Según la RAE, hipocresía es el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Esta definición me lleva a entender que la hipocresía significa la discordancia entre la intención que se manifiesta y la que se disimula, la discordancia entre las palabras y el corazón.
Esto me permite arriesgarme a afirmar que un hipócrita es alguien que actúa de forma permanente. Es hipócrita de corazón, de alma conforme al léxico hebreo. Es decir, que su mente elabora determinados conceptos pero que por diversas circunstancias tiene que actuar de un modo totalmente opuesto a cómo piensa.
La hipocresía es una palabra que nos resulta detestable, que provoca dolor en quién percibe sus efectos. Es doloroso sentirse víctima de la hipocresía de otros, de quienes no son sinceros y engañan. Y lo peor de todo, la hipocresía es un mal muy común.
Tanta hipocresía me produce cansancio. Estoy cansado de funcionarios que no funcionan, de políticos que no tienen política alguna, de instituciones llenas de dispendio y nada operativas, de una justicia que demasiadas veces resulta cuestionable, de militantes de una y otra causa que no militan sino vegetan, de malas personas respetadas como honestas y de personas honestas que son tratadas como malas personas, estoy cansado de, de, de…
La hipocresía presenta signos fácilmente reconocibles:
El primero es mentirle a quién está creyendo lo que le dicen: Es una gran traición decirle mentiras a tu semejante mientras cree que le estás diciendo la verdad.
El segundo es no cumplir lo que se promete: Aquí tiene especial importancia si la promesa se realiza con la intención inicial de no cumplirla, pues en este caso estamos ante un perverso mentiroso.
El tercero es desviarse de la verdad, intencionadamente, cuando se discute: Sí en una discusión se hace prevalecer lo falso a costa de la verdad de forma intencionada, se comete una acción más que censurable.
El cuarto es no respetar lo pactado: Lo convenido incluye todo tipo de acuerdos y contratos, ya sean comerciales, civiles, etc.
El quinto es traicionar la confianza: La confianza se muestra a través de la entrega y si ésta resulta traicionada, adopta forma de mentira.
Nos puede gustar más o menos pero creo que es difícil negar que la hipocresía sea algo demasiado frecuente en nuestra sociedad; individualmente, uno a uno todos nos pronunciamos contra la hipocresía, nos parece reprobable y nos mostramos especialmente duros ante quienes resulten señalados como tales, la hipocresía solo es propia de personas ruines y detestables.
Pero la hipocresía tiene una segunda derivada que nos afecta de lleno a todos nosotros, tiene su base en la llamada “vara de medir”, sustituimos los hechos por juicios y a la hora de juzgar no lo hacemos con el mismo baremo de benevolencia si el hecho es propio, es imputable a alguien que nos cae bien o corresponde a alguien que nos cae mal o tenemos alguna cuenta pendiente con él. Se trata del también llamado “doble rasero” o “doble moral” y que nos lleva a ver la paja en el ojo ajeno, ignorando la viga en el propio.
Lo que sucede es que ser auténticos y aplicar a todo el mundo la misma “vara de medir” no es nada fácil, no juzgar de forma diferente un mismo hecho o no otorgar valores diferentes a las personas, sin importar rango, riqueza o compostura, es infrecuente; sin embargo, es la única manera eficiente de colaborar en el destierro de la hipocresía, que tanto condenamos, pero que nos apresa y condena a nosotros mismos.
Interesante nota. Me ha sido útil. gracias,
ResponderEliminarMe alegro, creo que la utilidad como bien compartido nos beneficia a todos.
ResponderEliminarUn largo abrazo.