RICOBLOG

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miércoles, 27 de marzo de 2013

EL PATRIMONIO INTERIOR



Siempre es posible engrandecer o enriquecer el interior de la persona, incluso en una sociedad superficial y frívola atacada por el virus del consumismo y espoleada por múltiples mecanismos publicitarios, que como una fragua parecen pretender forjar una sociedad monetizada e insatisfecha, sin mayor objetivo que incentivar el deseo permanente.
Tal vez mi idea sobre la riqueza interior pueda entenderse como romántica, incluso tópica, pero aun siendo así no me preocupa, mi convencimiento sobre la importancia de cultivar la esencia más propia e íntima es lo suficientemente poderosa como para no desistir de ella.
Se trata de una riqueza independiente del caudal dinerario que se posea y es que, riqueza interior es ser coherente con lo que somos y estar comprometidos con lo que queremos ser, en nuestra riqueza interior debe haber: sencillez, gratitud, libertad, alegría y todo aquello que contribuye a enfrentarnos a nuestros temores y a extraer el máximo aprendizaje de nuestras experiencias.
Es conveniente asumir que todo con lo que sueñas, aquello que forma parte de tus anhelos, de una manera u otra también son parte de tu realidad y que se conviertan en riqueza o miseria depende fundamentalmente de ti, pues no depende de cómo se concreten sino de cómo te afecten.
Precaución y especial atención merecen aquellos sueños que pergeñamos despiertos, sobre todo si lo hacemos con insistencia pertinaz, incluso con avidez u obsesión, pero sobre todo si apuntamos a metas desmesuradas, los sueños a veces limitan con fantasías inalcanzables y estas suelen generar frustración.
Soñamos con ser, soñamos con tener, soñamos y soñamos, una y otra vez soñamos pero generalmente lo hacemos en relación a nuestra perspectiva externa, a la imagen que nos gustaría fuese la que los demás perciben de nosotros y nos olvidamos de la profundidad de visión ajena; creemos que nuestro interior nos pertenece en exclusiva a nosotros y que somos opacos hacia dentro, pero esto no es cierto, los demás ven aspectos nuestros que ni imaginamos, incluso aspectos de los que a veces no somos conscientes:
Resulta que me considero gracioso y divertido, mientras que para la mayoría de las personas soy “un plasta”; me autodefino como un erudito o conocedor de cualquier tema del que se hable, mientras que para la mayoría soy “un inaguantable sabelotodo”; sueño y cuido mi exterior pero desconozco o descuido mi interior.
Nuestro interior nos busca y envía señales permanentemente, pero, lamentablemente en la mayoría de los casos las obviamos o nos pasan desapercibidas por estar demasiado ocupados en maquillar o mejorar nuestro exterior. Cuando realmente comprendamos que lo que está por fuera no siempre muestra lo que está por dentro estaremos entrando en el terreno de la autenticidad, podremos presentarnos ante los demás y ante nosotros mismos de forma genuina.
La frecuente artificiosidad de nuestro mundo exterior suele terminar confundiéndonos con alguna que otra sorpresa, a la vez que la negación o descuido de nuestra realidad interior nos privará del uso eficiente de nuestros más potentes recursos, los que sin ningún tipo de duda componen nuestro verdadero patrimonio interno.
El verdadero sosiego y la pretendida felicidad pasan por lograr una estrecha armonía entre el mundo exterior y el mundo interior.

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