Mientras que la
definición académica de “reír” suena festiva (celebrar con risa algo), la de
“llorar” se me antoja más peyorativa (derramar lágrimas), si río celebro y si
lloro derramo, es como aprovechar o desaprovechar, es como deseable o
reprobable.
Mientras que es
ampliamente reconocido el beneficio de la risa como generadora de endorfinas,
pequeñas proteínas popularmente conocidas como de “la felicidad” y que refuerzan
el sistema inmunológico de la persona, raramente es aceptado el posible
beneficio del llanto en el bienestar y la salud, sin embargo es un liberador de
adrenalina, efecto que concluye en una sensación de desahogo y tranquilidad,
como si liberamos emociones atrapadas en una olla a presión. No obtener ese
desahogo aumenta la presión y el desequilibrio interior, lograrlo posibilita
incluso conciliar un sueño reparador.
Pero, en las
sociedades occidentales como la nuestra, llorar se percibe muchas veces como
una debilidad y se convierte casi en un acto furtivo y eso que en la más tierna
infancia es nuestro único reclamo ante necesidades básicas como el hambre, el
sueño o el frío. Sin embargo, sobre todo si eres un chico, unos años después
habrás oído más de una vez la tan manida y odiada frase “llorar no es de
hombres”.
No son pocas las
emociones que nos impulsan a expresarlas mediante lágrimas, ya sea el dolor
físico o psíquico, la alegría, los nervios, la tristeza, el estrés, la angustia,
etc., y si logramos hacerlo conseguimos encontrarnos mejor, en caso contrario
sube nuestra presión emocional pudiendo llegar a provocarnos algunas
disfunciones que dan paso a dificultades en nuestras relaciones
interpersonales.
Llorar nace como
parte del aprendizaje y del desarrollo humano pero acabamos convirtiéndolo en
un área objeto de represión, lo convertimos en “una cosa de niños” y ahogamos
lo que incluso a veces es una necesidad por estar relacionado con nuestro
estado de ánimo; no estaría de más recordar que somos la única especie del
reino animal que puede expresar sus sentimientos con risa y con llanto.
En mi opinión, las
lágrimas son muy difíciles de controlar, y aunque no lleguemos a derramarlas,
el estado vidrioso de nuestros ojos muestra un brillo especial que delata el
momento en el que nos encontramos; si no estamos cortando cebolla y ese brillo
aparece, quién esté cerca de nosotros podría percibir nuestro estado emocional,
es algo que no suele pasar deapercibido.
En general las
cosas no suelen ser buenas o malas en términos absolutos y dependen más bien de
su dosificación. Si acostarse habiendo reprimido un llanto no es saludable,
tampoco lo es despertarse frecuentemente llorando, todo duelo ha de tener un
periodo de recuperación que puede ser más o menos largo pero que ha de
superarse.
Recuerdo la fábula
de un venerable y sabio anciano que se detuvo ante un grupo de personas y contó
un chiste que todos rieron, al cabo de un rato contó el mismo chiste y casi
nadie reía, contó el chiste una y otra vez y cuando ya nadie reía dijo: “Sí no
puedes reírte varias veces de una sola cosa ¿Por qué lloras por lo mismo una y
otra vez?”
Es cierto que se
puede llegar a llorar por miedo o por debilidad, pero también se puede hacer
por sentimientos. La próxima vez que notes que una lágrima está a punto de
brotar de tus ojos no te preocupes de ella y de lo que pueden pensar los demás,
preocúpate de la razón que la motiva, solo así tomarás control sobre ti mismo
como persona racional pero sin olvidar tu esencia, la de ser emocional.
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