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50!, ¡Elige tu Ipod gratis!, ¡Semana de oro!, ¡Nosotros no subimos el IVA!, ¡Sin
comisiones! ¿Te suenan estas frases?, seguro que sí, se han convertido en
inevitables, son una letanía permanente que día tras día nos bombardea. Esta
práctica se ha convertido en muy común en muchos sectores, fundamentalmente en
el de servicios (seguros, banca, telefonía móvil, prensa y revistas, etc.) sectores
que han de competir en un mercado bastante maduro, donde prácticamente no
existen clientes nuevos y hay que vivir con los que preexisten.
Cualquier eslogan
de ese tipo responde a una política comercial de captar nuevos clientes
mediante “el premio”, pero el nuevo cliente que se persigue, en la mayoría de
los casos ya cuenta con los servicios que se le ofrecen, por eso, todos esos
eslogan suelen ir acompañados de esa odiosa coletilla ¡Para nuevos clientes!
Esta práctica
comercial tan extendida, cuando menos tiene algunas vertientes dignas de ser
consideradas:
Por un lado tenemos
el esfuerzo económico que ha de realizar la empresa oferente para mostrarse más
atractiva que las condiciones de mercado que vienen ofreciendo sus competidoras,
esfuerzo económico que a veces llega incluso a ser difícil de rentabilizar,
descuentos, cupones regalo, tarifas bonificadas, etc.
Esta agresividad
comercial terminó por dar forma a las cláusulas de permanencia mínima salvo
penalización, lo que convierte al nuevo cliente en un rehén, clientes de los
que durante un tiempo no es necesario ocuparse, lo mismo que sucede con los
clientes que se han perdido y han pasado a ser rehenes de sus competidoras.
¿Pero… Y los
clientes? Los que ya lo eran antes de tan apetitosas ofertas se sienten
discriminados y con un trato desconsiderado, y al constatar cómo su fidelidad
no es reconocida les puede hacer más receptivos a la competencia, y rendirse
ante las promociones de otras empresas.
Por otro lado, los
que cambiaron aprovechando una ventaja puntual, llega un momento en que se
sienten abandonados y prisioneros, ya no son clientes nuevos por lo que no
pueden beneficiarse de las últimas ofertas y tampoco pueden acogerse a las
nuevas iniciativas del mercado, al menos mientras siga vigente su cláusula de
permanencia mínima.
Este tipo de
políticas ha acabado con el concepto que me enseñaron de lo que era hacer
clientes y que consistía en lograr una relación estable y duradera en el tiempo,
ahora parece más un “engánchalo como puedas y desgástalo”, ¡Otro acabará
quitándotelo!
En esta guerra
comercial, todo el que puede cambiar su seguro, su cuenta bancaria, su operador
telefónico, etc., de “x a y”, de “y a z” y tal vez termine volviendo a “x” lo
hará para beneficiarse de una ventaja o ahorro, la pregunta es ¿Qué logra “x”?,
solo hay dos opciones, pierde un cliente que le venía siendo fiel o acaba
recuperándolo en condiciones más comprometidas para su cuenta de resultados.
Reconozco mi
inconsistencia en materia de estrategia comercial y marketing de las empresas,
pero me queda una duda, ¿No sería preferible una política de mantenimiento de
los propios clientes que la de captar nuevos a cualquier precio?, nunca negaré
la importancia de ganar nuevos clientes pero desde luego no mediante una
auténtica guerra en la que “el cliente es lo primero” ha dejado de serlo.
Y un canto a la
fuerza comercial de las empresas. Muchas de estas ventajas suponen una
reducción de sus condiciones de comercialización (comisiones) que en muchos
casos son los únicos ingresos de los que disponen.
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