Un día tomas la
decisión de modificar ciertos hábitos, de incorporar nuevas conductas en busca
de la superación personal y al despertarte al día siguiente te miras al espejo
y exclamas ¡Qué bien, desde hoy soy una persona diferente!
¡Craso error!, la
superación personal no llega cuando te levantas, junto al desayuno como un
“bollito” más que puedas mojar en el café, la superación personal es todo un
proceso de transformación y desarrollo y es que el simple deseo no es suficiente,
se precisa planificación, esfuerzo, sacrificio y tenacidad.
Un proceso de
superación personal se inicia con el propósito de adoptar nuevas formas de
pensamiento o potenciar ciertas cualidades, desterrando otras, en busca de una
pretendida mayor calidad de vida desde la óptica de una satisfacción personal
más satisfactoria que la anterior, desde la calma y armonía. Una satisfacción
basada en la eliminación de conflictos personales y no en la acumulación de
bienes materiales y es que sin duda gozar de ciertos bienes y comodidades nos
proporciona cierta complacencia, pero son como “las tiritas” que si bien cubren
la herida no la curan.
La evolución como
persona no es un proceso fácil, realmente es un proceso exigente, requiere
modificar pensamientos y comportamientos adquiridos con los años, es
precisamente esa dificultad la que nos puede convertir en conspiradores de
nosotros mismos, debilitando nuestro reto de superación, al aflorar miedos y
temores que nos hacen recelar de posibles riesgos y no importa si estos son
reales o imaginarios. En estos casos echamos mano de un parche llamado excusa
que justifica nuestra decisión de postergar un propósito por no ser el momento
adecuado.
Pero el minuto
perfecto nunca llega, al menos no llega sin más y con solo esperarlo, hemos de
provocar que así sea o de lo contrario estaremos una vez más en el ámbito de la
pereza y el conformismo lo que dibuja un espacio que no favorece la superación
de posibles obstáculos o dificultades.
Y es que a mí me
gusta hablar de superación personal cuando nos superamos a nosotros mismos por
encima de la necesidad de medirnos respecto a otros, cuando dirigimos los
nuevos pasos que damos hacia nuevos retos, cuando desterramos esos viejos
miedos que cercenan el logro de nuestras metas.
La superación tiene
que ver con el esfuerzo y la autodisciplina, también con los deseos y el
atrevimiento, la autoestima precisa de logros y el no alcanzarlos genera
frustración e inseguridad, pero la verdadera superación solo se alcanza a base
de actitud, una actitud que ha de provenir desde la más sincera intimidad
personal.
El mayor limitante
de la superación personal es el miedo, un miedo provocado en muchas ocasiones por
interpretaciones confundidas sobre nuestras emociones o sobre las de los demás,
por ejemplo miedo a la ambición por si es confundida con la avaricia, miedo a
equivocarnos pensando que el error nos adjudica un fracaso cuando hemos y
podemos transformarlo en un aprendizaje que nos confiera mayor fortaleza. Esos
miedos han de superarse mediante la acción y es que no habrá superación sin
acción, no creo que haya ninguna otra fórmula para superar obstáculos o
dificultades. El verdadero motor de la superación será la superacción.
Tampoco es
conveniente pensar que la superación personal es una tarea propia de titanes y
que ha de acometerse en solitario, nos traicionaremos a nosotros mismos si
caemos en el censurable orgullo del “yo puedo hacerlo solo”, a veces es
imprescindible o conveniente apoyarse en los demás, buscar una orientación que
nos ayude a definir la mejor manera de superarnos.
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