Considerando el talento, como realmente es, el potencial que puede tener una persona en el desarrollo de un conjunto de habilidades y competencias, podemos afirmar que todos tenemos talento.
Toda persona dispone de una serie de características o aptitudes que puede llegar o no a desarrollar, o hacerlo a un ritmo mayor o menor en función de distintas variables.
Tomar conciencia de
esa habilidad innata forma parte del viaje hacia el conocimiento personal, sin
embargo embelesarse deshojando la margarita sobre si tenemos o no algún talento
impide o retrasa el momento de ponerlo en juego.
Todos tenemos
talento, en el fondo es un concepto relativo a cada persona y consiste en la
habilidad que se tiene de hacer de manera natural unas cosas mejor que otras;
no se trata de si yo lo hago mejor que tú, eso pertenecería al terreno de la
comparación o la competición y estos no son el hábitat propio del talento.
Pero el talento
tiene dos dimensiones: La cantidad que de él se tiene (es como las cartas que
te tocan) y como le utilizas (como juegas con ellas). El talento como potencial
es una posibilidad, una promesa y sacarle partido requiere convertirlo en
rendimiento real, lo que sin duda exige un determinado esfuerzo y una apuesta
de compromiso; las cartas te llegan, como utilizarlas puede mejorarse mediante
el aprendizaje.
El talento pone en
acción tus habilidades y competencias, unas innatas y otras adquiridas pero todas
mejorables, no negaré la necesidad de dedicar un tiempo pues nada que merezca
la pena es inmediato, pero el camino más directo para lograrlo es la formación,
la formación proporciona destreza y criterio, ayuda a optimizar el cómo y el cuándo
lo que fortalece la materia prima de nuestro talento.
Y sí quiero entender
como quiero, que el carácter es el conjunto de cualidades propias que te
individualizan en tu entorno, el refuerzo de esas cualidades o
habilidades/competencias te proporcionará un perfil más solvente que te ayudará
a afianzar tu talento y lo hará alimentando tu confianza, ese elemento que nos
dota de la seguridad precisa en nosotros mismos, que nos proporciona ánimo,
aliento y vigor para acometer nuestras acciones.
Bajo estas
premisas, las variables que inciden en un mayor o menor grado de desarrollo de
nuestro talento son: Competencias, formación, carácter y confianza, aunque no
sin la dosis adecuada de pasión; la pasión es el aderezo preciso que nos
proporcionará el punto necesario para potenciar nuestro talento.
Una pasión que
hemos de vivir como un compromiso, como la determinación firme e irrenunciable
a desterrar la no acción y aplicar en nuestro viaje el mejor talento que
poseamos para cada cosa, sin importarnos el talento de los demás.
Como dijo Kavafis
en su poema Ítaca: “Es más importante el viaje que te ofrece que la propia
isla”; por ello, si yo fuese alguien adecuado para dar un consejo diría que no
condicionéis el disfrute a los resultados que consigáis con vuestro talento,
disfrutar del viaje que hagáis con él. ¡Atreveros a embarcaros y disfrutar de
la travesía!
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