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domingo, 27 de enero de 2013

¿PERDONAR O perdonar...?



(Con especial dedicación a mi amiga Esther Mi Nio de “Cosquillearte de Vitoria” quién siempre estimula mi reflexión)

Todo se inicia con su nueva cabecera que exhibe la frase: “Cuando una persona te decepciona, aunque la perdones nada será lo mismo”.

Mi respuesta espontánea fue: “Me queda una duda. Si nada vuelve a ser lo mismo ¿El perdón ha sido total? Sí hay hueco para el rencor o la desconfianza ¿El perdón ha sido total?”

En nuestra conversación retiré el término “rencor” y me comprometí a reflexionar sobre ello.

Entonces me pareció que mi duda encerraba una afirmación contundente en exceso y me exigía una ponderación más meditada.

Este proceso me llevó al convencimiento de que el perdón no es un mecanismo que exonere de culpa a quién nos ofendió, sino la necesidad personal de liberarnos de la herida sufrida; el perdón nos ayuda a desterrar de nuestro presente lo que nos dañó en el pasado, pero… ¿Acaso por eso lo olvidamos?

Después de darle muchas vueltas he llegado al convencimiento de que perdonar no es sinónimo de olvidar, puedo perdonar pero no dejo de sentir y la intensidad de la ofensa definirá si la herida recibida me deja cicatriz o no.

Perdón significa clemencia, compasión, misericordia, caridad, generosidad, indulto, amnistía, conmutación, olvido, restitución, etc. Sin embargo, no puedo abandonar de forma definitiva la idea de que el perdón puede ser total o parcial: En el perdón total, "se perdona y olvida", es decir, no sólo se decide no odiar al perdonado, sino que se recupera la relación de confianza con él, como si la ofensa no hubiera tenido lugar. En el perdón parcial, se decide no odiar por la ofensa recibida, pero no se recomponen totalmente las relaciones preexistentes.

El complejo tejido social en el que hemos de desenvolvernos nos obliga a sortear aristas complicadas y a veces pendientes resbaladizas, las no siempre fáciles relaciones interpersonales nos llevan a percibir conductas hacia nosotros nada deseables, aunque me parece más que posible que no siempre sean objetivas, sino que a veces pueden ser subjetivas. En mi opinión antes de decidir si debemos o no perdonar, hemos de tratar de identificar si la ofensa es cierta o presentida.

El perdón es una práctica que nos ayuda a seguir adelante, es una conducta estratégica que nos ayuda a superar el pasado en beneficio del futuro, pero solo es auténtico si ahoga el resentimiento y posible deseo de venganza; la desconfianza es una cuestión que se traslada hasta el perdonado, él y solo él es responsable de intentar que esta se restablezca, pues la confianza va ligada al recuerdo y aunque he perdonado no olvido la afrenta sufrida.

Pero todo esto me lleva a pensar que también nosotros somos o podemos ser transgresores de las expectativas de los demás y que precisaríamos de su perdón y si esto sucediese ¡Seguro que desearíamos que el perdón fuese TOTAL!

Cuando creía que mi reflexión estaba concluida, me abordó la idea de que nuestra posibilidad de perdonar estaba más o menos condicionada por la capacidad de hacerlo con nosotros mismos y es que pienso que hemos de aprender a perdonarnos para tener capacidad de perdonar a otros: Perdonar lo que no queremos hacer y hacemos, pero sobre todo lo que queremos hacer y no hacemos. La pregunta final es sencilla ¿Qué capacidad de perdón tenemos hacia otros si a nosotros nos cuesta pedir perdón e incluso perdonarnos?

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