RICOBLOG

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domingo, 13 de enero de 2013

CADA MAÑANA



Al levantarte cada día algo va de tu mano, piensa lo que quieras pero nunca te levantas solo, algo te acompañará: una idea, un deseo, una preocupación…, en definitiva pensamientos y emociones que ocupan un lugar en tu nuevo día que pueden proceder de experiencias pasadas o de incertidumbres futuras. Sensaciones que pueden definir cuál será tu estado de ánimo a lo largo del día si no eres capaz de erigirte en el dueño y señor de tu momento y ese momento no es otro que “HOY”.
Claro que tienes experiencias pasadas de todo tipo, por supuesto que en tu horizonte hay cielos cubiertos que ocultan la luz que buscas, pero hoy y solo hoy puedes hacer algo.
Admito, por experiencia propia, el estado de seudo sonambulismo en el que puedes levantarte, sin embargo, si necesitas ducharte hazlo, si precisas tomar un café tómalo, si necesitas un cigarrillo fúmatelo, si necesitas afeitarte o maquillarte no dejes de hacerlo, pero además aprovecha cualquiera de esos momentos para mirar que llevas de la mano esa mañana y reflexionar lo que puede aportarte: Si te agrada corre, vuela tras ello. Si te genera dudas, o no lo deseas, no esperes a la tarde porque habrás perdido el día.
A veces finalizamos el día responsabilizando de lo sucedido al habernos levantado con mal pie. ¡Vale!, pero… ¿Y el resto de los pasos que hemos dado después?, ¿Para qué dejamos las preguntas para el final del día?, ¿Para qué incluso a veces ni nos las hacemos? Tal vez para no enfrentarnos a  nosotros mismos evitando la necesidad de darnos respuestas a  determinadas cuestiones que nos hacen sentir incómodos, seguramente porque algo nos hace intuir que la respuesta nos recomendaría modificar ciertos hábitos acostumbrados en nuestra conducta usual.
 ¡El hábito no hace al monje!, refrán popular que solo tiene sentido en el ámbito de la pretendida distorsión de lo que se aparenta ser sin serlo, tal como, ¡Aunque la mona se vista de seda, mona se queda! Sin embargo, son los hábitos los que hacen al monje y a cualquier otra persona. Evidentemente no me refiero a los hábitos como los ropajes propios del estado o ministerio de quien los porta sino al modo de proceder, hábitos o conductas que configuran la forma de comportarse ante situaciones que percibimos como similares aunque no siempre lo sean.
Dado que los hábitos nos permiten actuar de forma automática, sin desgaste ni necesidad de reflexión, es evidente que resultan ser un verdadero tesoro en nuestro día a día, tal vez el más grande y como “tesoro más preciado” merece toda nuestra atención y el mayor olvido en el que podemos caer es no tener en cuenta que la mayoría de nuestro hábitos provienen de experiencias pasadas y dado que lo único que no cambia es el cambio, que es permanente, la revisión de hábitos resulta más que aconsejable, tal vez alguno de los que fueron necesarios o aconsejables hoy son un lastre.
Soy consciente que la revisión y modificación de hábitos no es fácil, que incluso puede escocer en el ego personal, tú eliges, escozor o herida abierta, tú eliges sin con cada mañana se inicia tu reto, o cada tarde haces recuento de tus lamentaciones o inventario de lo que pudo ser y no fue, sin preguntarte si hiciste todo lo que podías haber hecho.
La mañana te brinda la oportunidad de aprovechar la luz, el atardecer te aproxima a la oscuridad de lo que no pudo ser pero tú consideras que debería haber sido.

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