(A petición expresa de mi amiga Arantxa a quién se
lo dedico especialmente).
Según la RAE,
empatía es la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de
ánimos de otro”; esta definición le confiere el carácter de destreza básica de
la comunicación interpersonal, sin duda es una habilidad que facilita el
entendimiento entre las personas y es que la empatía ayuda a reconocer los
sentimientos y necesidades de los demás.
La falta de empatía
es como una especie de sordera emocional que nos conduce a pensar que
comprendemos a los demás desde lo que suponemos, pero esta superficialidad
difícilmente nos permite salir de nuestro posicionamiento y aquí surge la gran
pregunta, si esto lo hacemos desde nuestros pensamientos, sentimientos y
necesidades ¿Qué nos garantiza que qué estamos cerca de nuestro interlocutor?
Empatía es un
compromiso, es sensibilidad, es respeto ante las convicciones de otro y desde
luego no exige abandonar las propias, empatía es ponderar las motivaciones e
ideas de los demás desde el afianzamiento de las que uno mismo tiene, sin
prepotencia, sin intolerancia y abierto a la posibilidad de concepciones
diferentes. No es preciso estar de acuerdo con las ideas de alguien para ser
empático, pero sí lo es aceptar la legitimidad de las posibles diferencias que
se manifiesten.
La empatía nada
tiene que ver con la simpatía o la antipatía, pues no es una cuestión afectiva,
es una actitud reflexiva, es un ejercicio intelectual que nos permite
comprender los sentimientos de otros y que pide un peaje, este no es otro que
dar validez a los juicios y prejuicios de los demás, tal como hacemos con los
nuestros. Consiste en abrir nuestra mente y tratar de captar a los demás desde
su perspectiva y no desde la propia.
La empatía no viene
de serie en nuestra carga genética, puede ser desarrollada si así se desea, pero
este desarrollo exige desterrar algunas prácticas o conductas; quien aspire a
ser una persona con comportamiento empático deberá evitar, entre otras cosas:
- Abordar una conversación desde sus ideas, permitiéndolas ser un escudo impenetrable a enfoques diferentes.
- Mostrar compasión.
- Restar importancia a la preocupación o emoción del otro.
- Evitar frases que impliquen reprobación, por ejemplo: ¿Así que vas a conseguir, es lo de siempre?
- Erigirse como el modelo a seguir.
Pero no es
suficiente evitar actitudes no favorables, también es preciso ser capaz de
exponer y hablar de sentimientos propios, quien no puede hacerlo pone de
manifiesto ciertas carencias en el terreno emocional ¿Cómo reconocer, con
independencia de lo que uno siente, las emociones de los demás, si nos cuesta
manifestar las nuestras?
Creo que a este
tema no le vendría nada mal recuperar la frase de Mahatma Gandhi cuando decía:
“Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo
terminarían si las personas se pusieran los zapatos de sus adversarios y
entendieran su punto de vista”.
Admito que no es
fácil, pero pasa por entender qué mi verdad no es más verdad que tu verdad,
ambas verdades se dan en el territorio legítimo de las experiencias y creencias
de cada uno. La posibilidad de entendimiento, respeto y cercanía, pasa por la
empatía y no por la confrontación.
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