El amor propio,
pariente directo de la autoestima, es fundamental para llevar una vida
satisfactoria. El amor propio nos proporciona seguridad, valor, respeto y
satisfacción de uno mismo, esto exige autoconocimiento, es decir, conocer
nuestras cualidades y fortalezas, pero, también los defectos y debilidades.
¿Qué sucede cuando
te ves ante el espejo? ¿Te sientes cómodo con lo que ves?, o te preguntas
¿Quién es ese personaje que está frente a mí, al que no me gusta parecerme?
Alcanzar el amor
propio tiene algunas dificultades, principalmente porque es necesario aprender
a aceptar lo que eres y lo que tienes, saber hasta dónde eres capaz de llegar y
admitir que cometerás errores, comprender que por mucho que lo pretendas no
siempre agradarás a todo el mundo.
Pero el amor propio
no es cultivar o pulir nuestra personalidad como nos recomiendan tantos y
tantos libros de “autoayuda”, eso es gimnasia para el ego, lo que puede llegar
a ser pernicioso pues el egocentrismo exhibe ignorancia, la ignorancia sobre la
verdad de uno mismo, la ignorancia sobre nuestra verdadera potencia interior,
que no tiene por qué coincidir con la pretendida.
El amor propio
implica trascender nuestros miedos y las máscaras que nuestro ego proyecta,
trascender no es rechazar o negar todo aquello que nos puede llegar a
incomodar, es conocerlo y admitir que ciertas cosas son las que son, pero eso no
debe impedirnos reforzar todas aquellas que nos hacen sentir completos y tratar
de eliminar o cambiar las que nos limitan.
En nuestro mundo
hay personas fuertes y personas débiles, las primeras salen adelante y dejan
huella, las segundas sucumben y pasan desapercibidas. El amor propio es una
característica de las personas fuertes a las que las débiles ven como seres
perfectos, lo que les conduce a renegar de sus pretendidas imperfecciones.
Lo único que separa
a los débiles de los fuertes es no ver que estos también tienen imperfecciones,
sin embargo, han sabido aceptarlas. Los débiles eluden sentirse responsables de
sus fracasos amparados en la coartada de la mala suerte, creen que son los
únicos que fracasan, no obstante los fuertes fracasan más veces porque lo
intentan más, pero de ello aprenden. Los débiles ante el fracaso se repliegan y
deciden no volver a tropezar en la misma piedra. Los fuertes saben que la
piedra será siempre la misma, pero tienen la facultad de abordarla de
diferentes maneras. No hacer nada ante la piedra es como dar un paso atrás.
El débil seguirá
siempre siendo débil porque no confía en él, porque no tiene amor propio, lo
que afecta a su autoestima, verdadero pilar de su vida. Solo el amor propio nos
proporcionará la fuerza precisa para pelear por lo que deseamos lograr; si aun
no gozamos de esa cualidad no nos queda más remedio que “resetear” nuestras
viejas creencias, inculcadas desde nuestra herencia cultural.
Aprende a quererte
de forma sincera y podrás querer a los demás. Aprende a quererte de forma
sincera y serás querido.
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