Uno puede creer literalmente lo que lee en los periódicos, oye en la radio o ve en la televisión; esto proporciona una cierta quietud, nos sitúa dentro del pensamiento colectivo, nos presenta como alineados con la mayoría, nos proporciona un cierto y cómodo anonimato. Sin embargo hay una realidad paralela perteneciente a los gestores propietarios de esos medios de comunicación y sus intereses.
Este hábito de pensar (o no pensar) a través de otros puede resultar difícil de trascender, incluso puede generar un cierto e inconsciente bloqueo personal, al adoptar como creencias las que otros referentes, sean religiosos, sociales o políticos, nos presentan como “verdad”.
Particularmente siento escalofríos cuando leo un párrafo de la obra de Zbigniew Brzezinski, politólogo estadounidense nacido en Polonia y Consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter: “La era tecnotrónica va diseñando paulatinamente una sociedad cada vez más controlada. Esa sociedad será dominada por una élite de personas libres de valores tradicionales, que no dudará en alcanzar sus objetivos mediante técnicas depuradas con las que influirán en el comportamiento del pueblo, y controlarán y vigilarán con todo detalle a la sociedad, hasta el punto de que llegará a ser posible establecer una vigilancia casi permanente sobre cada uno de los ciudadanos del planeta”.
¿Futurista? A mí me suena a la versión galáctica del “panem et circenses” de la Antigua Roma, el “pan y circo” aplicado reiteradamente en posteriores civilizaciones. Y es que en el fondo, de manera inconsciente, nos atenaza el miedo a abandonar el grupo, de poder llegar a ser etiquetados de persona incómoda, incluso paranoica, por abrazar y proponer otras ideas. Creo que el camino de la libertad se inicia con la ruptura de ese miedo, traspasar el muro que han ido construyendo a lo largo de nuestra vida, durante la que se nos ha enseñado que “debemos” pensar, pero no “como” pensar.
Desde el Coaching he podido apreciar como la mayoría de las personas prefieren aceptar las consecuencias de sus creencias en vez de enfrentarse al hecho de que lo que creen puede no ser la verdad. Para avanzar, para ser libre, es imprescindible comenzar a cuestionarse las creencias “propias”. Sólo se pueden descubrir nuevos horizontes desde puntos de vista distintos.
Si observas detenidamente tus creencias, desde el cuestionamiento, podrás llegar a la conclusión de que eres como un espejo que devuelve lo que vienes considerando “tu verdad” y que en realidad es una proyección de las creencias de otros. Es decisión tuya aceptar la dificultad de ser tu mismo o la ilusoria comodidad de ser un reflejo; pero hasta un espejo precisa de cierta limpieza periódica sino quiere perder, de manera progresiva, su aparente nitidez inicial.
No podemos errar y considerar la duda como una descalificación de aquello que cuestionamos, hemos de considerarla simplemente como la suspensión voluntaria y transitoria del juicio para dar espacio y tiempo al espíritu, a fin de que coordine todas sus ideas y todos sus conocimientos, ante un hecho, un juicio o una decisión.
Sin duda la descalificación y mala fama de la duda viene motivada por su extendida identificación con la indecisión, pero la duda es solo un paréntesis, incluso puede llegar a ser resuelta casi de forma instantánea, la duda hay que entenderla más como una conducta, un mecanismo que nos lleva a reflexionar sobre la pretendida realidad de todo lo que nos rodea.
¡Despierta del sueño de que todas tus creencias son tuyas! Dinero, éxito, felicidad, da igual de que se trate, un gran número de ellas no pasan de meros condicionamientos de tu educación o entorno. ¡No promulgo la desconfianza pero recomiendo mantener viva la duda!
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