(Dedicado a mi amiga Teresa
Muñoz por su sugerencia)
Todos nuestros
sentidos los ubicamos o asociamos a alguna parte de nuestro cuerpo (ojos,
oídos, boca, etc…), pero el sentido común no, y sin embargo, lo utilizamos constantemente
para referirnos a situaciones que damos por hecho son o deben ser de determinada
manera, es la expresión frecuentemente utilizada cuando algo nos parece obvio.
En esta ocasión
debo echar mano de la premisa de que “todo es simple pero nada es fácil”; el
sentido común “per se” goza de un arraigado prestigio social, todo lo contrario
de su situación inversa, argumento suficiente para estigmatizar a quienes no
abrazan las referencia grupales que el sentido común representa ¿Simple pero
difícil?, veamos si podemos ahondar un poco más en esa polaridad.
Todos hemos oído en
más de una ocasión que el sentido común es el menos común de todos los
sentidos, pero, esta conclusión exige responder previamente a la pregunta ¿Qué
es realmente el sentido común?, confieso que he encontrado más definiciones de
sentido común de las que esperaba, pero haciendo un resumen de sus
coincidencias podría formular una definición del tipo: “Creencias o
proposiciones que parecen para la mayoría de las personas como prudentes, que implican
actuar desde un código simbólico compartido y que supuestamente nos proporcionan
la facultad de juzgar razonablemente las cosas”.
Es evidentemente
que a primera vista es una carta de presentación adecuada para generar
prestigio, pero también admite una segunda lectura, esa que solemos denominar
“entrelíneas”; en esa lectura “entrelíneas” deberíamos destacar expresiones
utilizadas y repetidas de unas definiciones a otras como: “Creencias”,
“proposiciones que parecen prudentes”, “código simbólico compartido” o “facultad
para juzgar razonablemente”, afirmaciones nada exentas de nuestra propia
subjetividad.
Un aspecto
importante vinculado al sentido común es la experiencia que cada persona ha
tenido en el transcurso de su vida, cómo un sumando más en el resultado final
del sentido común, sobre un tema o situación sin necesidad de que esa
información haya sido cuestionada científica o empíricamente; lo único que importa
es que la mayoría de las personas lo crean o lo tengan por “común”.
El sentido común
resulta ser un conocimiento “espontáneo”, en su origen, al surgir sin haberse
buscado conscientemente, es un conocimiento “disperso” pues contempla los
hechos de forma aislada, sin establecer relaciones entre ellos y es un
conocimiento “convencional” al basarse en la tradición y el consenso de la
mayoría, es decir, la vigencia de este tipo de conocimientos solo alcanza a
quienes los comparten y utilizan.
Por otro lado,
muchas de las cosas que se creen como correctas o pertenecientes al “sentido
común”, han sido generadas, aprendidas y transmitidas de generación en
generación en base a la experiencia de otros y vividas en entornos y
circunstancias distintas, por lo que muchas pueden encontrarse desactualizadas
o cada vez menos vigentes para las nuevas generaciones. Y es que aunque algo se
presente con denominación de origen como “sentido común” y se le conceda vitola
de aplicación “universal”, no va más allá de las intuiciones, el buen sentido,
el lenguaje común o los axiomas, entre otros.
Todos somos
diferentes por lo que vivimos la vida de manera diferente, y si no hace muchos
años era fundamental reprimir nuestras emociones, hoy las entendemos como
lícitas y las dejamos formar parte de nuestras conductas. Todo ello me empuja a
proponer un cambio en el título de este post “SENTIDO COMÚN, EL MENOS COMÚN DE
LOS SENTIDOS”, por una nueva formulación como “EL SENTIDO COMÚN, NO ES TAN
COMÚN” y en la medida que va perdiendo su condición de “común” va careciendo de
“sentido”.
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