RICOBLOG

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miércoles, 7 de noviembre de 2012

ESAS PEQUEÑAS COSAS



Yo lo llamo paradoja, es decir, “una idea que se presenta como extraña ante la opinión más frecuente y común de las personas”; pero lejos de pensar qué el éxito se obtiene como resultado de actos aislados de trascendencia sobresaliente, creo que el éxito es el premio o recompensa a la sucesión de muchos pequeños actos, metódicos, secuenciados y fundamentalmente coherentes con una meta personal.
Admito que un acto espectacular puede proporcionar ciertas dosis de éxito, pero si dicho acto es aislado, como suele suceder, el éxito será efímero; un éxito personal sólido se basa en lo cotidiano, es el día a día lo que sostiene a la persona en su ámbito de éxito, o lo que es más importante, como yo lo entiendo, en un estado de auto-reconocimiento de realización personal.
Una persona de, lo llamaré “éxito personal”, requiere actuar desde la autocrítica y hacerlo con valentía, buscando siempre en que terreno puede mejorar, reconociendo sus propios límites, no para aceptarlos sin más sino para tratar de superarlos, con disposición a negociar siempre que sea preciso y abierta a nuevos conocimientos.
Pero todo esto que puede sonar grandilocuente no es así, o no debe serlo, las personas vivimos día a día, y el día a día está repleto de pequeñas cosas y solo ellas son las que nos hacen ser lo que somos, sin embargo, las personas tendemos a no valorar esas pequeñas cosas, cosas cotidianas que solo valoramos cuando percibimos su ausencia, como cuando perdemos un amigo o un familiar, ya sea una pérdida física o afectiva.
Salvando todas las distancias que requiere el caso, pero como ilustración de lo que quiero decir, apelo a recordar la frustración que nos produce quedarnos sin luz por un apagón general o sin agua por un corte en la zona. Solo en esos momentos tomamos consciencia de lo que supone disfrutar de algo que está instalado en nuestro día a día, pero que por habitual no le damos el valor del bienestar que nos proporciona.
Si esas pequeñas cosas las clasificamos como rutinarias y las negamos el valor que realmente juegan en nuestra vida, nos exponemos a un peligro: cifrar nuestras posibilidades de éxito al gran acontecimiento que cambie nuestra vida, una visión que nos impedirá percibir los múltiples y contínuos mini-acontecimientos que protagonizamos día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, mientras estos y solo estos forjan nuestra realidad. Por ello, si no aprendemos a disfrutar de esas pequeñas cosas, si no somos capaces de vivir con intensidad ese día a día ¿Qué nos queda? ¿El gran milagro? ¿Y si no se produce?
Creo que el riesgo es demasiado alto para confiar que en algún momento de nuestra vida se presente el “gran milagro”, el improbable o cuando menos incierto “gran milagro” que nos ha de proporcionar el anhelado éxito. Desde luego he llegado a pensar que todo ser humano tiene ante sí ese “gran milagro” y este consiste en ser capaz de disfrutar de las muchas pequeñas cosas que todos los días nos proporciona la vida. Sí, eso es lo que creo, al “gran milagro” se llega mediante la suma de “pequeños milagros”, esos que forman parte de nuestro día a día y a los que raramente concedemos el valor y la importancia que tienen.
Si de verdad deseas el “gran milagro” deja de perseguir el sueño vago y abstracto del triunfo ocasional, es la suma de esas pequeñas cosas lo único que puede hacerte feliz y solo desde la felicidad se alcanza el éxito.

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