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domingo, 20 de octubre de 2013

MIS QUIMERAS: "De Sirenas a Centauros"


De pronto se dispararon todas mis alarmas, mi cuerpo se crispó y todos mis sentidos se activaron, unos más deprisa que otros, lo que provocó que se me escapara una maldición: “Precisamente ahora que me encontraba entregado sin reservas a mi más solaz descanso, con la espalda apoyada sobre el tronco de aquel árbol”, tan a gusto me sentía que hasta el tronco del árbol me parecía confortablemente mullido.
Pronto descubrí el motivo de mi sobresalto, una luz de brillo intenso aunque no permanente era la causa que me había sacado del apacible y grato sosiego en el que me encontraba; mi habitual tendencia a la racionalización me exigió un inmediato análisis no exento de respuestas.

No me resultó difícil darme todo tipo de explicaciones, estaba ante la diaria y mortecina despedida del astro sol, esa que le llega cada día justo a la hora vespertina abriendo un paréntesis de oscuridad hasta el amanecer siguiente y su intermitencia era responsabilidad de las ramas de los árboles que me rodeaban y que propiciaban esos claroscuros en un “ahora sí, ahora no”.

Me dispuse a acomodarme de nuevo sobre el tronco del árbol y prolongar el relax del que venía disfrutando, pero algo volvió a alterar mi tranquilidad; ¡La brillante e intermitente luz provenía del este!, esto descalificaba mi razonamiento anterior y abría de nuevo la puerta de la incertidumbre y de la inquietud, entonces ¿De qué se trataba?, quiero adelantar que en mi concepción de los hechos no cabe lo sobrenatural.

De inmediato fui consciente de que solo tenía dos opciones: Recogía mi mochila y regresaba a casa sustituyendo el tronco del árbol por un cómodo cojín del sofá, o avanzaba hacia la luz tratando de descubrir el origen de la misma. Mi talante, nada valiente ni aventurero, me recomendaba regresar y olvidar lo acontecido, pero algo más fuerte, y que nunca sabré si podré explicar por qué lo hice, me empujó a lo contrario.

Con un progresar lento y sigiloso, me fui aproximando hacia el punto que reclamaba mi atención cuando el más inesperado y sorprendente espectáculo que nunca había presenciado se abrió ante mí, confieso que si alguien me lo hubiese contado habría mostrado, cuando menos, mi escepticismo, pero era yo el que se hallaba allí, petrificado pero expectante y maravillado.

Después de descartar la posibilidad de que se tratase de una sensual ilusión óptica, clavé mis ojos sobre el agua para verla emerger bañada en la luz de la luna llena; una venus, una diosa, un ser celestial, una criatura adornada por el nácar blanquecino de la espuma de las olas y una diadema de algas ciñendo su melena; algo me hizo rendirme a la evidencia, solo podía tratarse de alguien tan mítico como una “Sirena”.

A pesar de mi ensimismamiento pude oír claramente como un ruido cada vez más acelerado golpeaba con cierta violencia la tierra, su cercanía por momentos resultaba más patente y amenazante por lo que antes de que pudiera darme cuenta vi surgir de entre los arbustos unos torsos masculinos y poderosos junto a unas caras de pocos amigos.

De nuevo, lo que hasta ese día para mí era pura fantasía mitológica volvía a convertirse en una irrefutable realidad, es cierto que el follaje me impedía ver la parte equina de sus cuerpos, pero los había oído llegar con ese poderoso y rítmico golpear típico de las cabalgaduras, no me cabía ninguna duda, había presenciado el emerger de una “Sirena” y ahora me encontraba ante un grupo de “Centauros”.

El que presentaba un semblante más intimidatorio se dirigió a mí en una lengua extranjera: “Oú allez vous?, Oú allez vous?”, menos mal que me tranquilizó la presencia de un nuevo ser de aspecto terrenal y que en tono conciliador me hizo ciertas confidencias: La “Sirena” era una top model, los pretendidos “Centauros” pertenecían al personal de seguridad, la intermitencia lumínica era cuestión de los focos y los flashes de las cámaras y mi sorprendente descubrimiento era tan solo un ensayo para un famoso calendario que me pidieron no mencionar; recogí mi mochila y me fui al encuentro de mi cojín.

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