La definición de
“Fantasía” nos indica que se trata de la facultad que tiene el ÁNIMO de
reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar
los ideales en forma sensible o de idealizar las reales.
Si buscamos la
definición de “Imaginación” veremos que se centra en la facultad del ALMA que
representa las imágenes de las cosas reales o ideales.
Reconozco que en
principio me parecieron dos definiciones bastante similares, o cuando menos
próximas, aunque se cifraba el motor de la “Fantasía” en el ÁNIMO y el de la
“Imaginación” en el ALMA. Sin embargo, las posibles dudas dieron paso a la
confusión al consultar la definición de ÁNIMO y comprobar que dice ser el “ALMA
o espíritu en cuanto es principio de la actividad humana”.
Acudí entonces a mi
incuestionable perspicacia personal (no es falta de modestia sino simple
sarcasmo) para comprender que los matices diferenciadores los descubriría tras
la definición del ALMA y esto es lo que encontré: “Principio que da forma y
organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”.
¡Me quedé a
cuadros! ÁNIMO y ALMA son “principio”, es decir, primer instante del ser de
algo, en definitiva la causa u origen de algo, y… ¿A caso “dinamismo
vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida” no es lo mismo que “actividad
humana”?
Solo me quedaba una
salida, abandonar el laberinto académico del diccionario y darle a cada término
mi propia dimensión, tras una breve pero pausada reflexión decidí conferir el
ámbito de la creatividad a la “Imaginación” y del ensueño a la
“Fantasía”. Soy consciente de que mi decisión puede resultar discutible o
controvertida, pero no veía otra forma de avanzar.
A través de esta
distinción, que confieso estrictamente personal, empiezo a diferenciar
“Imaginación” de “Fantasía”; veo la creatividad como el origen de algo nuevo
y el ensueño como la recreación de una
ilusión maravillosa perteneciente al territorio del deseo.
Todo esto me hace
pensar que la creatividad exige convicción, esfuerzo, compromiso y acción,
trata de construir conclusiones y nuevos conceptos; en la “Imaginación” es
precisa la involucración y el esfuerzo por desarrollar lo imaginado. La
“Fantasía” nos lleva a dibujar aquello que nos gustaría hacer o hubiéramos
deseado haber hecho y aunque expresa ciertos propósitos, lo hace desde el deseo
de que sea conforme a como mentalmente lo hemos esbozado, pero desde el terreno
de la espera o de la confianza de que así sea, es como construir castillos en
el aire.
Lo cierto es que todos
tenemos fantasías, es tan fácil imaginar un mundo ideal donde todo funciona
perfectamente. Además, hay tantos gurús de la autoayuda que nos motivan a soñar
afirmando que ésta es una de las mejores fuentes para la motivación. Su base se
sustenta en: “si creas un mundo de éxito, esto te ayudará a motivarte”. Vale,
pero mi pregunta es ¿Y cómo lo hago?
Mi permanente
esfuerzo por mantener una mentalidad abierta me exige dar cabida a ambas
expresiones, pero como me recordaría mi padre: “En su justa medida” (expresión
que siempre me ha puesto un poco de los nervios, ¿Quién marca esa medida?
¿Cuándo deja de ser justa?). Creo que el antídoto es la moderación (otra medida
igualmente abstracta), pero seguramente una “Imaginación” percibida como
excesiva te etiquetará de fantasioso y una práctica de la “fantasía” muy
frecuente puede proyectar inmadurez e incluso rasgos de personalidad narcisista.
No negaré que la “Imaginación”
puede beneficiarse de alguna dosis de fantasía y a su vez la “Fantasía” permita
algún hueco a la imaginación, pero en uno y otro caso la dosis ha de ser
reducida o moderada, es decir, ¡EL TAMAÑO SI QUE IMPORTA!
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