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domingo, 11 de noviembre de 2012

LA GRATITUD



Hace algunos años, seguramente menos de los que nuestra mente crea que han transcurrido, el concepto de patrimonio se refería al conjunto de bienes propios y eso no ha cambiado, pero mientras que originariamente se refería a bienes propios de esencia espiritual, el tiempo se ha encargado de capitalizar dicho concepto, lo que nos lleva a identificar el patrimonio como un conjunto de bienes materiales que pueden ser adquiridos o enajenados.
Esta variación conceptual sobre el patrimonio termina siendo un desencadenante de deseos: comprar, acumular, poseer…, todo tipo de signos externos que sea posible y nos permitan mostrarnos ante los demás como afortunados, o más aún como privilegiados; dignos de admiración como si lo único loable fuese la capacidad o suerte de adquisición o acumulación material, casas, coches, ropa, restaurantes, clubs y cualquier otro tipo de lujo.
Posiblemente un antídoto ante tal fiebre consumista, que hoy nos presiona a diario, sea “La Gratitud”, entendiendo esta como ese estado emocional favorable hacia lo que la vida nos proporciona y que nos permite disfrutarla sin los ambages de la presunción social. Yo veo la gratitud como uno de los elementos más enriquecedores y gratificantes del patrimonio personal. Está en conexión con la famosa frase: “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”, (creo que la versión original utilizaba el término “rico” pero yo prefiero el de “feliz”).
Desde luego no pretendo sucumbir ante la tentación ingenua de esperar que la gratitud sea la fórmula de obtener la felicidad de lograr todo aquello que uno quiere, pero tampoco la concibo como un estado de ánimo que suponga la entrega o conformismo con lo que hoy se tiene y con lo que hoy nos sucede. Tampoco tiene sentido no reconocer que no todas las metas resultan al final logros alcanzados, como tampoco lo tiene dejarse abatir por una ambición desmedida y no lograda.
En mi opinión en eso reside la grandeza de la gratitud, es como un puente en busca de la felicidad deseada, sin caer en la infelicidad que solo te atenaza e inmoviliza. No es preciso ignorar todo aquello que nos acontece y no responde a nuestros deseos, de todo se aprende, pero es recomendable recordar que al lado de decepciones y frustraciones también suceden cosas positivas. Hoy no obtengo lo que pretendo. ¿Pero mientras tanto, que me está sucediendo?
La ambición por nuevos logros es lícita y siempre será valorada por quienes te rodean, en la medida en que sea mesurada, es decir, proporcionada a la meta que se persigue. La gratitud es el sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera. Esta sensación está vinculada al agradecimiento y afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. La gratitud, en definitiva, puede expresarse mediante palabras u objetos. Se trata de un sentimiento de reconocimiento.
Piensa y reflexiona continuamente sobre las cosas que te suceden, no todas apuntan a lo que deseas, no todas te satisfacen, pero… ¿Por qué olvidas todas esas que también suceden y te son favorables? ¡El secreto está en no renunciar!, no renunciar a los objetivos y no renunciar a los acontecimientos. Y es que el sentimiento de gratitud es un sentimiento de acompañamiento, acompañamiento a las personas y cosas que te rodean.
El perfume de una flor, la frescura de un bosque o el rumor del agua de un río solo se percibe si te acercas lo suficiente; acércate a lo que sucede en tu vida y tus sentidos se verán estimulados, persigue tu mañana, no renuncies a tus sueños, pero disfruta y agradece tu presente.

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