Hace unos días al leer la expresión “tomar
distancia” vino a mi cabeza algo que tenía prácticamente olvidado, o cuando
menos adormecido, me refiero a ese odiado ejercicio que debíamos ejecutar a
diario en el patio del colegio a la voz de “alinearse”; puestos en fila
debíamos poner el brazo estirado y los dedos de la mano derecha sobre el hombro
del de adelante, sin hablar, sin reír y completamente derechos, como en
formación militar no era sino un ejercicio de orden, disciplina y respeto a la
autoridad. Recuerdos de una época en la que el compromiso social, las ganas de
un mundo más abierto y el no callarse a tiempo podían pasar una elevada
factura. No juntarse, no hacerse notar, no correr riesgos, ser prudentes y…
¡Tomar distancia!
Hoy, unos más o menos canosos, otros más o menos
calvos y todos con mayor o menor presbicia, lo vemos como una época oscura y
que se ha tornado bastante borrosa, pero recuerdo que todo era blanco o negro,
esta puede ser la causa de mi pasión por los infinitos matices del color; la
única preocupación que me queda de aquella época es si aquel dichoso ejercicio
diario de “tomar distancia” se ha quedado de alguna manera impregnado en
nuestra conducta actual, impidiéndonos abrazar sin condicionantes ciertos
cambios y mantenerlos allí, donde apenas podemos rozarlos con los dedos y un
brazo estirado.
Pero el texto que me provocó estos recuerdos no
tenía nada que ver con ellos, pues trataba sobre la conveniencia de tomar
distancia psicológica respecto de los problemas para afrontarlos con mayor
eficiencia; recuerdo una frase que me hizo tomar interés por el texto y que
sentenciaba: “Aunque los humanos se esfuerzan por ser sabios, con frecuencia no
logran serlo cuando razonan sobre temas que tienen implicaciones personales profundas”.
La conclusión que obtuve de esta lectura es la de
que si tienes una perspectiva egocéntrica procesas la información de forma
distinta a si tu perspectiva es más universal, y es que el egocentrismo te
priva de la humildad intelectual que resulta precisa para reconocer los límites
del conocimiento propio. Sí aceptamos que el egocentrismo te proporcionará
opiniones más polarizadas, tomar distancia de dicho eje puede acercarte a
reflexiones menos absolutas y exentas de condicionantes personales.
También “tomar distancia” te puede proporcionar
moderación y aunque para algunos la moderación pueda resultar un síntoma de suponer
insulso, aburrido o poco entusiasta, lo cierto es que te va a proporcionar
cierta inocuidad ante la
solemnidad, la rigidez y los excesos que surgen tantas veces de quienes están
convencidos de que lo que piensan siempre es la verdad.
Yo apuesto
por la apertura y la elegancia de los que son capaces de ponerse en el lugar de
los otros, creo que los que entienden de estas cosas lo llaman empatía, de los
que saben relativizar e imaginar diferentes percepciones o puntos de vista.
En este
aspecto el sentido del humor me parece importante porque hay en él cambios de
perspectiva y sutileza. Hay agudeza, ingenio, capacidad para salirse de lo
obvio, para operar pequeños giros y descolocar con gracia, en definitiva para “tomar
distancia”.
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