Tengo la sensación
de estar ante uno de los términos que cuentan con mayor número de sinónimos y
antónimos que conozco, yo he llegado a inventariar, entre unos y otros, más de
cuarenta (exactamente cuarenta y dos) y estoy convencido de que unos cuantos más
se me han quedado en el tintero.
Sin embargo, es muy
probable que la asociación más inmediata y generalizada del concepto “placidez”
sea el sosiego y la tranquilidad como elementos básicos del descanso. Si yo
tuviese que definir el significado del término “descanso” en un ámbito no
necesariamente académico diría que se trata de detener el movimiento, o al
menos minimizarlo o atemperarlo.
Pero, ¿Por qué
introducir la idea de “o al menos minimizarlo o atemperarlo”?, en mi opinión es
la mayor meta a la que podemos aspirar: los cambios constantes que hemos de
afrontar, deseos conscientes o inconscientes que nos presionan, preocupaciones
y emociones apasionadas que nos hacen vibrar, un ejercicio físico o mental
permanente, un sinfín de sensaciones que nos arrastran en ocasiones al placer y
en ocasiones a la perturbación, nos abocan a que con moderar o templar ese
trepidante movimiento continuo e inevitable, nos estemos acercando al descanso
y con él a la placidez.
Incluso durmiendo
podemos percibir placer o perturbación, es cierto que nuestra respiración e
incluso nuestro pulso se ralentizan, aunque no siempre, pero no sucede así con nuestra
mente y si por el día nuestras neuronas han estado más o menos en alerta, por
la noche es como si hubiesen tomado una bebida energética para cargar sus pilas,
vamos que el ajetreo continúa y empezamos a diseñar escenarios imaginarios,
sobre los que no creo que tengamos control consciente alguno, pero que nos
invaden y sumergen en placenteras situaciones o en las más intranquilizadoras
zozobras.
También la
nostalgia es una emoción que nos puede acercar a la placidez al hacernos añorar
esos momentos de sosiego y tranquilidad que nos hicieron felices al llenarnos
de paz. Ya tenemos caminos posibles y alternativos para alcanzar el descanso,
la mala noticia es que uno de ellos no la garantiza como es el mundo de los
sueños, la buena noticia es que aun disponemos de opciones para lograrlo.
Sin trasvasar
barreras oníricas ¿Por qué no emular el mundo de los sueños desde nuestra
imaginación? Sin duda estamos capacitados para crear y visualizar momentos de
serenidad y quietud, a nuestro antojo y satisfacción personal, aunque es
recomendable no olvidar que aunque voluntaria no pasa de ser una ficción.
También podemos
impulsar esas sensaciones desde la realidad, propiciando situaciones que nos
aporten plenitud y ahuyenten el desasosiego; en este terreno cada uno tiene sus
preferencias: Un amanecer en la playa, leer un libro bajo un árbol, pasear por
el campo al atardecer, degustar una copa de buen vino ante la chimenea…, la
lista sería interminable, pero sin duda esta es la opción preferible al ser la
que mayor control nos confiere sobre nuestras pretensiones, entrando y saliendo
de ellas con un alto grado de libertad, es como ser el señor de tu “duermevela”
ese sueño ligero del que se halla dormitando pero de fácil despertar.
La placidez es al
cambio constante y a veces frenético, ese contraste necesario, como la luz y la
sombra en la fotografía o la pintura. El peligro como todo lo bueno y tentador
reside en su capacidad de adicción; el acostumbramiento a sustituir descontento
por complacencia puede conducir al aletargamiento, lo que no va lejos de ser
una somnolencia profunda y prolongada que tan solo transmite la sensación
engañosa de estar recostado sobre una sensación de confort.
Me apunto a la
placidez pero siempre que me permita sentirme yo mismo, alguien que piensa, que
siente lo que piensa y que comparte lo que siente.
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