RICOBLOG

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domingo, 3 de junio de 2012

MIS QUIMERAS. "La Escalada"


Al levantarme fui directo a la ventana para mirar el cielo, resultó ser una mañana de primavera fresca y despejada ¡Bien!, sin poder disimular mi euforia preparé el desayuno y me dispuse a tomarlo ante el ordenador para comprobar si había algún mensaje con instrucciones de última hora, entre tanto, no podía dejar de pensar en lo que me esperaba; La Pedriza iba a ser nuestro destino; en el grupo los hay avanzados, osados y cautelosos y aunque este último grupo es el menos numeroso yo me considero integrado en él pues solo llevo dos años escalando, pero cada vez más satisfecho de haber descubierto “La Escalada”.
Mientras preparaba mi equipo (sin olvidar mis pies de gato y mi bolsa de magnesio) comencé a sentir esa familiar sensación, esa especie de ”runruneo” en mi estómago, un cocktail de adrenalina e incertidumbre sobre cómo se daría el día, de cómo sería capaz de gestionar mi inevitable vértigo; en algunas ocasiones no disfrutaba de las vías o de los bloques, no conseguía relajarme, pero eso no enturbiaba mi deseo de ir una y otra vez buscando progresar.
La prudencia y el inmovilismo del miedo no me iban a detener, es cierto que tengo dos claros frentes en los que mejorar: mi técnica y mi potencial físico y mental, aunque a base de esfuerzo y constancia voy notando ciertas mejorías. El contacto de mi cuerpo con la roca ha terminado por enseñarme a reconocer la llamada de la exigencia, de la disciplina y del reto. Algo en mi se transforma cuando estoy encaramado al muro, mis miedos se amortiguan y mis dudas se desvanecen, la imagen de llegar a la cota más alta, cada vez me resulta más clara y alcanzable.
La dificultad del obstáculo a escalar, mi vértigo a las alturas y el deseo de hacerlo mejor que la vez anterior son sin duda un estímulo para intentar lograrlo, aunque también pueden suponer una vacilación, pero lo mejor es cuando puedes estar al borde del fallecimiento y escuchas a tus colegas, infinitamente más expertos que tú, gritarte aquello de ¡Vamos máquina, que tú puedes! Y es que la solidaridad y el apoyo no son elementos ausentes en “La Escalada”.
Creo que “La Escalada” me ayuda a vivir con mayor plenitud, a desarrollar mi potencial y sobre todo a reconocer mis temores, pero fundamentalmente creo que me ha provisto de la fuerza mental para tratar de afrontar nuevas opciones. Es como una llave que me facilita el acceso a mi espacio subconsciente en el que residen mis miedos, y mis frustraciones.
Por cierto, sí te colocas ante una pared escalable podrás comprobar que no hay riscos o muros sin sombras y este relato tiene su sombra propia. La sombra de este relato soy yo, pues no he escalado en mi vida y estas emociones son las que creo que, desde mi punto de vista, expresaría mi hijo verdadero protagonista e inspirador de la historia.
¿Envidia? Hoy ya no, pero confieso que me hubiese encantado aprovechar experiencias y aprendizajes de este tipo que solo pueden suponer un aliento y me he sentido tan cerca de lo relatado que hasta las yemas de los dedos me duelen y desde luego no creo que sea de pulsar las teclas del ordenador, seguramente se trata de una emoción pretendida de lo afiladas que pueden resultar las aristas de los riscos.

2 comentarios:

  1. precioso e invitado estas a provar la escalada cuando quieras!!!ejjejejeje javi

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  2. Gracias, pero creo que voy a conformarme con mis emociones desde el umbral de mi fantasía. Jajaja...

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