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jueves, 3 de octubre de 2013

LA COCINA




Una cuidadosa atención a la casa siempre es una buena inversión de tu tiempo, el orden y la higiene son básicos y recomendables para que el concepto de bienestar adquiera, como mínimo, el grado de aceptable; pero más rentable será aun esa inversión si alcanzas la mutación de casa a hogar.
Soy consciente de que ambos términos señalan o identifican el domicilio o lugar que habitas, pero en mi opinión el concepto de hogar trasciende o va más allá del de casa. El primer derivado del concepto de casa que creo que sería el más común es el de “casero”, es decir, quién te cobra el alquiler si no eres el propietario de la vivienda e incluso el banco, aunque lo seas, mientras no liberes la totalidad de la hipoteca.
Sin embargo, se me antoja que el derivado más inmediato de hogar sería el de “hogareño”, es decir, esa persona amante de la casa que habita y de la vida en familia; es precisamente en ello donde yo veo la trascendencia, el concepto hogar más que exaltar la condición de propietario o no, aboga por ese espacio que nos posibilita compartir una zona emocional con familiares y amigos.
Esta forma de pensar y mis circunstancias personales me llevaron a descubrir el más inagotable de los rincones de mi hogar “LA COCINA”, un lugar que nunca pensé que pudiera llegar a convertirse en un vehículo de comunicación con mi entorno.
Hay pisos grandes, pequeños, apartamentos o estudios; pueden tener uno o más dormitorios, uno o más baños o aseos, un salón grande o no tanto, con terraza o sin ella, pero todos y sin excepción tienen cocina.
“La cocina” puede ofrecernos mayores o menores prestaciones según sus dimensiones y características, pero si entendemos lo que representa sentiremos que somos los únicos y verdaderos protagonistas. “La cocina” solo es un lugar que nos necesita y somos nosotros, solo nosotros, los que aprovechando los recursos que nos proporciona podemos ofrecer a los demás una parte de lo que somos y como nos sentimos.
Para empezar, una cocina es un lugar que requiere del almacenamiento de los utensilios necesarios, por mi parte he descubierto que el menaje es un mundo sinfín, vamos que cada vez que paso por el híper descubro un aparatejo nuevo, que si para pelar esto o aquello, que si para exprimir, que si brocha de silicona, etc., etc., a lo que si le sumas ollas, cazos, cacerolas, sartenes y demás, junto a las provisiones que se supone que necesitarás, te obligan a descubrir tu primera y necesaria habilidad: ¡Donde colocar tanta cosa!
Pero la verdadera esencia de la cocina reside en conferirte la condición del alquimista, al propiciar tu capacidad de transmutación de lo cotidiano en maravilloso e increíble; sal, aceite, vinagre, múltiples especias y todo ello al servicio de un proceso de transformación de los alimentos en la búsqueda de los mejores sabores y olores que puedan satisfacer el gozo y necesidad nutricional de quien ha de consumirlos.
La fritura, la plancha, el vapor o la cocción son el vehículo a través del que los duendecillos de la cocina transforman la realidad virgen de los alimentos en aromas y sabores listos para llegar a su degustación, pero aun me quedaba una dimensión por descubrir.
La cocina te da y a la vez se apropia de una parte de ti, el resultado va más allá de las recetas que interpretas como una partitura poniendo algo de tus sentimientos en su realización, tú amor y tú humor se transmiten a quienes destinas tu trabajo o tu dedicación según lo concibas.
Color, sabor, olor y sobre todo ese amor y humor se concretan en el gran momento ¡El comedor!, donde las personas perciben más allá de las propias condiciones culinarias y se aprecian las intenciones y sentimientos de quien ha elaborado lo servido.

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