En mayo de este año
publicaba un breve apunte de la serie Ricoblog Exprés Coaching, concretamente
“REC 14. PREGUNTAS Y RESPUESTAS” y que venía a decir:
“… Fórmulas
interrogatorias de aparente similitud pero que activan mecanismos mentales
diferentes. Sí utilizamos la fórmula ¿Por qué…?, el mecanismo mental que se
activa es el de la causalidad y la respuesta que obtendremos será la causa o
razón de algo, es decir, una justificación; sin embargo al utilizar el ¿Para
qué…?, el mecanismo mental que activamos es el de la utilidad y la respuesta
que obtendremos hablará de la finalidad de la acción, lo que probablemente nos
indique una meta u objetivo…”
Y es que en efecto, la “causa” viene vinculada a la
preposición “por” mientras que la “finalidad” lo hace con la preposición
“para”. En definitiva, contamos con dos fórmulas interrogativas aparentemente
próximas, pero que apuntan a respuestas alejadas, esta es mi opinión sobre
ambas opciones:
¿Por qué has hecho esto o aquello? ¿Por qué me pasa
siempre a mí?..., por cándidas que puedan ser las preguntas su estructura es
inquisitoria, implican un enjuiciamiento al que se somete, así mismo, quién
recibe la pregunta; en numerosas ocasiones los “porqués” no tienen respuesta,
lo que nos conduce a un laberinto sin salida en busca de una causa, inexistente
en la mayoría de los casos, no importa si la pregunta se la haces a otro o a ti
mismo. Una vez leí a alguien que opinaba que tantos “porqués” terminan
generando “porquerías” que erosionan nuestro estado emocional, o lo que es lo
mismo, nada que nos vaya a reportar utilidad alguna, pero que supondrán un peso
muerto en tu equipaje si no eres capaz de liberarte de ellas.
Esto me hizo reflexionar sobre la conveniencia de evitar
esta fórmula interrogatoria y es que se supone que cuando haces una pregunta no
buscas una justificación y menos aun, como puede y suele suceder, una
justificación artificiosa y condicionada.
En mi opinión
podemos denominar “preguntas oportunas” a aquellas que abren nuevas posibilidades,
nuevos retos y generan estados de ánimo positivos, el ¿Por qué…? Supone un
regreso al pasado que no se puede cambiar, una pregunta oportuna de progreso
debe estar orientada a la acción y no al sujeto, debe dirigir la mente hacia el
futuro, hacia la meta. Debe provocar una reflexión y no un juicio.
Preguntas del tipo ¿Qué puedes hacer con esto que te ha
pasado? ¿Qué esperaba lograr yo con esta decisión?, enfocan a la finalidad,
liberan del pensamiento de lo que creemos que pudo ser y nos centra en lo que
deseamos que sea, y si crees que en ocasiones no es fácil estructurar la
pregunta de forma oportuna, siempre podrás recurrir a una fórmula sencilla,
eliminar la preposición “por” y utilizar “para”: ¿Para qué haces…?, y menos
usual aun pero más potente ¿Para qué no haces…? Las preguntas así realizadas
están claramente orientadas a la finalidad y evitan el enjuiciamiento.
Soy consciente de que aunque he dicho una fórmula
sencilla no lo es tanto, A partir de
los 3 años, más o menos, llega la temida etapa en la que un niño no parará de
hacer preguntas: “¿Por qué llueve? ¿Por qué ladra el perrito? ¿Por qué el cielo
es azul?” Preguntas y más preguntas que nunca tendrán fin, pero son preguntas
que solo obedecen a la curiosidad infantil del nuevo mundo que va descubriendo,
son impersonales y nunca implican la conducta de quién pregunta ni de quién es
preguntado y desde luego son oportunas porque buscan la causa.
Ante tal aluvión de preguntas
infantiles, su entorno adulto se esforzará con esmero e ingenio en abastecerle
de respuestas, pero crecerá aferrado a dicha fórmula y difícilmente alguien le
instruirá sobre la conveniencia de perfeccionar su técnica a la hora de
preguntar. Con el tiempo y con suerte, descubrirá que su forma de preguntar
apela a la causalidad o a la finalidad.
La cuestión no es ¿Por qué
preguntas?, la cuestión es ¿Para qué preguntas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario