Esta mañana me
desperté con alma de poeta, con espíritu trovador, con deseos de improvisar y
glosar versos, anhelando esgrimir cadencias gratas que emulen la danza mientras
son leídas, como dibujando acordes musicales mediante sencillas palabras, sin
más retórica que la precisa, con alguna licencia, pero sin excesos y sin
barreras emocionales.
A medida que el
café me ayudaba a despegar mis párpados y desperezar mi mente, recuperaba mi
supuesta sensatez, pero mi deseo no desaparecía, solo se me ocurrían dos
caminos: Apaciguar mi impulso frenando ese ímpetu creativo o entregarme a la
irracionalidad de vencer el temor de hacer lo que nunca hago.
Confieso que me
sorprendí a mí mismo al decidir que mi deseo predominase sobre el
comportamiento habitual, algo me empujaba a hacerlo con independencia del
resultado, mi última reflexión fue: “¿Y por qué no?”
UN CANTO A MI VIDA:
Como sucede en un rio cristalino y
pasa en el manantial de la vida
yo broté a la luz.
Tras una estancia oculta y reposada,
vine a la vida por el cauce que debía transcurrir,
en ocasiones aprendiendo a serpentear riscos
y a veces disfrutando de valles de placer,
calmando la sed de algunos y
para otros siendo su razón de ser,
recordando que puedes ser el alivio
del cansado peregrino que refresca sus pies.
Disfrutando de primaveras florecientes
Siempre preludio del estío y su escasez,
experimentando dorados otoñales
que ceden el paso a hielos invernales
y así una y otra vez.
Por un cauce siempre cambiante
y un recorrido distinto al que fue,
¿Qué habrá tras el nuevo meandro?
¿Qué cosas nuevas habré de aprender?
Mi ímpetu incontenible
me llevará a lo que no pretendo ser
y olvidando que soy un plácido rio
algún terreno anegaré.
Y más tarde o temprano mi recorrido acabará,
vertiendo mis aguas en otras,
que supondrán mi final.
Como rio no he tenido alternativa a seguir,
me dicen las aguas una y otra vez,
“mi cauce estaba marcado para nacer y morir”
y esa es la gran diferencia que pretendo hacer
valer,
coincidimos con el rio en la forma de nacer
pero nosotros, y solo nosotros,
podemos decidir el cauce a recorrer.
Fluyendo de puente en puente
esto es lo que aprendí,
amar a los juncos, a los guijarros y peces,
y al agua de lluvia que me dio de beber.
Puedo entender que la
composición lograda no sea digna de ningún galardón literario, pero me
gratifica haberlo hecho; no me paralicé ante el deseo de hacerlo, ni me frenó
la duda de intentarlo, ni el miedo al resultado, he sido coherente con mi
anhelo y por tanto con migo mismo y eso me hace sentirme auténtico. Solo la
autenticidad habla más de lo que somos que de quién somos.
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