Hace algunos años,
seguramente menos de los que nuestra mente crea que han transcurrido, el
concepto de patrimonio se refería al conjunto de bienes propios y eso no ha
cambiado, pero mientras que originariamente se refería a bienes propios de esencia
espiritual, el tiempo se ha encargado de capitalizar dicho concepto, lo que nos
lleva a identificar el patrimonio como un conjunto de bienes materiales que
pueden ser adquiridos o enajenados.
Esta variación
conceptual sobre el patrimonio termina siendo un desencadenante de deseos:
comprar, acumular, poseer…, todo tipo de signos externos que sea posible y nos
permitan mostrarnos ante los demás como afortunados, o más aún como
privilegiados; dignos de admiración como si lo único loable fuese la capacidad
o suerte de adquisición o acumulación material, casas, coches, ropa,
restaurantes, clubs y cualquier otro tipo de lujo.
Posiblemente un
antídoto ante tal fiebre consumista, que hoy nos presiona a diario, sea “La
Gratitud”, entendiendo esta como ese estado emocional favorable hacia lo que la
vida nos proporciona y que nos permite disfrutarla sin los ambages de la
presunción social. Yo veo la gratitud como uno de los elementos más
enriquecedores y gratificantes del patrimonio personal. Está en conexión con la
famosa frase: “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”,
(creo que la versión original utilizaba el término “rico” pero yo prefiero el
de “feliz”).
Desde luego no
pretendo sucumbir ante la tentación ingenua de esperar que la gratitud sea la
fórmula de obtener la felicidad de lograr todo aquello que uno quiere, pero
tampoco la concibo como un estado de ánimo que suponga la entrega o conformismo
con lo que hoy se tiene y con lo que hoy nos sucede. Tampoco tiene sentido no
reconocer que no todas las metas resultan al final logros alcanzados, como
tampoco lo tiene dejarse abatir por una ambición desmedida y no lograda.
En mi opinión en
eso reside la grandeza de la gratitud, es como un puente en busca de la felicidad
deseada, sin caer en la infelicidad que solo te atenaza e inmoviliza. No es
preciso ignorar todo aquello que nos acontece y no responde a nuestros deseos,
de todo se aprende, pero es recomendable recordar que al lado de decepciones y
frustraciones también suceden cosas positivas. Hoy no obtengo lo que pretendo.
¿Pero mientras tanto, que me está sucediendo?
La ambición por
nuevos logros es lícita y siempre será valorada por quienes te rodean, en la
medida en que sea mesurada, es decir, proporcionada a la meta que se persigue. La
gratitud es el sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se
nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera. Esta
sensación está vinculada al agradecimiento y afecto personal, puro y desinteresado,
compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. La gratitud,
en definitiva, puede expresarse mediante palabras u objetos. Se trata de un
sentimiento de reconocimiento.
Piensa y reflexiona
continuamente sobre las cosas que te suceden, no todas apuntan a lo que deseas,
no todas te satisfacen, pero… ¿Por qué olvidas todas esas que también suceden y
te son favorables? ¡El secreto está en no renunciar!, no renunciar a los
objetivos y no renunciar a los acontecimientos. Y es que el sentimiento de
gratitud es un sentimiento de acompañamiento, acompañamiento a las personas y
cosas que te rodean.
El perfume de una
flor, la frescura de un bosque o el rumor del agua de un río solo se percibe si
te acercas lo suficiente; acércate a lo que sucede en tu vida y tus sentidos se
verán estimulados, persigue tu mañana, no renuncies a tus sueños, pero disfruta
y agradece tu presente.
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