Si yo tuviese que
organizar un concierto de música alternativa seguramente elegiría promocionarlo
como ¡¡EXTRAVAGANCIA!!, ¿La razón?, porque lo extravagante resulta ser raro,
extraño, desacostumbrado, excesivamente peculiar u original. Claro que yo entiendo por música
alternativa toda aquella que se contrapone a los modelos más comúnmente
aceptados y que acoge un gran número de géneros musicales que se alejan de lo
conocido como música comercial. Aunque también soy consciente de que cuando un
subgénero alternativo alcanza cotas de seguimiento y aceptación importantes
empieza a perder dicho carácter alternativo y va conquistando parte del terreno
comercial.
Al extravagante también se le suele denominar excéntrico,
etiqueta social que pretende englobar a todos aquellos que nos parecen actuar
con patrones inusuales, personas a las que les negamos tener un “comportamiento
normal” y en muchas ocasiones es porque nos resulta sencillamente
incomprensible su forma de ser o de estar.
La excentricidad es una conducta que puede provenir de
una condición innata o pretendida, pero creo que ninguna de las dos condiciones
le resta autenticidad, la inclinación o pretensión del excéntrico es separarse
de los estándares vigentes y es legítima si responde a una necesidad de quién
lo es (innata), y no a una afectación por aparentar lo que no se es
(pretendida), que en efecto tampoco le resta autenticidad a su extravagancia
pero que se oscurece ante la de los innatos.
El excéntrico “real” no está condicionado por la posible
desaprobación que sus hábitos o creencias puedan provocar en su entorno; el
excéntrico “afectado” se ve condenado a la permanente vigilancia de que sus
pretensiones van por buen camino, un camino que no es otro que el intento de
mostrarse distante de las normas sociales por el deseo de forjar una
personalidad única.
Pero también existen comportamientos impropios que
solemos calificar de excéntricos cuando no lo son. El “no encajar” o la
vulgaridad no son conductas excéntricas, no pasan de ser formas de actuar
inadecuadas y censurables desde muchas opiniones, opiniones de quienes asumen
como correcto unos mínimos de comportamiento de mayoritaria aceptación social,
pues suelen venir acompañadas de cierta falta de respeto a dicho modelo admitido
convencionalmente.
Sin embargo, es recomendable adoptar una postura de
cautela ante lo que nos parece excéntrico, este es un comportamiento que con
frecuencia nos puede resultar caprichoso o peculiar, incluso puede llegar a
resultarnos molesto por incomprensible, recordemos que hablamos de conductas
extrañas o poco habituales. Níkola Tesla con sus numerosas y revolucionarias
invenciones en el campo del electromagnetismo, Howard Huhges reconocido por sus
extraordinarios aportes a la aviación o Albert Einstein considerado como el
científico más importante del siglo XX, podrían ser considerados como
verdaderos iconos del excentricismo, por no citar la extravagancia de Salvador
Dalí. Personajes que en su particularidad eran felices, aunque algunos los
trataran de paranoicos o de obsesivos desde la incomprensión de su realidad.
Creo que esto nos recomienda hacer un esfuerzo cuando
estamos ante una persona que consideramos excéntrica, sea por la razón que sea,
por sus ideas o forma de expresarlas, incluso por la elección de la ropa que
utilizan, en su afán de diferenciarse, ¿Es una extravagancia de carácter o es
una extravagancia pretendida?
La diferencia entre unos y otros está en su escudo
emocional, para los excéntricos innatos es su sinceridad, pueda o no estar
confundida, y para los pretendidos es su ambición de apariencia. Yo marcaría
esta diferencia: el sincero puedo ser excéntrico y el pretendido es
extravagante, aunque académicamente no me sienta acompañado por la RAE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario