La vida es
movimiento y todo movimiento acaba con un resultado, esperado o no, y da lugar
a un movimiento nuevo, pero el problema no está en el movimiento en sí mismo,
sino en la velocidad a la que los ejecutamos; vivimos a ritmo vertiginoso y ese
no parar nos impide mejorar la perspectiva de todo lo que nos rodea.
Vamos por el camino
sin detenernos en ningún momento, con prisas, y sin disfrutar del momento, del
paisaje o del camino, a veces me pregunto ¿Y si la felicidad consiste en
saborear el camino, en disfrutar de él?, y aunque así no fuera ¿A dónde vamos
tan deprisa? Quizás vamos tan rápido con el único objetivo de huir de nosotros
mismos, de escapar de nuestros miedos y limitaciones.
Son muchas las
personas que habiendo cumplido con todas sus obligaciones o responsabilidades
continúan hiperactivas dispuestas a hacer cualquier cosa menos estar consigo
mismas en el sosiego, en la quietud y sin hacer nada.
Otras, muchas
menos, llegan a entender la importancia del silencio como elemento potenciador
de “un empezar de nuevo”, esas personas disminuyen e incluso eliminan
temporalmente los infinitos ruidos que nos rodean, pero inmediatamente que
perciben ese intervalo vacio de todo lo que no sea silencio, tratan de llenarlo
con “ruido interno”, un ruido interno que se genera por la actividad de
pensamientos viejos, que puede llegar a ser incontrolable y evitar que la
persona se abra a lo nuevo, más allá de estructuras rígidas condicionadas por
el pasado.
Pero ¿Qué implica
evitar el ruido interno? ¡La ausencia de ruido!, una vez logrado estaremos ante
el silencio exterior y el silencio interior, lo que nos proporcionará un
espacio productivo, que ni recrimina ni exige nada, que no nos obliga a huir de
nosotros mismos. Provocar el silencio exterior puede llegar a resultar
razonablemente fácil, provocar el silencio interior es harto difícil, pero quién
lo logra obtiene además: relax, equilibrio y fortaleza para romper cadenas que
le podrían esclavizar ante los planes, proyectos y compromisos de futuro.
La dificultad o el
miedo al resultado hacen que muchas personas busquen desesperadamente
obligaciones con las que estar ocupados, mantienen así un determinado nivel de
ruido interno que les proporciona cierto confort, aunque simultáneamente les priva
del placentero refugio de la serenidad personal, único camino capaz de
conducirte al descubrimiento del auténtico valor que tienen las cosas más
comunes y el interés verdadero que llegan a despertar en ti.
En un mundo que van tan aprisa muchas veces creemos que es imposible darle un stop a nuestra vida y aprender a sacarle provecho al silencio. Muy buena reflexion.
ResponderEliminarPermanecer en el silencio es mucho más complicado que hacerlo en el ruido, este nos proporciona más oportunidades de no mostrarnos.
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