¡Vaya nochecita!, toda la noche subiendo y bajando, ha
sido como pasarla en una montaña rusa, aunque es cierto que con menor velocidad
y sensación de vértigo. Fue la luz de la mañana ya algo avanzada la que me
ayudó a despegar mis párpados. Finalmente lo tuve claro, había pasado la noche
dentro de un ascensor. Confieso que no soy nada conocedor de las teorías sobre
interpretación de los sueños, pero dado que esa mañana no tenía grandes
ocupaciones decidí entregarme a la imaginación y recreación de la vivencia
nocturna:
Admito que puede parecer una “bobada” pero lo primero que
me vino a la cabeza fue su denominación, ¿Por qué ascensor y no descensor?,
realmente su utilidad es trasladarte de unos pisos a otros, unas veces subiendo
y otras bajando, ¿Qué tal “subibaja”?
La segunda cuestión que me vino a la cabeza es la diferencia existente entre
estar ante el ascensor de tu casa y el del edificio de la oficina en la que
trabajas; ante “tu ascensor” el mayor inconveniente proviene de las bolsas que siempre
te acompañan, como carga impenitente y en el edificio de tu oficina del
fastidio de coincidir siempre con quién no deseas encontrarte. Pero da igual,
una vez que traspasas las puertas de tan extraño artefacto, los comportamientos
son similares en todo tipo de ascensores.
Sí entras al ascensor y estás solo, te miras al espejo,
atusas tu pelo y colocas tu vestimenta, incluso si eres una persona “algo
marchosilla” te recreas con unos pases de baile a lo Travolta o a lo Tina
Turner. Si el ascensor para y entra alguien, automáticamente das dos pasos
hacia atrás, como buscando la protección del fondo y adoptas un aire de
dignidad pretendida, y por lo general el saludo se formula mediante monosílabos
ininteligibles: Uhhmmm… Aahhh…
El ascensor puede ir dando acceso a más usuarios, incluso
cuando parece estar lleno y alguien pretende entrar siempre se oye una voz que
dice: “pase si no pesamos lo que dice la placa como máximo autorizado”, la
invitación obliga a juntar filas, todos hemos de apretarnos un poco y nunca
sabes quién acabará a tu lado, pero siempre acabas junto a una persona
sobreperfumada (por demás o por de menos).
De una manera u otra se percibe una cierta tensión, un
frio silencio entre los ocupantes de ese metro cuadrado, hasta que alguien en
un alarde comunicativo se lanza y dice aquello de: ¡Vaya día que hace hoy!, lo
que da pie a alguna respuesta del tipo “en invierno no cabe esperar otra cosa”
y es que es el tema de conversación fundamental de un ascensor es la
climatología en cualquiera de sus vertientes. Otra variante del comportamiento
humano dentro del ascensor es la de tratar de leer aquello que el de al lado
vaya leyendo, no importa si es un tratado de ingeniería o una revista del
corazón, nuestro ojos van hacia cualquier cosa que tenga letras y se encuentre
en manos ajenas.
De todas formas lo peor de un ascensor es encontrarse a
solas con otra persona, sobre todo si es del sexo contrario y convencido que no
surgirá esa atracción fatal propia de escenas del celuloide, menos mal que nos
queda el recurso de tirar de móvil para consultar los mensajes.
Sé que estos va a parecer una locura pero yo estoy convencido
que los ascensores no son seres inanimados, sienten y les desagradan muchas de
las cosas que en su interior suceden, es por ello que han desarrollado una
respuesta vengativa y no hablo de los saltos bruscos que a veces dan, ni de los
apagones y bloqueos que los pueden inmovilizar, todas esas situaciones son
accidentales y tienen una más o menos rápida solución, ni siquiera su venganza
consiste en pararse entre dos pisos y obligarte a abandonarles temeroso de que
en ese momento pudiesen volver a ponerse en marcha. ¡Noooo! Su forma de
vengarse tiene forma de abertura, sí, todos sabéis a que abertura me refiero,
esa abertura infernal junto a las puertas capaz de tragarse llaves, monedas,
revistas, cd´s, billetes y no sé cuantas cosas más, además el comportamiento de
esta abertura es discriminado y desconcertante, pues mientras algunos objetos
son recuperables, otros desaparecen como si de un agujero negro se tratase.
¡Subidas y bajadas!, ¡Actitudes y conductas forzadas!,
¡Comunicación superficial!, ¡Situaciones complicadas, incluso algunas de las que
tememos salir!, ¡Agujeros negros en los que desaparecen muchas de nuestras
oportunidades! Etc... ¿Acaso nuestro vida es como un “Gran Ascensor”?
No hay comentarios:
Publicar un comentario