No ha sido pereza porque lo he intentado una y otra vez, simplemente estaba bloqueado, perdido, como vacío; con el amargo sabor y sentimiento de culpa por el deber incumplido, pero durante estos últimos días he sido incapaz de escribir nada. Me he sentido deudor de mi blog y de todos vosotros “Cómplices y Amigos” que lo seguís.
¡Basta! O cambio la dinámica o la dinámica acabará por cambiarme a mí si la permito convertirse en hábito.
¡Ya está! Escribiré sobre esa sensación de asombro y malestar que sientes cuando al vaciar la lavadora descubres que hay un calcetín al que le falta la pareja, ¡Un calcetín ha desaparecido! Es una de esas cosas típicas que crees que solo te pasan a ti hasta que te das cuenta que les sucede a todo el mundo, de hecho, si tecleas en Google “calcetín perdido” te devuelve textualmente: “Aproximadamente 350.000 resultados”, incluso en Internet puedes encontrar el Bureau of Missing Socks, esta Agencia de Calcetines Perdidos se afana en insistir que mientras los Ovnis, el monstruo del lago Ness y el Yeti son pura especulación, la desaparición de calcetines es un hecho probado.
Y desde luego no es un tema baladí, tengamos en cuenta que si un español medio pierde alrededor de tres calcetines al año y lo multiplicamos por la población española, estamos hablando de un total de 120 millones de calcetines perdidos cada año y si fuera de nuestras fronteras pasan cosas similares, la cifra de calcetines que se pierden, cada año, adquiere dimensiones desorbitadas. Las preguntas son:
¿Dónde están esos millones de calcetines? ¿Hay agujeros negros en el Universo suficientes?
Lo que sí parece evidente es que el origen de estas desapariciones está en ese elemento doméstico y fogocitador de tan añorada prenda, que no es otro que la lavadora; pero si su destino final es una incógnita, también lo es cómo será su nueva vida, recordemos que han sido creados suaves, livianos y emparejados de dos en dos como gemelos inseparables o parejas perfectas, ¿Qué les espera tras su desaparición?
A mí solo se me ocurren dos caminos: un recorrido penitente de búsqueda continua de la pareja perdida o la metamorfosis de adaptarse al acoplamiento con una nueva pareja, opción esta nada fácil dado el increíble multidiseño existente en prenda tan minúscula.
He llegado a pensar que la razón sea bastante menos misteriosa y se trate de un simple acto de rebeldía de algunos de ellos que, no pueden soportar ser tratados con la despreocupación que con frecuencia hacemos, al arrojarles de forma indiferente al fondo de la cesta de la ropa sucia, enrollados en sí mismos como consumados contorsionistas y sin el mínimo reconocimiento hacia el sudor y olor que han padecido durante su jornada en activo.
Hay otra posibilidad, aunque debo admitir que la considero menos probable, que consistiría en admitir que los calcetines llegan a nosotros con una carga genética herencia de su pasado: Cuando junto a otras prendas eran lavadas en el rio y razonablemente las prendas más pequeñas eran las candidatas a ser arrastradas por la corriente, perdiéndose rio abajo. Esa carga genética les impulsaría a desaparecer, cuando ello fuera posible.
No sé, pero mi racionalidad me hace creer más en la veracidad inexplicable de la lavadora que en la condición genética del “calcetín Judini”, lo que me coloca emocionalmente de su lado pero no me esclarece nada referente a su nuevo destino. De lo que sí estoy convencido es de que si algún día podemos aportar alguna luz a este misterio, algunas de nuestras más sufridas prendas no lo agradecerán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario