velocidad, incluso algunos en un intento de desmitificarlos los calificarán de “leyenda urbana”.
En fin, contra los rumores solo hay un antídoto, pero no mucha gente dispuesta a administrarlo y es combatirlos con hechos que los desmientan.