El término “estupidez humana” con el que he tropezado en numerosas ocasiones, me parece una redundancia, pues en mi opinión solo la especie humana es capaz de ser estúpida, al menos como yo lo entiendo.
El historiador económico Carlo María Cipolla, en sus ensayos sobre la estupidez humana dijo, entre otras cosas: “Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son”.
La RAE define estupidez como: “Torpeza notable en comprender las cosas”. No suelo tener la osadía de demostrar mi desacuerdo con las sentencias léxicas de nuestro “Diccionario”, maestro y señor de nuestra lengua, pero en esta ocasión creo que nos muestra un significado cuando menos benévolo en exceso, tal vez no en su ámbito conceptual o etimológico, pero desde luego sí en cuanto a la nefasta capacidad de influencia en el ámbito social. En mi opinión la estupidez es el producto final de una receta que combina, a partes iguales, sandez, insensatez, estolidez y estulticia; y es que las estupideces siempre dejan un amargo sabor a necedad, falta de sentido o razón y despropósito.
Nadie está libre de cometer en cualquier momento de su vida una estupidez, pero solo los estúpidos suelen sentirse orgullosos de sus estupideces, persistiendo así en sus errores, lo que evidencia una paupérrima capacidad para entender, inhabilitándoles para el aprendizaje y crecimiento personal y esto no quiere decir que un inteligente no pueda ser estúpido, lo que pretendo es afirmar que un estúpido se niega, a sí mismo, la posibilidad de aprovechar el potencial de su inteligencia. El filósofo Bertrand Russell entendía que: “La causa fundamental de los problemas del mundo es que los inteligentes están llenos de dudas y los estúpidos completamente seguros”.
Por la estupidez no se siente ningún tipo de simpatía ni se le confiere beneficio o provecho alguno, es más, ante ella se declara rechazo por su miseria moral e intelectual, reflejando falta de racionalidad y sensibilidad. La persona estúpida es terca, no escucha y no admite la posibilidad de ver las cosas desde otro punto de vista, exaltando o fanatizando cualquier idea por absurda que sea, sin embargo, para las personas normales o inteligentes el factor estupidez es circunstancial. Todos estos argumentos, por lo común, serán aceptados por todo el mundo, sin embargo la estupidez existe. Albert Einstein aseguró: “Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro”.
Volviendo a Carlo María Cipolla podríamos decir, conforme a sus estudios, que hay cuatro tipos de personas:
- Inteligentes: Se benefician beneficiando a los demás con sus acciones.
- Incautos: Se perjudican beneficiando a los demás con sus acciones.
- Malvados: Se benefician perjudicando a los demás con sus acciones.
- Estúpidos: Se perjudican perjudicando a los demás con sus acciones.
Son los inteligentes los que más y mejor enriquecen la sociedad, mientras que los estúpidos, por impredecibles, son funestos y peligrosos, empobreciendo y causando daño a la sociedad, peor aún, si el estúpido tiene iniciativa hace todavía más daño. Y el colmo de los colmos es cuando el estúpido hace estupideces para congraciarse y ser aceptado por otros estúpidos.
¡Que no te preocupe cometer alguna estupidez si eres capaz de reconocerlo, preocúpate de no ser estúpido!