Una cuidadosa
atención a la casa siempre es una buena inversión de tu tiempo, el orden y la
higiene son básicos y recomendables para que el concepto de bienestar adquiera,
como mínimo, el grado de aceptable; pero más rentable será aun esa inversión si
alcanzas la mutación de casa a hogar.
Soy consciente de
que ambos términos señalan o identifican el domicilio o lugar que habitas, pero
en mi opinión el concepto de hogar trasciende o va más allá del de casa. El
primer derivado del concepto de casa que creo que sería el más común es el de
“casero”, es decir, quién te cobra el alquiler si no eres el propietario de la
vivienda e incluso el banco, aunque lo seas, mientras no liberes la totalidad
de la hipoteca.
Sin embargo, se me
antoja que el derivado más inmediato de hogar sería el de “hogareño”, es decir,
esa persona amante de la casa que habita y de la vida en familia; es
precisamente en ello donde yo veo la trascendencia, el concepto hogar más que
exaltar la condición de propietario o no, aboga por ese espacio que nos
posibilita compartir una zona emocional con familiares y amigos.
Esta forma de
pensar y mis circunstancias personales me llevaron a descubrir el más
inagotable de los rincones de mi hogar “LA COCINA”, un lugar que nunca pensé
que pudiera llegar a convertirse en un vehículo de comunicación con mi entorno.
Hay pisos grandes,
pequeños, apartamentos o estudios; pueden tener uno o más dormitorios, uno o
más baños o aseos, un salón grande o no tanto, con terraza o sin ella, pero
todos y sin excepción tienen cocina.
“La cocina” puede
ofrecernos mayores o menores prestaciones según sus dimensiones y
características, pero si entendemos lo que representa sentiremos que somos los
únicos y verdaderos protagonistas. “La cocina” solo es un lugar que nos
necesita y somos nosotros, solo nosotros, los que aprovechando los recursos que
nos proporciona podemos ofrecer a los demás una parte de lo que somos y como
nos sentimos.
Para empezar, una
cocina es un lugar que requiere del almacenamiento de los utensilios
necesarios, por mi parte he descubierto que el menaje es un mundo sinfín, vamos
que cada vez que paso por el híper descubro un aparatejo nuevo, que si para
pelar esto o aquello, que si para exprimir, que si brocha de silicona, etc.,
etc., a lo que si le sumas ollas, cazos, cacerolas, sartenes y demás, junto a
las provisiones que se supone que necesitarás, te obligan a descubrir tu
primera y necesaria habilidad: ¡Donde colocar tanta cosa!
Pero la verdadera
esencia de la cocina reside en conferirte la condición del alquimista, al
propiciar tu capacidad de transmutación de lo cotidiano en maravilloso e
increíble; sal, aceite, vinagre, múltiples especias y todo ello al servicio de
un proceso de transformación de los alimentos en la búsqueda de los mejores
sabores y olores que puedan satisfacer el gozo y necesidad nutricional de quien
ha de consumirlos.
La fritura, la
plancha, el vapor o la cocción son el vehículo a través del que los
duendecillos de la cocina transforman la realidad virgen de los alimentos en aromas
y sabores listos para llegar a su degustación, pero aun me quedaba una
dimensión por descubrir.
La cocina te da y a
la vez se apropia de una parte de ti, el resultado va más allá de las recetas
que interpretas como una partitura poniendo algo de tus sentimientos en su
realización, tú amor y tú humor se transmiten a quienes destinas tu trabajo o
tu dedicación según lo concibas.
Color, sabor, olor
y sobre todo ese amor y humor se concretan en el gran momento ¡El comedor!,
donde las personas perciben más allá de las propias condiciones culinarias y se
aprecian las intenciones y sentimientos de quien ha elaborado lo servido.
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