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domingo, 10 de febrero de 2013

APRENDAMOS A LLORAR




Mientras que la definición académica de “reír” suena festiva (celebrar con risa algo), la de “llorar” se me antoja más peyorativa (derramar lágrimas), si río celebro y si lloro derramo, es como aprovechar o desaprovechar, es como deseable o reprobable.
Mientras que es ampliamente reconocido el beneficio de la risa como generadora de endorfinas, pequeñas proteínas popularmente conocidas como de “la felicidad” y que refuerzan el sistema inmunológico de la persona, raramente es aceptado el posible beneficio del llanto en el bienestar y la salud, sin embargo es un liberador de adrenalina, efecto que concluye en una sensación de desahogo y tranquilidad, como si liberamos emociones atrapadas en una olla a presión. No obtener ese desahogo aumenta la presión y el desequilibrio interior, lograrlo posibilita incluso conciliar un sueño reparador.
Pero, en las sociedades occidentales como la nuestra, llorar se percibe muchas veces como una debilidad y se convierte casi en un acto furtivo y eso que en la más tierna infancia es nuestro único reclamo ante necesidades básicas como el hambre, el sueño o el frío. Sin embargo, sobre todo si eres un chico, unos años después habrás oído más de una vez la tan manida y odiada frase “llorar no es de hombres”.
No son pocas las emociones que nos impulsan a expresarlas mediante lágrimas, ya sea el dolor físico o psíquico, la alegría, los nervios, la tristeza, el estrés, la angustia, etc., y si logramos hacerlo conseguimos encontrarnos mejor, en caso contrario sube nuestra presión emocional pudiendo llegar a provocarnos algunas disfunciones que dan paso a dificultades en nuestras relaciones interpersonales.
Llorar nace como parte del aprendizaje y del desarrollo humano pero acabamos convirtiéndolo en un área objeto de represión, lo convertimos en “una cosa de niños” y ahogamos lo que incluso a veces es una necesidad por estar relacionado con nuestro estado de ánimo; no estaría de más recordar que somos la única especie del reino animal que puede expresar sus sentimientos con risa y con llanto.
En mi opinión, las lágrimas son muy difíciles de controlar, y aunque no lleguemos a derramarlas, el estado vidrioso de nuestros ojos muestra un brillo especial que delata el momento en el que nos encontramos; si no estamos cortando cebolla y ese brillo aparece, quién esté cerca de nosotros podría percibir nuestro estado emocional, es algo que no suele pasar deapercibido.
En general las cosas no suelen ser buenas o malas en términos absolutos y dependen más bien de su dosificación. Si acostarse habiendo reprimido un llanto no es saludable, tampoco lo es despertarse frecuentemente llorando, todo duelo ha de tener un periodo de recuperación que puede ser más o menos largo pero que ha de superarse.
Recuerdo la fábula de un venerable y sabio anciano que se detuvo ante un grupo de personas y contó un chiste que todos rieron, al cabo de un rato contó el mismo chiste y casi nadie reía, contó el chiste una y otra vez y cuando ya nadie reía dijo: “Sí no puedes reírte varias veces de una sola cosa ¿Por qué lloras por lo mismo una y otra vez?”
Es cierto que se puede llegar a llorar por miedo o por debilidad, pero también se puede hacer por sentimientos. La próxima vez que notes que una lágrima está a punto de brotar de tus ojos no te preocupes de ella y de lo que pueden pensar los demás, preocúpate de la razón que la motiva, solo así tomarás control sobre ti mismo como persona racional pero sin olvidar tu esencia, la de ser emocional.

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