RICOBLOG

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martes, 18 de octubre de 2011

¿EMOCIONES QUE ENGORDAN?

No hay ninguna duda de que toda persona va acumulando recuerdos emocionales desde el momento en que está vivo y lógicamente aquello que se va aprendiendo y que condicionará respuestas futuras va a estar en función del entorno en que todo ello tenga lugar; no es lo mismo un ambiente de escasez que un ambiente de abundancia; ni es lo mismo un ambiente de paz familiar que un ambiente familiar conflictivo; ni generará los mismos aprendizajes un ambiente urbano que uno rural.

En alguna ocasión leí algo sobre que existían personas que estaban a gusto con la denominada “vida de aldea”: Nacían, vivían y morían sin modificar sustancialmente los procesos aprendidos y las respuestas emocionales automáticas. Sin embargo, hoy esto es muy poco posible con una realidad en la que predomina la incertidumbre, la inseguridad e incluso el miedo al futuro. Lo que ayer funcionaba, hoy es obsoleto. Esta realidad actual hace que no siempre sepamos gestionar adecuadamente nuestras emociones y las emociones mal gestionadas se quedan dentro de nosotros y por tanto, nos engordan.

Estas emociones mal gestionadas nos empujan a ocultarlas, por miedo a vernos a nosotros mismos y asumir que algo está fallando en nuestro interior. Tristeza, soledad, ansiedad, envidia, remordimiento, ira, estrés, etc, pueden provocar que algo tan inmaterial como una creencia llegue a tener consecuencias físicas, pues nos pueden empujar a comer.

Normalmente buscamos mitigar esas emociones y uno de los recursos que mejor hemos aprendido para hacerlo es mediante la comida. Se trata de hábitos que generalmente provienen de la propia infancia: ¿Cuántas veces nos han dado una “chuche” para premiar nuestra actitud? Así, hemos aprendido a relacionar ciertas comidas como sentimientos de reconocimiento. También hemos jugado a comerse todo el plato en un “a ver” quién gana, estimulando cierta ansia en relación a la comida, nada beneficiosa para nuestro hábitos alimenticios. Pude ser interesante detectar esas frases que nos decían de pequeños, los mensajes que hemos recibido sobre nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida. Precisamente nuestras emociones debieran ayudarnos a detectar esas creencias a cerca de lo que es bueno y es malo.

Sin lugar a dudas, algunas creencias las hemos ido “amasando” a lo largo de los años y tienen que ver con nuestras capacidades, desde mi punto de vista trabajar con este tipo de creencias, para que no te engorden, requiere trabajar con las dificultades asociadas como la baja autoestima, la falta de asertividad, el resentimiento, etc.

Sin embargo, el otro día leía algo respecto a este tema, que me permitió, descubrir una palabra nueva, y su concepto, el texto decía: “El ritmo de vida que llevamos nos impide comer de una manera consciente, es decir, comemos sin darnos cuenta realmente de cómo lo hacemos. Ralentizar nuestras comidas, centrarnos en el hecho de alimentarnos sin hacer nada más, es un paso importante para reducir nuestra ingesta y comer con mayor orden y mesura. En este sentido, una de las técnicas más utilizadas para conseguir una alimentación más consciente, es el mindfulness”.

Estoy seguro que todos habéis identificado “mindfulness” como la palabra descubierta y desconocida para mí hasta entonces, y así es, pero no me voy a extender ahora en esta técnica, sobre la que prometo una próxima entrada, aunque adelanto, para quién como en mi caso suponga un término desconocido, que viene a ser algo así como hacer las cosas solo cuando se es plenamente consciente de que se están haciendo.

3 comentarios:

  1. Sobre el Mindfulness te recomiendo que leas "El poder del ahora". Interesante.
    Un abrazo.

    Susana

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  2. Gracias Susana, lo tendré en cuenta.

    Un largo abrazo.

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  3. Y yo te recomiendo que recuerdes mi taller...
    Un abrazo!

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