Espero que la fórmula de expresión de este texto no
se tilde de “machista” ya que nada más lejos de mis intenciones. Se trata de un
inocente juego o divertimento como si de un documental se tratase. De hecho
propongo leerlo en voz alta, imitando a Félix Rodríguez de la Fuente, en busca
de la simulación pretendida.
Y es que en el hábitat de la “marcha nocturna”
conviven distintas especies que aun siendo parientes más o menos cercanos, o
más o menos lejanos, muestran hábitos y comportamientos diferentes, ante
objetivos similares y resultados curiosamente parecidos cuando no son ellos los
que lo relatan. Me refiero al “buitre discotequero”, al “aguantacubatas” y al “pagafantas”.
El “buitre discotequero” tira a todo lo que pasa
cerca de él, es insistente e inmune al desaliento, aunque a veces cansino; está
convencido de ser el macho alfa que sobresaldrá por encima de todos sus
posibles contrincantes, tal vez ese convencimiento es el que le vale el
sobrenombre de “parchís” ya que si consigue comerse una cuenta veinte. El “buitre
discotequero” convierte toda negación o rechazo recibido en un ¡No merecía la
pena! Nunca entenderá que pertenece a una especie en la que el “macho” no
realiza la selección, es la “hembra” la que ejerce su derecho a elección.
El “aguantacubatas” suele situarse en una esquina de
la barra de la que raramente se mueve; no se ve con habilidades para hacer cara
al teórico macho alfa y disputarle el territorio por lo que decide desplegar
otra estrategia, una estrategia plena de misticismo como es la de rodearse de
un halo misterioso, con el pretendido convencimiento de que tal pose captará la
atención de la manada, cautivando un buen número de ellas. Y todo su despliegue se
limita a un casi siempre pretencioso juego de miradas, entre furtivas e insinuantes,
la cuestión es: ¿Qué piensan el que mira y las que notan ser miradas?
El “pagafantas” es el menos evolucionado de esta
familia de depredadores nocturnos, lo que lleva a sus congéneres a colgarle
etiquetas como “tonto los co_ _ nes”, “cierrabares”, etc., su mejor estrategia,
por no decir la única, es la de pagar todas las consumiciones y actividades que
realice junto a su pretendida conquista, mientras ella le cuenta lo bien que lo
pasa con otro o el censurable comportamiento del macho que la gusta, y el
culmen llega cuando el “pagafantas” exterioriza sus verdaderas intenciones y
como respuesta recibe una cuidada y elegante declinación: “Es que te veo como
un gran compañero de manada, seguro que encontrarás otras que podrán darte lo
que buscas”.
A medida que avanza la noche se produce un cierto
mimetismo entre las tres especies, tal vez por los efectos del alcohol que van
acumulando, tal vez buscando incrementar sus posibilidades de éxito. Sus
estrategias no cambian pero todos ellos reducen considerablemente el listón de
sus pretensiones, llegando prácticamente a un “todo vale” o a un “podría valer”.
La noche va desapareciendo dando paso a un tímido amanecer y llega el momento
de la migración hacia el último reducto de caza.
Así, llegan hasta un “after hours” sudados, tomados,
fumados y quién sabe cuantas cosas más, para mezclarse con otras manadas
sudadas, tomadas, fumadas y quién sabe cuantas cosas más, en esas condiciones
los carroñeros ya le entran a todo lo que se mueve, no es que sigan reduciendo
el listón de las pretensiones, ¡Es que ya no hay listón! A esas horas y en esas
circunstancias ¿Qué plumaje se puede exhibir ante la hembra pretendida?, y
aunque ella también ande un poco perjudicada no es ajena a que aquello no es un
macho alfa, sino alguien que no se ha “comido una rosca” en toda la noche,
claro que a lo mejor es más preocupante si la hembra llega a mostrarse
receptiva.
Todo esto es lo que yo recuerdo de mi juventud, pero
aunque la juventud es algo que se pasa con el tiempo, no es menos cierto que en
todo tiempo o momento existe juventud, por lo que puede que estos hábitos de
fin de semana perduren y si así es, también perdurará, le llamen hoy como le
llamen, “el domingo de resaca”, día de cama, día de Ibuprofenos y día de
recuerdos de lo genial que pudo ser y no fue.
En la
actualidad, como macho apartado de las juguetonas manadas, me da por pensar que
el macho humano debería aprender de muchas otra especies animales, desterrar el
pretencioso concepto de “LIGAR” y asumir el de “CORTEJAR” que implica asistir,
acompañar y contribuir a todo aquello que sea del agrado de alguien.
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