¡Hola! Hoy quiero hacer una declaración formal sobre
mí, quiero confesar que me veo como una persona de pequeñas ideas; jamás he
tenido una “gran idea” y tal vez nunca la vaya a tener, aspecto que en absoluto
me perturba, realmente me proporciona serenidad y tranquilidad de espíritu.
Es cierto que en algún momento de mi vida, que hoy
no sería capaz de precisar, soñé o desee ser el poseedor de esa “gran idea” que
cambiase toda mi vida, también es probable que llegase a sentir ansiedad viendo
que no llegaba y que no podría revolucionar, no ya el mundo, sino mi entorno
más cercano. Tal vez algunos de vosotros hayáis tenido o experimentado una
sensación similar.
Además cuando tienes una idea, esta viene sin ningún
tipo de indicio o señal que le otorgue la vitola de “gran idea”, en realidad
toda idea conlleva una especie de pronóstico que necesita del futuro para
manifestar su verdadera dimensión, un futuro incierto y desconocido, ¿Cómo
saber entonces si una idea de hoy será una “gran idea” mañana?
Pero… ¿Qué es una idea?, mi concepto pasa por
entender que una idea es como tener el presentimiento de que una cosa que es de
determinada manera puede serlo de otra y por tanto, nos ayuda a desarrollar
nuevas conductas que nos pueden ofrecer resultados diferentes, sin que el
factor de valoración fundamental deba de ser la dimensión del nuevo resultado.
Antes de continuar abramos un paréntesis biológico
que sin duda influye en el mundo de las ideas; es evidente que nuestro
hemisferio cerebral izquierdo verbal, lógico y estratégico ha alcanzado un
cierto predominio en nuestro cerebro, este predominio contribuye a adormecer
nuestra creatividad en aras de “como siempre ha sido”. Ante esto ¿Cómo
reacciona nuestro hemisferio cerebral derecho?, lo hace utilizando los momentos
de distracción o relax del hemisferio izquierdo como dormir o realizar acciones
rutinarias.
Es por ello que nuestras “pequeñas” ideas aparecen
durante el sueño nocturno, en el baño o incluso mientras vamos en autobús;
muchas se nos olvidan, otras nos parecen irrelevantes, la pena es que la
evaluación seguimos haciéndola desde nuestra concepción de “gran idea” y
podemos estar desperdiciando pequeñas ocurrencias que terminarían aportándonos
nuevos valores y nuevos logros.
¡No!, esto no es una confesión, es un homenaje a mis
pequeñas ideas que tantas satisfacciones me procuran y es que el valor de las
pequeñas ideas puede ser muy grande, provienen de una adecuada gimnasia mental
que activa el pensamiento y te ayudan a afrontar los pequeños problemas
cotidianos, los que crecen más deprisa que las ideas si no los afrontas.
¿Cuántas pequeñas ideas se pueden tener antes de tener
una “gran idea”, que además puede no llegar nunca? Bienvenidas las “grandes
ideas” si colaboran con el bienestar de la humanidad, pero nunca olvides que
una buena parte de tu bienestar reside en atender tus pequeñas ideas, las
cotidianas, las que te empujan a lograr objetivos diferentes, las que a veces
desestimas porque te parecen insignificantes, pero si han aparecido mientras
dormías, estabas en el baño o en el autobús, hay algo dentro de ti que te está
pidiendo un cambio.
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