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sábado, 26 de noviembre de 2011

"LA CIUDAD ME MATA"

“La ciudad me mata”. No me cabe duda que no es una expresión exagerada, desde luego su literalidad lo sería pero no las consecuencias que al parecer provoca vivir en una gran ciudad. Las ciudades son el paradigma del desarrollo social y tecnológico que nos ha llevado a vivir más y “mejor”, pero que no resulta fácil adaptarse a ellas. Un elevado número de estudios científicos ponen de manifiesto que las personas que viven en grandes núcleos poblacionales tienen mayor riesgo de padecer enfermedades mentales que quienes lo hacen en el medio rural y existe una razón biológica.

Esta mayor propensión en el “urbanita” ha sido investigada recientemente por un equipo de científicos alemanes y canadienses, observando un patrón de activación cerebral, ante el estrés, que solo está presente en los habitantes de las ciudades. Lo que han constatado es que nuestras hormonas sufren una transformación como consecuencia de la vida en la ciudad y aunque sus autores reconocen haber hallado solo una correlación y no una asociación causal, sin llegar a ser una explicación definitiva no es un mal punto de arranque, abriendo una prometedora vía de investigación.

Los investigadores, conforme a un reciente estudio publicado en la revista “Nature”, detallan un curioso experimento que arranca desde la premisa de que el estrés es uno de los principales factores que provocan la aparición de trastornos mentales como la ansiedad, la depresión o la esquizofrenia.

Los voluntarios que se prestaron a la realización del experimento debían resolver una serie de ejercicios matemáticos mientras su cerebro era escaneado mediante resonancia magnética funcional. A la tensión de enfrentarse a la aritmética se sumaba la actitud poco “piadosa” de los investigadores, quienes agobiaban aun más a los sufridos participantes echándoles en cara lo mal que lo estaban haciendo o diciéndoles que sus resultados se quedaban por debajo de la media del resto; como resultado todos ellos experimentaron un evidente estrés, aunque mostrando diferentes niveles de reacción de sus cerebros. La región cerebral denominada amígdala mostraba  una actividad superior en quienes se habían criado en la ciudad que los que vivían en el campo.

Dado que a la amígdala se le atribuye el rol de procesador de las relaciones emocionales, los autores del estudio convienen que el desarrollo de trastornos de ansiedad, depresión y otros comportamientos, como por ejemplo la violencia, se den con mayor frecuencia en un entorno “urbanícola” que en un ámbito rural, pues es el tipo de vida de la ciudad el que provoca una mayor activación en dicha región cerebral.

Para Jesús de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos: “vivir en la ciudad nos altera psíquicamente” pero, ¿Qué es lo que más nos afecta del estilo de vida urbano? Según Gándara: “la prisa, la falta de tiempo y, sobre todo, la sensación de que no tenemos el control”. Supongo que se refiere a esa sensación de falta de control sobre un elevado número de acontecimientos que a diario nos suceden a quienes vivimos en las grandes ciudades, como distancias a recorrer, exceso de tráfico, etc.

Si el problema es la ciudad el camino lo marca la búsqueda de una solución y no creo que esta venga de la mano de un regreso progresivo a la vida rural, que se me antoja una utopía ante un proceso de urbanización incontenible, de hecho se calcula que en 2050 viviremos, o vivirán, en grandes urbes el 69% de la población. Si esto es así solo queda una vía, la de tratar de encontrar fórmulas que hagan más llevadera la vida en las grandes ciudades.

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