(En
febrero de 2011, editaba una de mis primeras entradas al Blog, bajo el título
de “LA SOBERBIA”, en mi opinión de temática muy próxima a “LA ARROGANCIA” por
lo que he decidido reeditarla):
Hace poco leí: “La soberbia consiste en concederse más
méritos de los que uno tiene. Es la trampa del amor propio: estimarse muy por
encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y por tanto, de lucidez. La
soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo. Apetito desordenado de la
propia persona que descansa sobre la hipertrofia de la propia excelencia. Es
fuente y origen de muchos males de la conducta y es ante todo una actitud que
consiste en adorarse a sí mismo: sus notas más características son prepotencia,
presunción, jactancia, vanagloria, situarse por encima de todos los que le
rodean”.
Esto que leí me hizo pensar que también es el factor
desencadenante de la “Broncemia”.
¿Pero de qué se trata eso de la Broncemia? Pues es el
depósito o acumulación de bronce en el cuerpo.
Un polímero, el hipersulfato de bronce (o algo que pueda
resultar similar), va adueñándose poco a poco del sujeto hasta que la persona
cree ser una estatua olímpica e inmarcesible. La lesión da comienzo en los
pies, dificultando la marcha, por lo que el paciente se traslada con lentitud,
con solemnidad. El individuo broncémico no camina: se desplaza majestuosamente.
Dado que el bronce va depositándose desde los pies hasta la cabeza, con cierta
sagacidad se puede descubrir el nivel que ha alcanzado la afección mediante un
suave papirotazo que produce un “retintín” metálico característico. Paso por
alto los signos y síntomas de la presencia de bronce en los distintos órganos,
que dejo a la viva imaginación de cada uno.
Al comprometer las cuerdas vocales, la voz se torna
engolada y el lenguaje también.
Cuando el bronce invade los ojos, estos adquieren la
“mirada interestelar” dirigida al infinito, imposibilitando al paciente
distinguir lo que le rodea. En la cadena de huesecillos del oído se produce la
“sordera valvular”: se oye sólo desde adentro y se rechaza el sonido exterior,
en particular las opiniones distintas a las propias. Al llegar al cerebro, el
bronce ataca difusamente todas las neuronas, con lo que el enfermo se cree
prócer, soberano, infalible.
Cuando el grado alcanzado por la Broncemia es total, la
persona pasa a ser útil solo en dos circunstancias. Una puramente ornamental,
si la estética del broncémico lo permite, o cómo receptor del excremento
colombófilo, es decir, “¡qué le caguen las palomas!”.
Esta dolencia es grave e incurable. Y lo peor, hay
quienes afirman que es altamente contagiosa en círculos cerrados. Sin embargo,
un tratamiento intensivo podría, al menos, detener la marcha de la enfermedad.
¿Cómo prevenirla? Hay que estar atentos a su síntoma más
precoz: la pérdida de la capacidad de sonreír.
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