Ansiedad, de tenerte en mis brazos
musitando,... palabras de amor
ansiedad, de tener tus encantos
y en la boca, volverte a besar
musitando,... palabras de amor
ansiedad, de tener tus encantos
y en la boca, volverte a besar
Así empieza la canción de Nat King Cole, pero lo cierto
es que con un preludio tan romántico o sin él, la ansiedad es un estado de
agitación, inquietud y falta de sosiego, emociones que derivan en una
percepción de angustia que atenaza y paraliza a quién las experimenta. La
ansiedad forma parte de la condición humana y puede ayudarnos para afrontar
situaciones de peligro o riesgo, como el miedo, sin embargo, cuando es
demasiado intensa se convierte en una fuente de sufrimiento que es necesario
controlar.
¿Quién no ha sentido uno o más episodios de ansiedad en
algún momento de su vida? La cuestión es si cuando hemos sentido ansiedad ha
actuado en nosotros como un estímulo o como una perturbación. No conozco ningún
baremo para medir el grado o intensidad del sentimiento de ansiedad que nos
puede acontecer, por lo que creo que es fundamental prestar atención a los
síntomas que afloran tras esa emoción y en función de ellos tomar decisiones
adecuadas.
La ansiedad no llega a ser nociva si somos capaces de
canalizarla y filtrarla para convertirla en un motor de actividad tras lo
ansiado, pero desde el convencimiento de que no siempre todo lo que se desea se
logra, asumiendo que con independencia del resultado obtenido el esfuerzo
realizado supondrá una fuente de aprendizaje.
Pero la ansiedad puede llegar a ser altamente tóxica si
llegamos a sobredimensionar nuestros temores y subestimar las habilidades
propias para superar las amenazas que nos oprimen, una situación de este
calibre suele sobrepasar las capacidades propias. Su acentuación es la que configura
la ansiedad como fuente de sufrimiento e incapacidad, en dicha situación nos
encontramos ante una verdadera patología que puede requerir de ayuda
cualificada, pues puede desencadenar un estado de estrés.
La mayoría de las personas nos fijamos mucho en los demás
pero nos olvidamos de nosotros mismos, cuando nos sentimos mal echamos mano de
la fórmula de “tirar para adelante”, sea como sea y sin prestar atención a los
síntomas que lo provocan, pero esto es como tomarse una “aspirina” que puede
llegar a aliviarnos el dolor pero no ataca el problema.
Sé que lo que voy a decir ahora es recurrente en más de
una de mis entradas, pero si en lugar de reprimir nuestras emociones las
dejamos aflorar y estamos pendientes de ellas, podremos tomar decisiones más
ajustadas a nuestras necesidades y aprenderemos a gestionarlas.
¡Ah!, La ansiedad no se genera desde un estímulo externo
que nos amenace, por el contrario tiene su origen en una emoción interna y
según su grado podemos controlarla o no; si la respuesta es no cuanto antes
acudamos a una ayuda cualificada de tipo psicoterapéutico nos propiciará una
mejor solución. Es más valiente el que lo hace que el que se aferra a la
errónea vergüenza de mostrarse como es o como se siente.
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