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domingo, 23 de junio de 2013

MORDERSE LA LENGUA



Sin duda podemos entender el silencio como la ausencia de ruido, sin embargo yo quiero circunscribirme al silencio como la abstención del acto de hablar, con un fin que no es el de eludir dar nuestra opinión, sino con el propósito de máxima receptividad hacia lo que nuestro interlocutor nos esté diciendo.
Para “mojarme” desde el principio diré que en el transcurso de una conversación el adecuado manejo del silencio es una ventaja, a la vez es un arte por lo que requiere aprendizaje y entrenamiento, la pena es que se está convirtiendo en un arte perdido, incluso entre los que tendrían hacer mayor gala de él, como es el caso de los tertulianos televisivos y ello con independencia de su condición, ya sean políticos, sean periodistas, sean “personajillos”, en definitiva y sean lo que sean parecen más gallos de pelea que conversadores.
Precisamente los que deberían responsabilizarse de transmitir una imagen ejemplar del arte de la comunicación son sus mayores transgresores, verdaderos activistas de otro arte, pero lamentablemente del arte de cómo no hacer las cosas y del desencuentro, verdaderos virtuosos del “no escuchar”; en mi opinión tal posicionamiento obedece a dos circunstancias: Un triste desconocimiento del poder del silencio y un desmedido afán de protagonismo.
Esto sucede porque quién habla suele recibir el reconocimiento de mantener una postura activa y protagonista, por el contrario al que escucha se le percibe en actitud pasiva que aminora o elimina ese protagonismo. Desde luego eso es una conceptualización errática, escuchar es una conducta activa y exigente, consiste en recibir la información de nuestro interlocutor, entenderla y demostrar que hemos comprendido lo que se nos ha dicho y para mayor dificultad, hacerlo sin la necesidad de compartir o estar de acuerdo con lo que nos dicen.
El pretendido protagonismo de un comportamiento activo como es hablar, frente al error de considerar la escucha como una actitud pasiva, termina convirtiéndose en el motor de grandes equivocaciones en el ámbito de la comunicación y no olvidemos que “comunicación” no es un concepto abstracto sino una necesidad y actividad permanente del ser humano.
Pero… ¿Cuáles son esas equivocaciones a las que nos empuja el querer hablar por encima de los demás?

  • Estar pensando en lo que vas a decir, en cuanto puedas, en lugar de centrarte en la información que te transmiten, esto suele suponer una desconexión con el núcleo de la conversación llegando a provocar la paradoja de que ambos interlocutores no conversen sino que discutan aun defendiendo la misma tesis.
  • Deleitarte más escuchándote a ti mismo que escuchando a los demás, en este caso no hay conversación, estas tan engolado contigo mismo que el universo gira a tu alrededor.
  • Adelantarte e imaginar lo que tu interlocutor pretende decir, lo que te va a llevar a terminar sus frases y al 99,9% de las veces a equivocarte.
  • Evidenciar ante tu interlocutor que no tiene ningún interés para ti todo aquello que pueda decir, esa falta de interés te lleva a centrarte en aspectos más gratificantes y en ese terreno tú y tus ideas ocupáis el primer lugar.

No deja de ser chocante que un fenómeno de desconexión comunicativa como este se acreciente en plena era de la comunicación y de la información, escuchar al otro siempre es una oportunidad de aprendizaje, ¿Qué nos lleva a la ingratitud de desperdiciarlo?, ¿Qué nos hace perder el respeto hacia la opinión de los demás? Solo se me ocurre una respuesta ¡La soberbia!

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