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miércoles, 16 de octubre de 2013

SENTIDO COMÚN, EL MENOS COMÚN DE LOS SENTIDOS



(Dedicado a mi amiga Teresa Muñoz por su sugerencia)


Todos nuestros sentidos los ubicamos o asociamos a alguna parte de nuestro cuerpo (ojos, oídos, boca, etc…), pero el sentido común no, y sin embargo, lo utilizamos constantemente para referirnos a situaciones que damos por hecho son o deben ser de determinada manera, es la expresión frecuentemente utilizada cuando algo nos parece obvio.

En esta ocasión debo echar mano de la premisa de que “todo es simple pero nada es fácil”; el sentido común “per se” goza de un arraigado prestigio social, todo lo contrario de su situación inversa, argumento suficiente para estigmatizar a quienes no abrazan las referencia grupales que el sentido común representa ¿Simple pero difícil?, veamos si podemos ahondar un poco más en esa polaridad.

Todos hemos oído en más de una ocasión que el sentido común es el menos común de todos los sentidos, pero, esta conclusión exige responder previamente a la pregunta ¿Qué es realmente el sentido común?, confieso que he encontrado más definiciones de sentido común de las que esperaba, pero haciendo un resumen de sus coincidencias podría formular una definición del tipo: “Creencias o proposiciones que parecen para la mayoría de las personas como prudentes, que implican actuar desde un código simbólico compartido y que supuestamente nos proporcionan la facultad de juzgar razonablemente las cosas”.

Es evidentemente que a primera vista es una carta de presentación adecuada para generar prestigio, pero también admite una segunda lectura, esa que solemos denominar “entrelíneas”; en esa lectura “entrelíneas” deberíamos destacar expresiones utilizadas y repetidas de unas definiciones a otras como: “Creencias”, “proposiciones que parecen prudentes”, “código simbólico compartido” o “facultad para juzgar razonablemente”, afirmaciones nada exentas de nuestra propia subjetividad.

Un aspecto importante vinculado al sentido común es la experiencia que cada persona ha tenido en el transcurso de su vida, cómo un sumando más en el resultado final del sentido común, sobre un tema o situación sin necesidad de que esa información haya sido cuestionada científica o empíricamente; lo único que importa es que la mayoría de las personas lo crean o lo tengan por “común”.

El sentido común resulta ser un conocimiento “espontáneo”, en su origen, al surgir sin haberse buscado conscientemente, es un conocimiento “disperso” pues contempla los hechos de forma aislada, sin establecer relaciones entre ellos y es un conocimiento “convencional” al basarse en la tradición y el consenso de la mayoría, es decir, la vigencia de este tipo de conocimientos solo alcanza a quienes los comparten y utilizan.

Por otro lado, muchas de las cosas que se creen como correctas o pertenecientes al “sentido común”, han sido generadas, aprendidas y transmitidas de generación en generación en base a la experiencia de otros y vividas en entornos y circunstancias distintas, por lo que muchas pueden encontrarse desactualizadas o cada vez menos vigentes para las nuevas generaciones. Y es que aunque algo se presente con denominación de origen como “sentido común” y se le conceda vitola de aplicación “universal”, no va más allá de las intuiciones, el buen sentido, el lenguaje común o los axiomas, entre otros.

Todos somos diferentes por lo que vivimos la vida de manera diferente, y si no hace muchos años era fundamental reprimir nuestras emociones, hoy las entendemos como lícitas y las dejamos formar parte de nuestras conductas. Todo ello me empuja a proponer un cambio en el título de este post “SENTIDO COMÚN, EL MENOS COMÚN DE LOS SENTIDOS”, por una nueva formulación como “EL SENTIDO COMÚN, NO ES TAN COMÚN” y en la medida que va perdiendo su condición de “común” va careciendo de “sentido”.

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